Archivo

El Tratado de Libre Comercio y la cultura de negocios

Camilo Reyes

En un país como el nuestro, que ha escogido un modelo de desarrollo apegado a la democracia occidental que supone la elección de sus autoridades, la alternación en los cargos de responsabilidad política, la división de poderes, la libertad de expresión, el respeto a la propiedad privada y el libre mercado, es indispensable desarrollar una cultura de negocios.

Se puede decir que los Tratados de Libre Comercio son, entre otras cosas, una eficiente herramienta para la construcción de esa cultura.

Ellos nos imponen la necesidad de asumir la globalización, de entrar en contacto con otras culturas, países, empresas, y personas que en muchas ocasiones tienen formas distintas de decir y hacer las cosas. Con esto, nos obligamos a superar la reserva que inspira lo desconocido, lo nuevo, y a evaluar las alternativas que se nos presentan.

Los TLC nos obligan a adelantar reformas indispensables para la creación de un ambiente amigable para los negocios, porque nos permiten ver con claridad las mejores prácticas y los requerimientos para ser más competitivos. No podemos evitar compararnos e identificar ventajas y desventajas.

Sin la firma de los tratados no estaríamos presionando al Gobierno Nacional para superar el rezago en infraestructura o para adelantar las reformas institucionales que nos permitan interactuar con nuestros pares. No estaríamos obsesionados con mejorar nuestro sistema de educación, enseñarles una segunda lengua a nuestros jóvenes o emprender las mejoras necesarias en el ICA, el Invima o el sistema de aduanas.

En el caso del Tratado con los Estados Unidos, este ha generado una corriente de misiones comerciales en las que la Oficina Comercial de la Embajada y nuestra Cámara han estado involucradas procurando centenares de citas de negocios con excelentes resultados. La transformación se empieza a dar.

Los TLC nos enseñan que es indispensable crear confianza en la contraparte, lo que implica tener en cuenta sus costumbres, ponerse en sus zapatos, cumplir taxativamente los compromisos de tiempo y lugar, no decir mentiras, saber decir “no” y honrar los compromisos cuando decimos “sí”. Es indispensable sacudirnos la ambigüedad que con frecuencia utilizamos por razones culturales en la forma de expresarnos.

Y sin embargo, la construcción de una cultura de negocios supone, antes de todo, hacer los estudios pertinentes con rigurosidad tanto del producto, como del mercado y el potencial consumidor.

La internacionalización de las economías de países como Chile y Perú nos dicen todo. Los Tratados propiciaron una cultura de negocios y esta, a su vez, generó miles de oportunidades y la transformación económica y social de esos países.