"La prudencia resulta crucial, velocidad de convergencia hacia meta de inflación es clave"
lunes, 25 de noviembre de 2024
El codirector del Emisor, Mauricio Villamizar, presentó un nuevo libro para desmentir los mitos y las realidades de la política macroeconómica
Mauricio Villamizar es uno de los codirectores que ocupa una silla en la Junta Directiva del Banco de la República, una entidad que cada cierto tiempo vuelve a la luz de la opinión pública por las decisiones sobre la tasa de interés, una de las claves de la política monetaria para combatir la inflación en el tiempo reciente.
Villamizar, oriundo de Cali, es uno de los economistas más preparados de su generación, según destacaron analistas, resaltando su formación académica y técnica, así como su extensa trayectoria profesional al interior del propio equipo del Banco de la República.
En entrevista con LR, el codirector del Emisor habló sobre las precauciones que se deben tener en cuenta para la discusión del salario mínimo del próximo año, y también acerca de los riesgos que puede enfrentar el país, que podrían erosionar la senda bajista de las tasas.
Además, dejó pinceladas sobre sus consideraciones acerca de la tasa de usura y una hipotética dolarización de la economía, para la cual “no ve un escenario” claro para tomarla.
¿Qué riesgos al alza puede representar la negociación del salario mínimo para 2025?
Un aspecto clave, pero poco debatido en el ámbito público, es si la inflación esperada para 2025 aumentará o continuará disminuyendo. Desde el Banco, proyectamos que la inflación seguirá reduciéndose y convergerá hacia la meta. En este contexto, la inflación al cierre de 2024 es un referente sobreestimado, muy por encima de lo que sería la inflación promedio de 2025. Cabe destacar que el salario mínimo para 2024 aumentó cerca de 12%, mientras que la inflación promedio de este año probablemente será inferior a 7%.
Es importante distinguir entre dos debates: qué constituye un salario mínimo óptimo y cómo debe ajustarse sistemáticamente cada año. El primero requiere un análisis de equilibrio general, caracterizar el mercado laboral colombiano (formal, informal e inactivo) y evaluar el poder adquisitivo.
El segundo debe considerar la inflación promedio esperada para el próximo año y los incrementos en productividad laboral de forma más precisa y rigurosa. Ahora bien, un aumento desproporcionado frente a estos factores tendría costos elevados, ya que en Colombia una gran cantidad de bienes y servicios están indexados, ya sea a la inflación de fin de año, al aumento del salario mínimo, o a ambos.
¿Colombia puede enfrentar los mismos riesgos que Brasil donde se bajaron pronto las tasas y ahora tocó subirlas de nuevo?
Sí, aunque los riesgos pueden diferir en magnitud. En general, la inflación en la región sigue siendo un desafío, especialmente en Colombia, donde permanece por encima de la meta. Además, la experiencia muestra que reducir la inflación en las últimas etapas es más difícil. Por ejemplo, en Estados Unidos fue más sencillo llevarla del 9% a 4% que de 4% a 2%. Además, siempre existe el riesgo de rebotes inflacionarios por triunfos prematuros. Como bien indica la pregunta, en varias casos hemos visto a países de la región interrumpir sus ciclos de reducción de tasas debido a estos riesgos.
En Colombia, no estamos exentos de factores que podrían comprometer la sostenibilidad del ciclo bajista. Aquí es donde la prudencia resulta crucial. La velocidad de la convergencia hacia la meta también juega un papel importante, especialmente para mantener la credibilidad. Este año, Colombia cumplirá cuatro años consecutivos sin alcanzar la meta inflacionaria, un hecho que refleja dos aspectos: la magnitud de los choques acumulados, sin precedentes en la historia, y, por otro lado, la decisión de permitir una convergencia más lenta para mitigar el impacto en la producción.
El presidente Petro tiene la posibilidad de nombrar dos nuevas personas en la Junta en 2025, ¿esto podría poner en riesgo la independencia de la Junta? ¿Qué impide que las tasas de interés bajen un mayor ritmo como han pedido desde el Gobierno?
