El reclutamiento forzado de menores que sigue rompiendo a las familias inocentes
sábado, 13 de diciembre de 2025
Más de 1.200 niños y niñas fueron reclutados por grupos armados en los últimos cinco años
Mauricio Collazos Kelly Cabana Sandra Hernández
Aunque para la mayoría de los niños de Colombia el colegio es sinónimo de seguridad y aprendizaje, en amplias zonas del país la escuela se convirtió en un escenario atravesado por el miedo.
Aulas que antes eran espacios de juego y confianza hoy están marcadas por la presencia de actores armados que ingresan sin permiso, reclutan desde los salones, persiguen a los docentes y obligan a cientos de menores a abandonar sus vidas, sus sueños y familias.
Según cifras revisadas por organismos internacionales, más de 1.200 niños y niñas fueron reclutados por grupos armados en los últimos cinco años, una realidad que se vive a diario en diferentes regiones del país.
La FM conoció testimonios de niños, adolescentes, docentes y víctimas que permiten dimensionar el impacto de un fenómeno criminal que crece sin freno y documentan cómo las disidencias de las Farc al mando de alias Iván Mordisco y otros grupos armados ilegales están amenazando y asesinando a profesores que buscan evitar el reclutamiento de menores en el Valle del Cauca, Guaviare y Caquetá.“La guerra entró al colegio”: el horror que narran los docentes.
La violencia dejó de estar lejos de los pupitres. La profesora Mireya, quien durante años enseñó en una zona de alto conflicto, recordó el momento en que entendió que el aula ya no era un refugio:
“Era un niño de 14 años, juicioso, tranquilo, siempre ayudaba a sus compañeros. Un día dejó de venir a clase. La familia dijo que se había ido con su hermano unos días (…) pero nunca regresaron. A los dos los reclutaron. Y al menor lo mataron. La escuela quedó en silencio. Ese día supe que la guerra ya había entrado al colegio”, dice.
La docente afirmó que, con frecuencia, hombres armados ingresaban a las instituciones haciéndose pasar por estudiantes, “llegaban jóvenes y adultos disfrazados de alumnos. Algunos tenían más de 20 años y los metían a noveno u once para reclutar desde adentro. Era devastador. Grupos de 35 estudiantes terminaban el año con 12 o 15”.
Sus palabras coinciden con la alerta de la Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), que advierte que en 40 % de los departamentos del país las escuelas rurales tienen presencia activa de grupos ilegales, especialmente disidencias de las Farc de alias Iván Mordisco, uno de los mayores reclutadores de menores.
En Corinto, Cauca, Mario, un niño de 13 años, conoce de memoria lo que significa esconderse para sobrevivir y relató cómo terminó confinado con sus compañeros en su salón de clases para evitar ser alcanzado por las ‘peleas’. Se refiere al cruce de disparos entre grupos armados.
“Si estamos en la casa y empiezan a pelear, nos toca quedarnos adentro. Y si estamos en el colegio, encerrados en los salones. No podemos salir porque una bala perdida nos puede pegar”, relató Mario.
Narró que en múltiples ocasiones los profesores debieron avisar a los padres para que recogieran a sus hijos, aunque finalmente nadie podía salir por el riesgo.
En otro municipio, Julián, de 15 años, describe una escena igualmente dolorosa: “Los grupos armados se llevan a los jóvenes. Las familias quedan destruidas. A la comunidad todo eso la entristece”.
Para este menor, el reclutamiento arrasa con todo: “Los jóvenes pierden sus sueños, pierden su forma de vivir, pierden la comunicación con su familia. La comunidad queda muy afectada”.
Profesores bajo amenaza
Según el informe del Mecanismo de Monitoreo de Riesgos de la Fiscalía de la JEP, solo en el último año en el Valle del Cauca, Guaviare y Caquetá tres docentes fueron asesinados por oponerse al reclutamiento.
La profesora Emilse, defensora de Derechos Humanos, tras ser alertada que las disidencias de las Farc planeaban reclutar a varios de sus estudiantes, se valió de la educación para tratar de alertar a sus alumnos sobre los riesgos de estos grupos. Sin embargo, también terminó siendo secuestrada y sometida a tratos inhumanos.
