Los aromas del mercado campesino
sábado, 30 de abril de 2016
Esta frase ha acompañado a todos los campesinos que dedican horas del día a cultivar los alimentos que sacamos de la nevera, la canasta o la alacena. Y aunque hoy en día un sector de la población no va a la plaza, pues encuentra más ‘chic’ las grandes superficies, porque en algunas zonas la seguridad no es la mejor o por simple facilidad de tener un establecimiento más cercano, lo cierto es que la economía campesina mueve 65% de los alimentos que se consumen en la ciudad.
Las plazas son tan viejas como el modo de andar a pie. Por lo menos para América donde esta concepción es heredada de la administración de la corona española desde la época de la conquista.
Observar la plaza es encontrar el país de todos, bueno casi todos los estratos. Un lugar donde la cocina deleita los paladares con sazones típicas, conocidas y en algunos casos, distintas a lo tradicional. En las plazas colombianas está la envidia de otras latitudes al encontrar frutas, verduras, legumbres, tubérculos, y toda la variedad de hortalizas, sin empacar al vacío o sin preservativos: al natural.
En el lugar el tránsito es cíclico, los hombres y mujeres llegan o con su mejor traje o con la ropa de trabajo, a observar la vitrina, palpar el producto, comparar precios, pedir la rebaja, amagar con irse a buscar una mejor oferta y finalmente anotar con un esfero o rayar lo conseguido.
De ahí que los colores verdes se graben en la memoria de aquellos que visitan un puesto o que el olor a tierra, mezclado con el de las carnes y pescados, alimentado por el vibrato de las voces de las vendedoras promocionando el producto en cosecha, hagan de los corredores el encuentro de todos los ingredientes para tener la cultura campesina colombiana.
En un solo lugar se relaciona el campesino productos, el comprador y distribuidor y el minorista que compra para su propio abastecimiento o que compra para una tienda de barrio.
Y aunque en la economía se ha diversificado la oferta al consumidor, para visitar los centros comerciales y han generado nuevos puntos de encuentros, bajo la misma premisa con los que arrancaron los comerciantes en la Plaza Mayor de Santa Fé (Plaza de Bolívar) de coincidir entre los que buscan los productos con los que ofrecen las mercancías.
No es extraño, por eso, que los visitantes extranjeros pregunten por las plazas de mercado como sitio o atractivo turístico. Según la oficina de Turismo de Bogotá, de cada 10 extranjeros que pisa la capital, cuatro han mostrado interés en conocer algún centro de abasto. Y aunque hoy el empaque al vacío es una norma sanitaria y busca la garantía de la calidad del producto, los mercados, sin tantas arandelas, también ofrecen, a su manera, una calidad en los alimentos que sirven a la mesa los cerca de 46 millones de colombianos.
Porque aunque en el Distrito busquen evocar en las plazas de mercado las mismas fotografías de los centros de Nueva York o París, el toque que tienen las colombianas es un reflejo de las costumbres sociales, religiosas, políticas y económicas del país del Sagrado Corazón y de la frase “se le tiene o se le consigue”.
Mercado apuesta por la soberanía alimentaria
Las organizaciones campesinas que se han formado a lo largo de la historia, empezaron a adoptar desde la Cumbre Mundial de la Alimentación en 1996 este concepto para fortalecer la producción nacional de alimentos y disminuir la dependencia de los productos importados. La oportunidad sigue vigente hoy, más con la devaluación actual.