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60 años del primer diario económico de Colombia, noticias que van y vuelven

Iván Bernal Marín

Si un lector desprevenido revisa hoy la primera página de la primera edición del diario La República, podría creer que sus 17 noticias son de hoy, o de hace una semana, aunque estén por cumplir 60 años de haber sido publicadas.

Desde 1954 ha cambiado el diseño, el color, el tamaño, la forma; pero en el fondo, las preocupaciones escritas y apiñadas ese lunes 1 de marzo, permanecen vigentes. El metro de la Capital, el espacio para las telecomunicaciones, la necesidad de reformar la educación y la justicia, el agro.

El primer ejemplar impreso de LR es una fotografía de la realidad colombiana. Una realidad que, seis décadas después, no ha cambiado, solo envejecido. Los temas cruciales no se han resuelto, en un eterno retorno de postergaciones que quizá haría sentir orgulloso a Nietzche, pero a más nadie.

Más de 21.000 portadas después, seguimos esperando la que sin duda será noticia de abrir en todos los periódicos: el metro de Bogotá. “A mediados de la próxima semana, al Alcalde de Bogotá le entregarán los técnicos alemanes el informe sobre la construcción de un tren subterráneo en la capital de la República”, se lee en la nota titulada entonces “Habrá informe para la construcción del subway en la capital”. Ya en 2014, la noticia aún es que estamos esperando; ahora, los resultados de unos estudios de ingeniería avanzada que -se supone- llegarán en septiembre, y tras los cuales -se supone- se abrirá la licitación para la obra.

Ires y venires
La República nació como una ventana de información y oportunidades para los hombres de negocio. Desde su inicio contemplaba una sección de Economía y Finanzas, aunque fue fundado por el gerente del periódico El Colombiano, Julio Carlos Hernández, y el expresidente conservador Mariano Ospina Pérez, en pro de su campaña reeleccionista. Pronto dejó atrás el carácter político y se especializó en la información netamente económica, vocación que se reflejaba en su primera circulación.

Más allá del metro, otra noticia que va y vuelve quedó plasmada en el titular “El estado tiene soberanía sobre canales utilizables en las telecomunicaciones”. No vaya a creer que es sobre el espectro 4G, o la devolución de infraestructura de Claro y Movistar, cosas que ni siquiera existían en los 50.

También se informaba de una reunión de cuatro gobernadores que buscaban acciones para fomentar la agricultura y la ganadería, la explotación del subsuelo, la implantación de siembras. Se anunciaba una inversión de $18 millones en un sistema de irrigación para 14.500 hectáreas en las llanuras de Guandalay, que seguramente le vendrían bien a los departamentos en sequía hoy. Por esos días cumplía cinco años el Banco de Comercio, que buscaba ser un “establecimiento crediticio revolucionario”, para agilizar el crédito “con criterio democrático”; como quien dice, incentivar la bancarización.

El general Rojas Pinilla decía que la primera necesidad del país era la paz, y que en marzo se reuniría la Asamblea Nacional Constituyente. Una que conformaba el militar a cambio del congreso, cesante por su mano; nada que ver con la que anda convocando por estos días el exalcalde Gustavo Petro.

Un ministro anunciaba la búsqueda de una “reorganización en el ramo de la justicia”, para que fuera “igual para todos los colombianos sin discriminaciones políticas ni sociales”. Otro, ratificaba un proyecto de reorganización de la enseñanza secundaria, quizá para que 60 años después Colombia no hiciera el ridículo en las pruebas Pisa de la Ocde. Al parecer, ninguna prosperó.

En Venezuela instalaban alambres de púas, para evitar motines ante la décima Conferencia Interamericana.

“Un buen periódico, supongo, es una nación hablando consigo misma”. Según la frase de Arthur Miller, llevamos 60 años teniendo claro lo que debemos resolver. Otra frase dice que el periodismo es el borrador de la historia, y es evidente que acá la seguimos repitiendo. Aparte del precio, de 15 centavos a $2.000 pesos, poco ha cambiado desde 1954. La actualidad noticiosa sigue tejida por situaciones que parecen desafiar la lógica del refrán: “no hay mal que dure 100 años”. Pero LR da otra lección, no hay buen periodismo que deje de denunciarlo.