“Las comunidades nos alertan. A veces toca decirle al armado: ‘Aquí no pueden estar’. Porque el Estado somos nosotros también. Debemos defender la vida. No olvido ese día que me retuvieron dos horas. Me quitaron todo, me llevaron por una trocha, nos dieron ultimátum para salir del territorio. Nos dejaron a pie, escoltadas por hombres armados”.
Cuando reclutar es destruir
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) advirtió que un niño es reclutado cada 20 horas en Colombia. Las voces recopiladas por La FM revelan lo que significa ese golpe para las familias.
Deisy Guanaro, con tan sólo 11 años, fue reclutada por las Farc en el Casanare pese al clamor de su madre a quien ya le habían arrebatado a sus otros dos hijos.
“Mi mamá les suplicaba: ‘Llévenme a mí, abusen de mí si quieren, pero no a mi hija’. La empujaron, me montaron a la camioneta y arrancaron. Mi último recuerdo es mi mamá arrodillada, suplicando por mí”, señaló Deisy.
También conocimos el testimonio de Estela, quien fue obligada a sus 13 años, junto a otros menores reclutados a presenciar el aborto forzado al que fue sometida otra niña por el frente 14 de las Farc.
“Ella lloraba y le decía que no quería que le sacaran a su bebé, que le dejaran ir a la casa pero decían que no. Y ver eso es triste, ver un niño prácticamente ya completo, porque ya el niño tenía cabellito (…) Y eso es algo que uno le marca ya ahora que uno tiene sus hijos”, dijo Estela.
A este capítulo de barbarie y abusos contra niños en medio del conflicto se suma la historia de Daniel, quien fue reclutado a sus nueve años por la guerrilla del ELN y enfrentó una experiencia que hoy en día le trae pesadillas al dormir.
“Me acuerdo que un muchacho salió del grupo un día y mató a un compañero porque se tenían fastidio. Recuerdo que el comandante lo hizo formar y le dijo que el castigo va a ser armar cien huecos de esta medida y esta medida. Le hicieron armar varios huecos para que no sospechase lo que iba a pasar (…) Cuando le entregó el último hueco, le disparó en la cabeza (…)el último hueco que hizo fue su propia tumba”, relata Daniel.
Revelan identidades de maestros asesinados
La Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (FECODE) reveló las identidades de algunos de los maestros que han sido asesinados tras ejercer su rol protector de niños, niñas y adolescentes contra el reclutamiento en Colombia.
Aunque existe subregistro sobre los casos de amenazas y sus respectivas motivaciones, FECODE, revelo que dentro del listado de docentes asesinados se encuentran Luis Ernesto Sánchez, asesinado este año en el Valle del Cauca y Steven Chalarca Marulanda, asesinado en 2023 en Yolombó (Antioquia).
Ambos ejercían un rol de liderazgo pedagógico en áreas profundamente afectadas por el conflicto armado, orientado específicamente a combatir el reclutamiento forzado.
Recientemente también ocurrió el asesinato de la etnoeducadora Elizabeth Nieves Mojica, en Riohacha, quien adicionalmente ejercía un rol de liderazgo y defensa de las víctimas en su vereda en calidad de mujer buscadora, pero también elevando la supervivencia de la cultura del pueblo indígena Wiwa.
Desapariciones que nunca cierran
El reclutamiento también deja heridas que nunca cicatrizan. En Arauca, la familia de Pedro lleva 34 años buscándolo: “Se lo llevaron a los 14. Mi papá todavía llora su ausencia. Crecimos solos en un territorio controlado por ilegales”, agrega.
Su hermana mantiene la esperanza: “Yo lo sigo viendo como ese niño. Siento que está en algún lugar. Aunque dicen que el tiempo cura, este dolor no se borra”, termina.
Una guerra que cambia de nombre, pero no de víctimas
Aunque los grupos armados hayan mutado, cambiado de mando o de bandera y hasta sus formas de hacer la guerra, las víctimas hoy siguen encarnando el dolor que sintieron el primer día en que fueron reclutadas por los grupos armados. Algunos de los más de 1.200 menores reclutados en los últimos cinco años crecieron y hoy son adultos funcionales para la guerra. Otras fueron abusadas y traumatizadas de por vida. Y unos más murieron sin que sus familias pudieran enterrarlos y hacer el duelo para decirles adiós.