Consumo

Una marca se cuida más allá del sueño de una niña

Camilo Herrera

En días pasados, estuve en los parques de Disney, en Orlando, y recibí una clase de mercadeo que difícilmente se me olvidará.

Es por todos conocidos que las marcas de Disney, y en particular Mickey Mouse, son manejadas de manera impecable pese a estar en diferentes objetos como platos, camisetas, chocolatinas y cualquier cosa que se pueda brandear. Y lo hacen de una manera tal, que la marca no queda expuesta ni a quejas ni a demandas (a excepción de aquellas imitaciones que se encuentran a veces en el mercado mundial).

El día que entramos a Ecopt Center con mis hijos, habíamos coordinado un almuerzo con las princesas para celebrar el cumpleaños de mi hija y al llegar todo fue perfecto y según el libreto que el restaurante tenía: habían cinco princesas, el ambiente era un castillo medieval y la mesera se portó de una manera excepcional.

Ante esto, yo llevé un regalo para entregarle a mi hija cuando trajeran el ponqué y se me ocurrió que una de las princesas le diera el regalo, por lo tanto, se lo solicite a la mesera, a lo que respondió que iba a mirar qué se podía hacer.

Pasaron varios minutos y no tuve respuesta, hasta que el gerente del local donde estábamos llegó a mi y me dijo, más o menos, lo siguiente:

'Señor, recibimos su solicitud y espero que nos comprenda, pero no podemos permitir que en el momento en que la princesa entregue el regalo a su hija se le cause un momento de decepción por el regalo que se esté dando, así éste sea el más maravilloso del mundo, porque nuestras princesas no pueden exponerse a una situación como esta porque ellas son eternas para su hija y para todas las niñas que hoy están en este restaurante'.

En ese momento, me cayó un baldado de agua fría en la cabeza y comprendí lo que pasaba: la marca Disney y sus marcas anexas tienen protocolos claros de manejo de marca y no se van a someter a una exposición negativa de ninguna manera.

Esta simple lección de mercadeo que le dieron a un padre común como yo, fue en realidad una gran reflexión para un investigador como yo, porque comprendí que el sueño de una niña no esta más allá de la salud de una marca, que es para todas las niñas que existen en el mundo.

Finalmente, la mesera que nos atendía-originaria de Noruega- consiguió un cofre de tesoro y allí escondimos el regalo y se lo entregamos a mi hija Valentina, logrando así una solución intermedia para todas las partes.

Mi hija sintió que su cumpleaños fue un 'sueño hecho realidad'.