Analistas

Rutas

Yamid Amat Serna

La mesa de un restaurante, la estación del bus o del tren, los corredores de los caminantes, los cafés, el taxi, parecen ser todos visitados por máquinas intervenidas, solitarias y ausentes.

La relaciones humanas han perdido calidez y sentido de empatía, han sido reemplazadas por una lógica fría y distante en la que progresivamente las personas han dejado de ser vistas como seres humanos con dignidad y emociones y se han convertido en cifras, en modelos, ecuaciones o fórmulas de una “economía social” que da prioridad a la eficiencia sobre el bienestar. La tecnología, el consumo ilimitado y el pensamiento ligero han distanciado al individuo del ser y lo han llevado a su despersonalización alejándolo de los valores esenciales de la vida, así, las conexiones son casi todas superficiales y arrastran al hombre a su expresión mínima, reduciéndolo y asemejándolo a un artefacto con el que poco o nada profundo y transformador se intercambia.

Por estos días cuando se habla de la “Franja y la Ruta”, iniciativa del gobierno chino para ampliar sus conexiones en todos sus hemisferios y la posibilidad cierta del ingreso de nuestro país a la misma, se me ocurre necesario y vital, al margen absoluto del político, explorar tambien sobre la identificación de “rutas” que puedan posibilitar la reconexión del ser humano con su sentido y su propósito, no sin antes recordar que “La franja y la Ruta” son la extensión de la histórica “Ruta de la Seda” que en efecto, fue mucho más que una red comercial; fue sobre todas las cosas un corredor de intercambio cultural, religioso y tecnológico que conectó civilizaciones distantes durante siglos, a través de sus rutas, no solo se comerciaba con productos como la seda, especias y metales preciosos, sino que también se difundían ideas, religiones y conocimientos científicos, este intercambio transformó las sociedades a lo largo de Asia, Europa y África, dejando un legado duradero en el arte, la arquitectura, la filosofía y la tecnología.

Los fenómenos de intercambio comercial, por fortuna, esconden la transferencia de un amplio flujo de valores culturales y filosóficos, pues no solo se intercambian bienes materiales, se intercambian también tradiciones, confianza, solidaridad, conocimiento, sabiduría, ética, justicia, espiritualidad, fe, adaptabilidad, responsabilidad, equidad, poesía, acordes, saberes y sabores, respeto, tolerancia, y ello, produce sin duda enriquecimiento mutuo interno y externo y muy probablamente; inspiración, pues esa corriente poderosa está conectada directamente con la capacidad de ampliar el conocimiento y de estimular los sentidos, lo que necesariamente influye en la creatividad, alimento escencial para inspiración.

¿Cuántas rutas tenemos a la mano para esctrechar todo que trasciende a lo económico, lo que refuerza la idea del crecimiento individual y colectivo, lo que puede contribuir a la estabilidad, al desarrollo sostenible y porque no, a combatir el hielo que abraza la deshumanización?

Más allá de las transacciones, necesitamos “rutas” para comprender la interconexión humana, para revivir el latido de un corazón colectivo, para aprender, para crecer y evitar desaparecer como mercancías viejas, adustas y obsoletas.

TEMAS


Ruta de la Seda - Comercio Internacional - China