La reacción natural hacia esta pregunta podría ser de aversión y/o rechazo. Y seguramente esa negativa podría ser esperable, sobre todo después de los acontecimientos que, como país, sin distinción de ubicación o condición social, hemos debido afrontar durante las últimas semanas. Se culpa a la política desde todas las orillas y pareciese una palabra maldita en cualquier ambiente. Pero es necesario recordar que la política, sus orígenes y conceptos buscan enaltecer al hombre, resaltar sus derechos y recordar sus deberes, más allá de la filiación a un partido, cualquiera que sea.
La política exige vocación y su cualidad máxima es el servicio. No obstante, vemos hace años los deplorables comportamientos de muchos de quienes la ejercen y con seguridad todos anhelamos que este no sea el ejemplo para algunos jóvenes que con esfuerzo se preparan o sienten el llamado a servir a sus comunidades y al país.
Colombia cuenta con las herramientas para salir adelante. En medio de las dificultades, la contracción económica de las últimas semanas es más lenta y se aprecia un leve crecimiento que solo demuestra que somos un país pujante y que si nos lo propusiéramos seríamos una isla positiva en nuestra región. ¿Qué nos falta? un ejercicio digno, transparente y bien intencionado, en el que prime el bien común y no las prebendas o el clientelismo que beneficia a unos pocos y alimenta al único enemigo común que todos deberíamos enfrentar: la corrupción.
El análisis de algunos ejemplos de superación y de consolidación política, económica y social es un deleite, tanto para expertos como para la opinión pública, en general. ¿Qué ocurre en nuestra mente al leer el nombre de los siguientes países: Finlandia, Dinamarca, Nueva Zelanda, Noruega o, incluso, algunos que hace algunas décadas eran el sinónimo de la devastación y hoy son potencias esenciales para el desarrollo no solo de sus continentes sino de todo el mundo como Alemania o Japón?
Sin embargo, debemos admitir que el grado de complejidad de las decisiones de los líderes mundiales alcanzó un nivel inimaginable desde hace más de un año cuando la pandemia fue una realidad que nos llegó sin instrucciones; la incertidumbre de nuestro tiempo en su máxima expresión. En Colombia la situación se agudizó pues estalló una crisis social que se venía incubando por décadas.
Más allá de la política gubernamental -que es la más importante para afrontar una crisis de esta magnitud- ¿qué estamos haciendo en las organizaciones y desde nuestra posición de liderazgo los empresarios para subsanar y remediar una crisis social que ha afectado en gran medida al ciudadano de a pie, a la gran mayoría de nuestros empleados que con esfuerzo se levantan a diario para construir sociedad?
Estemos atentos a esta nueva realidad y veamos con optimismo y apertura algunos modelos como el de capitalismo consciente, que se vienen implementando en países del primer mundo.
De igual manera, la sociedad debe recordar en estos días turbulentos que las organizaciones son un motor que la impulsa de manera determinante. Corre por cuenta de los directivos aplicar un buen gobierno y una política de empresa impecable que permita entender que las dinámicas económicas surgen de las semillas sembradas en el campo y tanto el campesino en su tierra como el microempresario y también los grandes empresarios tienen el derecho fundamental al trabajo, el cual no debería ser vulnerado en ninguna circunstancia.
No podemos ni debemos esperar a que mueran más personas, ni más empresas, pues se nos muere el país y el futuro. Y si esto pasa, es porque no habremos comprendido el verdadero y crucial propósito de nuestra aliada: la política bien entendida y ejercida.