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Raúl Fernando Musalán traza con el pincel los caminos de la brea

Beatriz Mesa Mejía

La brea, ese es el material que eligió para expresarse. Podrá parecer extraño. Sin embargo, Musalán dice que ama su transparencia y, la verdad, consigue hacerla visible en sus lienzos de mediano y gran formato.

Raúl Fernando Musalán nació en 1974 en Barranquilla, se crió en Caucasia y luego se trasladó a Medellín, donde estudió en el Instituto de Bellas Artes. Ahora tiene su espacio en el municipio antioqueño de La Estrella.

Lo visitamos para descubrir los secretos del taller de este artista que sabe nutrirse de la fuerza de sus ancestros: su abuelo y su padre son turcos, y su abuela nació en Jerusalén.

El comienzo
En Bellas Artes permaneció poco tiempo. Tan hábil ha sido, que del primer semestre las directivas lo pasaron casi inmediatamente al quinto. Allí, uno de sus maestros fue ese gran dibujante llamado Óscar Jaramillo, quien no solo le ayudó a confirmar el gusto por el dibujo y a decidirse por el arte, sino que le aconsejó no ser tan acelerado. Le insistió en mirar los detalles, las formas, las prolongaciones, los ritmos de las figuras, las sombras, los contrastes de color. Es que en las clases con modelo, Musalán era el primero en terminar. Lo hacía bien, sin duda, pero el profesor quería que mirara con detenimiento el objeto expuesto ante él, que lograra hacerlo vivo, sentirlo.

Decidió, entonces, seguir su proceso en solitario. Siempre investigando, nunca contentándose con lo obvio.
La pintura le permite entrar a un enigma que él debe descifrar; hay algo allí que quiere descubrir, por eso, cada nueva obra le plantea dificultades distintas.
Hay allí nuevas obsesiones.

Otras rutas.
En Caucasia descubrió las posibilidades artísticas de la brea y le fascinó poder convertirla en su elemento. Fueron muchos los ensayos que debió hacer para dominar el material y alcanzar la destreza que se resuelve en líneas y transparencias y que le remite a algo primigenio. Al fósil. 'Quería trabajar una técnica distinta a la tradicional. Primero ensayé con plásticos derretidos sobre madera, luego usé el costal a modo de lienzo, sin embargo, sentía que no había nada nuevo, hasta que descubrí la brea y fue como una iluminación'. Y a medida que comenzó a investigar sobre sus cualidades y defectos supo que ese era el camino.

'No inventé la técnica de la brea. Lo que hice fue dedicarme a depurarla y a mostrarla', expresa, mientras toma en sus manos un pedazo oscuro que después, cuando sea una pasta maleable, será como su voz. 'Se debe transmutar el material y convertirlo en algo interesante', afirma.

Y no solo encontró en la brea un medio para expresarse. Lo inspiraron dos grandes maestros, Rembrandt y Van Eyck. Viajó a España, donde permaneció un año. Visitó museos, estudió sus obras llenas de penumbra. Y comprendió que entre más oscuridad, la luz es más notoria. Supo, también, que no podía manejar el claroscuro sin ser un duotonista. Amó las atmósferas, los personajes, los volúmenes. Trató de descubrir lo que encierran las obras de los renacentistas. Durante su recorrido por las tierras españolas mató fantasmas y mitos. El acercamiento a los artistas que amaba le permitió verlos, además, en toda su dimensión. 'Son humanos como yo', pensó. Y se preguntó por lo que le faltaba para ser artista. Se confrontó y anheló el mundo del arte, con todos sus riegos.

Se interesó por los secretos para preparar el óleo, comenzó a estudiar los aglutinantes y a experimentar sobre bases distintas, telas, maderas, papel. Aunque sabía que la brea le daba la medida. Y lo retaba. Así comenzó a experimentar con ella y con los disolventes que le darían las texturas para expresarse como quería, para 'hablar' en el tono que era. Es decir, en su tono.

Thinner, varsol, gasolina y trementina le sirven para disolver. Sin embargo, es con el petróleo con el que mejor se siente. La diferencia en los resultados es el secado y este disolvente le da la medida de lo que quiere. 'El petróleo le proporciona a la brea un secado muy agradable, como pastoso, da una consistencia tan densa como la del óleo'.

La transparencia que produce la brea es fundamental en su trabajo. 'Ese material tosco y primario, aparentemente ordinario, es transparente', se admira el mismo artista. Toma la paleta, un pincel y un poco de la brea preparada y deja ver el desplazamiento del líquido, que comienza oscuro, como marrón, y luego descubre sus transparencias, las mismas que se advierten en el lienzo y que, como velos, muestran distintas tonalidades, unas más fuertes, otras más débiles. 'Al dar una pincelada y depurar una línea, encuentras un mundo mágico, puedes soñar', señala Musalán, a quien le gusta crear efectos, hacer énfasis en los detalles. 'Desde el momento en que se hace el manchón comienzas a crear la ilusión de que ahí hay algo. Entre luces y oscuridades, sombras y líneas, se resuelve mi pintura'. Una obra donde el claroscuro es fundamental y donde es clave la preparación no solo de la textura de la brea sino del lienzo, que siempre tiene una primera capa de amarillo que consigue gracias a la mezcla de varios pigmentos.

