Analistas

Invisible

Yamid Amat Serna

Lo conocí hace un par de años, pronto y probablemente de manera anticipada, empecé a llamarle “Fritz” como lo hacían sus amigos y familiares. Nuestro último encuentro fue reciente, la semana pasada en el café del archivo.

Esa tarde quise decirle que creo que vivimos en un mundo roto, donde la búsqueda excesiva de validación, el deseo voraz de reconocimiento, la ambición, el poder y la apariencia de éxito son motores principales, pero, no fue posible, como siempre, “Fritz” se anticipó. Traía dos textos en sus manos, ambos de su autoría: “Lo pequeño es hermoso” y “Una guía para perplejos.” Se acercó, tomó asiento y planteó un tema fascinante: el mundo invisible.

Con detalles deliciosos expuso la gran importancia de alimentar el mundo interior, el más íntimo, el más profundo, según él: el mundo superior, el que se encuentra alejado de toda posibilidad de ser ultra visible, en consecuencia, el que permite tener el privilegio de ser ajeno al peligro de todo lo exterior, lo superficial, lo movilizado por las apariencias, es decir, y según él: el mundo inferior.

Entrar en sus mundos es entender que todos los modelos basados en lo expresamente cuantificable no son capaces de entender las actividades humanas, que una sociedad con afán desmedido de lucro es una sociedad enferma. Que “el amor por el dinero como una posesión, a diferencia del amor por el dinero como un medio para goces y realidades, es más una morbosidad repugnante que otra cosa” y que todo aquel que centre su atención en lo que puede contarse, pesarse y medirse, vivirá en un mundo muy pobre.

Ernst Friedrich “Fritz” Schumacher murió de un infarto agudo al miocardio en septiembre 1977, hace 47 años. Fue un destacado economista e intelectual alemán con gran influencia a nivel mundial. Considerado el gran inspirador de enfoques alternativos de la economía. Asesor Económico Principal del gobierno de Inglaterra entre 1950 y 1970, hombre clave en la recuperación económica de ese país en la posguerra. Una visita oficial a Birmania en 1955 cambió su vida, entendió que sus propias teorías y las de los modelos económicos capitalistas y marxistas tenían mucho que aprender de la economía tradicional birmana basada en el individuo, en el entorno natural y en el alma; en ella, la filosofía del materialismo quedaba después de los ideales como la justicia, la armonía, la belleza y la salud.

Reconozco tener cierta fascinación por el diálogo con los muertos, pues siempre es enriquecedor oír voces que han transitado el camino y que se encuentran “más allá” en el mundo invisible, el mismo de la imaginación.

“Una economía sin orientación ética y espiritual, es como tener sexo sin amor: proporciona gratificación momentánea, pero jamás satisfacción profunda y duradera”. Esa fue su frase de despedida, yo me retiré unos segundos después preguntándome ¿Cuánta falta nos hacen voces que nos inviten a estimar el mundo invisible? Es posible que gran parte del vacío de la sociedad provenga de vivir en el universo de la cantidad, que es también el universo de la confusión, el que persigue más bienes, que valores.

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