Por mandato constitucional el presidente de la República tiene la potestad de nombrar a dos codirectores a mediados de su mandato, entonces no habría nada fuera de lo normal. De hecho, al hacer memoria, hubo dos presidentes reelegidos que pudieron nombrar a cuatro miembros de la junta durante sus periodos, y en el gobierno anterior, debido a renuncias, el presidente de turno llegó a nombrar a la totalidad de los miembros de la junta.
Si bien el diseño institucional podría ser mejorado, desde que ingresé al Banco de la República hace más de 20 años, he observado que los codirectores se adaptan rápidamente a su rol autónomo como hacedores de política monetaria. Esto se debe, en gran parte, al respaldo de un equipo técnico de impecable rigurosidad, del cual tuve el privilegio de formar parte durante muchos años.
En su análisis, se destaca que la tasa de usura puede limitar el acceso al crédito para los sectores más vulnerables. ¿Se debería eliminar?
Considero que sería ideal, al menos, aumentar la tasa de usura con miras a eliminarla en el futuro, siempre y cuando se garantice una adecuada competencia en el sistema bancario. Como argumentamos en nuestro libro Mitos y Realidades de la Política Monetaria, lo óptimo sería proteger a los deudores actuales de los efectos de mayores tasas, mientras se fomenta la inclusión de quienes hoy dependen de créditos informales, como los gota-a-gota, cuyas tasas de interés pueden alcanzar 20% diario (7.000% anual).
Entendemos que la intención de proteger al consumidor es loable, particularmente para evitar que el costo del crédito en el mercado supere en exceso los costos que enfrenta la entidad financiera. Sin embargo, cuando esa diferencia es significativa, generalmente refleja fallas de mercado que deberían abordarse de manera más directa, mediante políticas que fortalezcan la competencia, impulsen la innovación en productos financieros y mejoren la educación financiera de los consumidores. El principal problema de las tasas de usura es que, si no son lo suficientemente altas para cubrir el perfil de riesgo de ciertos deudores, los costos adicionales asociados a zonas remotas o la atención personalizada que requieren algunos clientes, el resultado es la falta de oferta de crédito para estas poblaciones, que suelen ser las más vulnerables.
La transición hacia tasas más altas suele ser impopular y generar tensiones sociales. ¿Qué estrategias de comunicación ha implementado el Banco para justificar estas decisiones y mantener el apoyo público?
La comunicación es clave, y en nuestro libro Mitos y Realidades de la Política Monetaria, Bibiana y yo intentamos aportar una explicación clara e intuitiva, accesible incluso para quienes no son economistas, sobre las razones detrás de nuestras decisiones de política monetaria. Destacamos la importancia de la credibilidad del banco central, aunque mantenerla a veces requiera tomar decisiones impopulares. Esto es válido tanto cuando el Banco aumenta las tasas de interés como cuando las reduce, pero no al ritmo que algunos desearían. Una de las razones principales de esta discrepancia es que el Banco busca maximizar el bienestar social a largo plazo, en lugar de enfocarse únicamente en resultados inmediatos.
Dicho de otra forma, el dilema central de la política monetaria no consiste en elegir entre mayor inflación o mayor crecimiento, sino en decidir entre más inflación y crecimiento hoy, pero menos crecimiento mañana, o, por el contrario, menor inflación y crecimiento en el presente, pero con un crecimiento mucho mayor en el futuro. En última instancia, la credibilidad del Banco es un recurso esencial para cumplir nuestro mandato de manera efectiva y sostenible en el tiempo.
¿Cómo determina el Banco de la República si una intervención es necesaria y cuáles son los riesgos asociados a su implementación?
Hay razones suficientes tanto para intervenir, como para no intervenir en el mercado cambiario. Ejemplo de esto es la reciente compra de divisas con el objetivo de mantener niveles adecuados de liquidez externa, ante la una reducción de la línea de crédito flexible con el Fondo Monetario Internacional. Dentro de las razones suficientes para intervenir está el deterioro significativo de la liquidez de los mercados, en especial de los de contado (spot) y a futuro (forward), pero también el de varios mercados en conjunto (incluyendo el monetario y de deuda pública). Esto sucedió, por ejemplo, en los inicios de la pandemia.
