Estos últimos dos años nos han mostrado sin atenuantes que ante lo inesperado debemos actuar y buscar recursos, muchos de ellos en nuestro interior, para sobrevivir y no quedarnos en el intento. Y la mayoría de las veces pudimos ver que las personas y las organizaciones lo conseguimos. Pero sobrevivir no es suficiente.
Seguramente logramos los resultados gracias a la resiliencia y enfocando las situaciones desde puntos diferentes, para lograr resultados diferentes
Uno de los primeros miedos que debemos afrontar tiene que ver con la posible pérdida de la esencia misma, a raíz de los cambios y los giros estratégicos que muchas veces debemos impulsar y liderar hacia la innovación, incluso a pesar de nuestras dudas. En este sentido, quiero traer el ejemplo de Israel, que es país joven, ejemplo e inspiración, no solo en el ámbito de la geopolítica sino también para las organizaciones.
Tuve ocasión de participar meses atrás en un excelente programa de innovación y emprendimiento, que finalizó el pasado mes de junio con una visita de 10 días a ese país. Y tuve también el gusto de conocer a un valiosísimo grupo de latinoamericanos con los que compartimos el programa. Allí descubrimos que, así como cada persona tiene un ADN, también lo tienen las empresas y hasta los estados. Es inmodificable y así como Israel ha trabajado de manera ardua para mostrar al mundo que, por ejemplo, su ADN no se fundamenta en el conflicto sino en que hoy en día son una “nación start-up”, debemos erradicar los temores y paradigmas que nos impiden avanzar hacia el redescubrimiento y la innovación. Debe hacerse una tarea diaria el conocer y fomentar nuestros hábitos y virtudes personales y directivas para construir un sólido futuro empresarial en la sociedad colombiana que tanto lo requiere.
Durante los últimos meses, la flexibilidad se ha convertido en nuestra aliada y esto es muy útil para plantearnos la innovación como un frente estratégico para hoy. Es ineludible la adaptabilidad y apertura a nuevos modelos que antes no solo no contemplábamos, sino que desconocíamos. Al respecto, una de las enseñanzas más valiosas, que además hemos reafirmado, consiste en que la principal brecha entre la percepción y la realidad es la oportunidad. Fortalezcamos a diario nuestra prudencia, pero sin dejar de asumir riesgos y, sobre todo, sorprendámonos con el invaluable talento de quienes nos rodean. No imaginamos el espíritu emprendedor y la creatividad que podemos estar desaprovechando de nuestros colaboradores por arraigarnos a ideas y conceptos que deben reformularse.
El camino de Israel hacia su redefinición y papel innovador en el mundo de hoy se fundamenta en cuatro pilares que han sido catalogados como su verdadero gran secreto: informalidad, franqueza, calidez y energía. El crecimiento y desarrollo de ese país se ha fundamentado en estos cuatro frentes que pueden ser también inspiradores para nuestras organizaciones y para nuestras vidas. Al final, el éxito de la innovación consiste en que los pasos sean firmes y ágiles hacia el futuro, pero no improvisados.
El caso de Israel como “nación start-up” no ha sido solo una cuestión cultural. Su sendero hacia la innovación, junto con todas las estrategias que ha emprendido como país para este fin, ha dejado millonarias utilidades para empresas y personas y un número sin precedentes de “unicornios” (53 a diciembre de 2021), mega-rounds ampliamente exitosas y nuevos modelos de negocio, especialmente centrados en tecnología.
En tiempos complejos, los líderes y empresarios debemos ser creativos para fomentar el optimismo y, con ello, la confianza en el país, en nosotros mismos y en nuestras organizaciones. Somos responsables, en gran medida, de un futuro que puede ser promisorio y de innovar y construirlo o de no hacerlo y sufrir.