'La brea no es negra como la gente la percibe. Cuando está en pasta, da unos visos sepias. Es traslúcida, es compatible cien por ciento con el óleo, ambos materiales son grasos, para ambos el lienzo se prepara de la misma manera'.

Donde haya carreteras, hay brea, dice sintiendo que es un poco simbólico el camino que traza la brea en la vía y en su propia vida, que es su obra. Es un material tan noble, cuenta, que hasta sirve para impermeabilizar los barcos y buques.

Sus equinos

Con sus pinceles de punta delgada, logra obras que tienen un lenguaje particular, reconocible. A veces, esgrafía con espátulas o cuchillas de bisturí y hace una marca en el lienzo. Algunas obras tienen texturas que sobresalen.

En sus pinturas, los caballos integran un mundo que Musalán siente mágico. Él ha querido compartir lo que estos seres le han significado, y a los cuales también le ha dedicado algunos poemas, por su fuerza titánica, su belleza y su elegancia. Algunas de sus obras también están protagonizadas por figuras del ajedrez, como el juego del equilibro, el juego de los reyes, que es como la vida, 'un mal paso hace que la vida te haga un jaque mate', añade.

Aparecen también en sus telas animales míticos que recuerdan los tiempos de los primeros hombres, así como la brea le recuerda al artista nuestro origen.

Ahora está dedicado a trascender la figura del caballo como elemento plástico, pues, comenta, no quiere que 'los caballos remitan al caballista de manera exclusiva'. Por eso, nuevos elementos habitan su obra, que comienza a ser cada vez más simbólica. Prima el realismo, sin embargo, hay algo como surreal en ella. Y eso le gusta a Musalán. Es el sueño. Su mirada.

'Los materiales son los mismos, sin embargo, es la manera como se aplican lo que hace a un artista o lo que lo diferencia de los demás, eso es lo que le da valor y sentido a la obra', explica este hombre que se define como un ser solitario, pues es la única manera de pertenecerse: allí, en la soledad de su taller, está frente al espejo, su espejo, que no miente.

El caballo, como la brea, lo ha acompañado desde hace muchos años. Ya perdió la cuenta de cuántos ha pintado. Lo que sí sabe es que no hay un animal igual a otro. Cada uno tiene una expresión diferente. Destaca su armonía, su porte. Su poder.

Este ser magnífico a muchos artistas fascina y a lo largo de la historia del arte ha inspirado a pintores y escultores, así como a algunos poetas, narradores de ficciones, directores de cine, fotógrafos, documentalistas, que se han dejado seducir ante los grandes retos que su figura y sus movimientos les implican.

Pero, Musalán no quiere dedicarse solo al mundo equino, sus nuevas pinturas tienen otros matices. A sus caballos se suman otros objetos: hay números y cuadrículas. Hay un énfasis en las paredes y sus texturas, así como lo que hay sobre ellas. Se involucra él, también, cuando recrea en el lienzo la imagen de una fotografía o insinúa la presencia de un trozo de papel que el artista -que solo está sugerido-, usa para dar punto final a la obra.

Hoy es un poco más paciente que cuando estudiaba en el Instituto de Bellas Artes, Musalán lo reconoce. Sin embargo, cuando pone el lienzo en el caballete y comienza a darle vida a una obra, no hay quién lo detenga.

Hay pinturas que demandan más tiempo que otras, hay formas que le proponen retos mayores. La figura del caballo la pinta de memoria. A veces una fotografía lo inspira, a veces un movimiento lo atrae y no puede evitar llevarlo a la tela. Quiere ser esencial, no quiere recargar sus telas.

Musalán, el dibujante, el pintor que le apostó a la brea, ese material mítico usado en trabajos duros, en carreteras y edificios, en la construcción de barcos, fue elegido por él para darle vida a sus pinturas y para ser su voz, su expresión.

En él hay técnica y sensibilidad. Es sutil cuando cruza una línea con otra y en el detalle de los ojos de un corcel, del enredajo de su crin, de la posición de sus patas, de la curvatura en su loca carrera. Todo esto se ha hecho visible con esas pinceladas donde la brea da las tonalidades.

Próxima exposición en agosto
En agosto, durante la Feria de las Flores de Medellín, Musalán realizará una exposición en Plaza Mayor que es organizada por Asdesilla. La muestra incluirá pinturas elaboradas en los últimos meses y algunas de años anteriores. El mundo equino será protagonista, aunque también presentará lienzos en los que los corceles se encuentran con objetos diversos.

El artista, además, prepara una exposición para Bogotá que será en el segundo semestre de este 2012.