En contraste, una de las razones suficientes para no intervenir consiste en evidenciar una volatilidad cambiaria generada por las vulnerabilidades propias del país (que es distinto a un desequilibrio generado por la vía de términos de intercambio o riesgos globales). Estos episodios, en general, vienen acompañados de una tendencia marcada de depreciaciones o apreciaciones de la moneda y harían necesario un ajuste monumental de reservas internacionales para frenarlas.
Ahora bien, la intervención cambiaria hay que siempre avaluarla con cautela y no como herramienta de primera instancia. Su efectividad puede durar unos pocos meses y en algunos casos se requiere de grandes intervenciones.
Respecto a la flotación cambiaria, ¿cuáles considera que son los mayores retos para mantener la credibilidad del esquema actual frente a los cambios en los flujos de capital y la volatilidad global?
El esquema actual de política cambiaria en Colombia se basa en la libre flotación, permitiendo que el mercado determine su nivel. Como explicamos en Mitos y Realidades de la Política Monetaria, este enfoque garantiza la autonomía en la política monetaria mientras se permite el libre flujo de capitales. Sin embargo, reconocemos que los mercados hoy son más volátiles y sensibles a choques internos y externos, como cambios en las políticas monetarias de otros países o la menor tolerancia al riesgo de inversionistas extranjeros derivada de conflictos en Europa y el Medio Oriente.
Para enfrentar estos desafíos, el sistema financiero colombiano cuenta con varias medidas macroprudenciales diseñadas para mitigar riesgos. Por ejemplo, algunas minimizan el descalce cambiario en las entidades financieras, mientras que otras fortalecen la solvencia y la liquidez del sistema. Como respaldo adicional, el país cuenta con reservas internacionales adecuadas, que actúan como un seguro de estabilidad. Estas reservas están disponibles para que el Banco intervenga en situaciones de emergencia, proporcionando un último recurso de protección frente a choques extremos.
La dolarización es presentada como una medida que aborda problemas de credibilidad monetaria, pero también conlleva riesgos significativos. ¿Cree que en algún escenario sería viable considerar esta opción?
No veo ningún escenario en el que Colombia deba considerar la dolarización. Como explicamos en el libro Mitos y Realidades de la Política Monetaria, la dolarización suele responder a problemas inflacionarios graves, como la hiperinflación, que generalmente son consecuencia de un mal manejo de la oferta monetaria. Esto incluye prácticas como la impresión excesiva de dinero, el financiamiento de grandes déficits fiscales recurrentes y la pérdida de credibilidad en la moneda, y la pérdida de credibilidad en la moneda, ninguna de las cuales caracteriza la situación actual de Colombia.
Aunque la dolarización puede ser un recurso extremo para ciertos países en crisis, sus costos son extremadamente altos. Entre estos se encuentra la pérdida total de la política monetaria como herramienta para estabilizar la economía, así como una menor estabilidad financiera al no contar con un banco central que actúe como prestamista de última instancia en momentos de crisis.
¿Cómo ve el Banco de la República el desafío de equilibrar el control de la inflación con la protección de los sectores más vulnerables en Colombia?
Como lo mencionamos en el libro Mitos y Realidades de la Política Monetaria, el impacto nocivo de la inflación en la población de menores ingresos es, quizás, la mejor defensa de la importante labor de los bancos centrales de velar por la estabilidad de precios y el crecimiento sostenible.
Al suavizar las fluctuaciones de la economía alrededor de sus niveles estructurales se maximiza el crecimiento a largo plazo, lo que a su vez repercute en una reducción sostenida de la pobreza. Además, a lo largo del ciclo económico se atenúan los costos de los procesos de ajuste, especialmente para los más vulnerables. El análisis de la manera en que la inflación afecta a la población según su nivel de ingreso ayuda a tener un mejor entendimiento de la economía y los efectos de la política monetaria.
Asimismo, permite el diseño e implementación de políticas públicas por parte de otros actores del Estado para mitigar los efectos adversos en los hogares en momentos de brotes inflacionarios.