Consumo

La época dorada del consumo de la información pasó del impreso al iPad

Pedro J. Ramírez

En 2009 El Mundo había sido ya un gran éxito. Tal vez el último gran éxito de un nuevo periódico en un país desarrollado.

Pero no sólo teníamos un millón y medio de lectores de nuestras ediciones impresas sino que además teníamos ya más de 20 millones de usuarios únicos mensuales. Nuestra página web se había convertido en líder mundial de la información en español. Y eso se lo debíamos a Berners-Lee y Cerf.

En ese año los medios de comunicación ya sufríamos la doble crisis que se ha agudizado después. Por un lado nos afectaba la caída de la inversión publicitaria y el consumo, fruto de la mala marcha general de la economía. Por el otro, debíamos afrontar las consecuencias del cambio de hábitos en la demanda de información, fruto de la tecnología. Era el terremoto dentro del tsunami. Y la suma de ambos factores creaba una tormenta perfecta que hacía que se tambaleara nuestro modelo de negocio.

Tres años después no tenemos un 1,5 millones de lectores de las ediciones impresas sino 1,2 millones, pero nuestros usuarios únicos mensuales han crecido de 20 a 32 millones. Deberíamos, por lo tanto, estar muy contentos pues gracias a este aumento espectacular de la audiencia en línea son muchísimos más los ciudadanos que reciben las noticias a través de El Mundo.

Sin embargo, los problemas económicos también se han acentuado. Tenemos más lectores pero menos periodistas porque hemos tenido que reducir nuestras plantillas. Llegamos a más hogares en todos los rincones del mundo pero tenemos menos presupuesto para mantener corresponsales y desplegar enviados especiales. En estas paradojas están los síntomas de la mayor crisis de la historia de la prensa. Y debemos reconocer que nosotros, como la práctica totalidad de los grandes periódicos del mundo desarrollado, no estamos viviendo una crisis coyuntural sino de modelo de negocio.

La clave de la cuestión es que la pérdida de ingresos de nuestra actividad tradicional no está siendo compensada ni de forma remota por los nuevos ingresos que estamos obteniendo en línea. Según el último informe del Pew Research Center, de cada US$10 que los periódicos norteamericanos perdieron en 2011 en anuncios impresos, sólo recuperaron uno en anuncios digitales. En esa tendencia tan negativa influyen dos elementos: la evolución general de la inversión publicitaria y la concentración de gran parte de la inversión on line en actores ajenos a los portales de noticias; en concreto en grandes buscadores como Google o redes sociales como Facebook.

La incapacidad de monetizar a través de la publicidad el desarrollo en línea convierte en potencialmente ruinoso el espectacular crecimiento de nuestra audiencia, porque los miles de lectores que perdemos son de pago y los millones que ganamos a través de nuestras webs acceden gratuitamente y sin tan siquiera tener que registrarse. Es el camino garantizado hacia el suicidio.

Los editores y responsables de medios con más éxito en la web debemos hacer una seria autocrítica por haber caído durante estos años en una especie de variante de la seducción. Era la fascinación ante esos millones de usuarios únicos mensuales que crecían exponencialmente, la soberbia de pensar que llegaríamos a competir con las cadenas de televisión como soporte para la publicidad de masas.

El vértigo de captar gracias al idioma español cientos de miles de seguidores en países en los que nunca habían circulado nuestras ediciones impresas. El sometimiento a la tiranía numérica de las audiencias, sin darnos cuenta de que apenas el 3% de esos usuarios únicos era el que consumía el 50% de las páginas visitadas y que el resto eran transeúntes que tan sólo pasaban por ahí mirando los escaparates.

Esa seducción digital nos llevó a cometer el error de ofrecer gratis a todos esos millones de usuarios contenidos de alto valor añadido, elaborados por especialistas con buenos salarios. Unos contenidos por los que una minoría -pero una minoría de decenas de miles, de cientos de miles- seguía y sigue estando dispuesta a pagar. Por eso el momento crucial que define el actual declive de las empresas periodísticas llegó a comienzos de 2010 cuando Steve Jobs les presentó el iPad a los ejecutivos del New York Times y les dijo que no les iba a facilitar los datos de quienes compraran su periódico a través de Apple Store.

El nuevo negocio
Pero la parte positiva es que el iPad estaba ahí. Meses antes de su lanzamiento, en Unidad Editorial habíamos celebrado una serie de reuniones entorno al debate “internet gratis-internet de pago”. Nuestra conclusión fue entonces que el flujo de las noticias del día, accesible por múltiples canales, incluidas la radio y la televisión, debía seguir siendo inevitablemente gratuito, pero también convinimos en que debíamos diseñar un nuevo producto digital de pago basado en contenidos exclusivos o de mayor valor añadido. Así nació Orbyt. Era obvio que el principal elemento de esa oferta iba a ser la versión digital de nuestros mismos periódicos.

Pensamos que quienes pagaban en el quiosco por las ediciones impresas de El Mundo, Marca y Expansión también estarían dispuestos a hacerlo en línea si el servicio era bueno y el precio bajo. Además, nos dimos cuenta de que internet nos permitía enriquecer la oferta informativa con vídeos o fotogalerías.

Faltaba el soporte idóneo. El PC era adecuado pero no idóneo pues la relación del lector con los diarios siempre ha sido física y el ratón era un elemento ortopédico que dificultaba el pasar páginas o introducir un vídeo. Cuando tuve en mis manos el primer iPad pensé que estábamos hechos el uno para el otro. Que Orbyt era el anillo perfecto para ese dedo. Que una tableta como esa sí era el soporte idóneo que permitía recrear la experiencia física de la lectura del periódico y hacerla más gratificante en muchos sentidos. Es muy significativo que mientras el consumo de noticias en internet a través del PC alcanza sus máximos niveles en horas de oficina, en los dispositivos móviles eso sucede a primera hora de la mañana y a última hora de la tarde. Es decir, que mientras en los PC se echa un vistazo, a veces furtivo, a las informaciones de última hora, en los dispositivos móviles se recupera y amplía el hábito de leer el periódico en la comodidad y privacidad del hogar.

Con apenas dos años de vida, Orbyt tiene ya más de 65.000 suscriptores y esperamos cerrar 2012 con más de 75.000 y 2013 con más de 100.000.

Valor agregado ofrecido por el mundo de tabletas
El legado de Steve Jobs supone nada menos que una ampliación del poder de la sensibilidad externa del hombre y no es difícil pensar que nos quedan aún muchas maravillas por ver desde el punto de vista de la usabilidad de las tabletas. De momento, en el iPad el periódico no se arruga, ni mancha los dedos de tinta. En el iPad no hay ejemplares defectuosos, ni días en los que el periódico se agote por la trascendencia de la noticia, ni pueblos a los que no pueda llegar por el mal estado de las carreteras durante el invierno. En el iPad el número de páginas no tiene límite y ni siquiera tiene que ser par. Y, sobre todo, el periódico está disponible a cualquier hora y lugar del mundo. La compra no depende del acceso a puntos de venta físicos.

Las opiniones

Nora Sanín
Directora Ejecutiva de Andiarios

“Cada día se nota más como se complementan medios y publicidad. Los territorios que les eran naturales pierden sus fronteras, y la idea puede nacer en cualquier parte de la ecuación”.

Mario Morales
Analista de Medios

“En principio la idea es que los medios no cobren sus contenidos en internet, pero si hay que sacrificar libertad en pro de la sostenibilidad, entonces es mejor cobrar”.