Analistas 25/08/2021

Educación, una tarea pendiente

Willy V. Mayenberger
Socio Director de Top Management

Es innegable que el entorno tiene un impacto directo en nuestras organizaciones. Igualmente, lo que ocurra en nuestras empresas afecta de alguna manera al desarrollo de la sociedad. Así las cosas, la responsabilidad de empresarios y directivos es significativa; va más allá de generar índices de crecimiento y rentabilidad satisfactorios y resulta ingenuo creer que la política, la salud y, por supuesto, la educación, son ámbitos ajenos a la realidad empresarial del país.

Asimismo, el grado de desarrollo sostenible de una sociedad depende, en gran medida, de su sistema educativo. Y ya sabemos que en Colombia no vamos tan bien en esta materia. Las pruebas Pisa durante los dos últimos años han evidenciado el panorama de crisis que vivimos desde hace tiempo, marcado por una concepción política cortoplacista que poco ayuda para un verdadero fomento de la ciencia y la tecnología alejado de populismos y resultados inmediatos y sin proyección. El inconformismo que resulta de las profundas crisis sociales ha sido explicado históricamente por la falta de educación. Ya lo enseñaba Confucio hace más de 2.500 años: “La educación genera confianza. La confianza genera esperanza. La esperanza genera paz”.

La pandemia hizo que se cerraran temporalmente jardines infantiles, colegios y universidades; los niños y jóvenes se vieron obligados a retomar sus actividades académicas de forma virtual desde casa, y sabemos que no necesariamente contaban con los recursos tecnológicos ni económicos para asumir esta realidad. Según datos del Banco Mundial y la Ocde, el número promedio de días de cierre de los colegios en Colombia pasó de los 150, mientras que en los otros países miembros fue de alrededor de 60. Eso sin contar los paros y toda la crisis social que extendió esta desalentadora realidad en el primer semestre.

Estos niños y jóvenes, con sus sueños y anhelos, pero también con sus falencias y posibles resentimientos serán las contrataciones de nuestras organizaciones durante la próxima década. Además de la reactivación económica y de los ya bien divulgados procesos de reinvención tecnológica e industrial, para Colombia debe venir un gran cambio cultural desde todas las esferas sociales, tanto públicas como privadas. De nada le servirán al país los innumerables recursos con los que cuenta y que a todos enorgullecen si no se potencializan y se capitalizan con inteligencia, ética y responsabilidad.

Singapur es el clásico ejemplo de cómo un país que prácticamente no cuenta con recursos naturales y cuyos índices de pobreza hace algunas décadas eran comparables a los de Haití, puede llegar a convertirse en una verdadera potencia gracias a un entendimiento pleno del impacto de la educación en la sociedad. Su política de estado, basada en el largo plazo y el respeto por las diferencias étnicas y de orígenes, diversidad e inclusión, transformaron al país en un ejemplo a seguir en materia de desarrollo, crecimiento, pujanza y facilidad para hacer negocios.

Podríamos también en educación recordar el sistema dual alemán basado en el trabajo práctico, o los simples y revolucionarios métodos finlandeses actuales. Por el contrario, Colombia, en materia de educación se ha caracterizado por ineficacia y hasta inacción.

Como sociedad debemos avanzar hacia modelos de educación eficientes y modernos. Para ello será necesario superar los escollos tradicionales, incluido el papel de algunos sindicatos que, en vez de aportar soluciones, han sido un obstáculo para la elaboración conjunta de una Política de Estado integral y de la que todos, por supuesto también los empresarios, debemos participar.

Tenemos en deuda la construcción de un tejido social sólido y de largo plazo, pues hay una tarea esencial pendiente: volver la mirada a la educación.

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