Innovación y educación, una fórmula obligada
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Ximena Ramírez
Y es que la clave para desarrollar la capacidad innovadora que necesitan los países latinoamericanos con el fin de adherirse al contexto económico global y destacarse frente a otras economías emergentes como las asiáticas es con el fortalecimiento del gasto público en la educación. Para esto, es necesario que los gobiernos latinoamericanos aumenten la inversión en educación, porque esa falta de competitividad e innovación tiene raíces profundas en los sistemas educativos y en la ausencia de instituciones e institucionalidad y en particular en el marco legal y judicial, lo cual todavía marca a muchos de lo países de la región, por ejemplo Colombia.
Mientras en países desarrollados como Japón, Estados Unidos, Francia, Canadá, Holanda e Inglaterra se otorgan al año unas 101.448 patentes, en Colombia las solicitudes de estas en el mismo periodo rara vez superan las 2.000. Tan solo en 2013, las patentes concedidas en el país sumaron 264.
El rezago se sustenta con las estadísticas entorno a la inversión en actividades de ciencia y tecnología, y en investigación y desarrollo en el país. Menos de 0,47% del Producto Interno Bruto (PIB) se destina a estos rubros. Entre 2003 y 2012, la inversión en ciencia y tecnología creció 10 puntos básicos al pasar de 0,35% a 0,45%.
El país, tal y como lo plantea el empresario Carlos Alberto Plata, promotor de 18 patentes internacionales, debe dar un salto hacia la economía del conocimiento y la innovación, y aprovechar que el mundo globalizado privilegia los productos de alta intensidad tecnológica.
No podemos desconocer que el mejor termómetro de la innovación son las patentes. En invención de productos y servicios que traspasan fronteras no somos muy representativos y por eso este trabajo no debe reducirse al Gobierno de turno. Debe existir una política pública de largo aliento y con la participación del sector privado.