Empresas

Innovación y educación, una fórmula obligada

Ximena Ramírez

Y es que la clave para desarrollar la capacidad innovadora que necesitan los países latinoamericanos con el fin de adherirse al contexto económico global y destacarse  frente a otras economías emergentes como las asiáticas es con el fortalecimiento del gasto público en la educación. Para esto, es necesario que los gobiernos latinoamericanos aumenten la inversión en educación, porque esa falta de competitividad e innovación tiene raíces profundas en los  sistemas educativos y en la ausencia de instituciones e institucionalidad y en particular en el marco legal y judicial, lo cual todavía marca a muchos de lo países de la región, por ejemplo Colombia. 

Mientras  en países desarrollados como Japón, Estados Unidos, Francia, Canadá, Holanda e Inglaterra se otorgan al año unas 101.448 patentes, en Colombia  las solicitudes de estas en el mismo periodo rara vez superan las 2.000. Tan solo en 2013, las patentes concedidas en el país sumaron  264. 

El rezago  se sustenta con las estadísticas entorno a la inversión en actividades de ciencia y tecnología, y en investigación y desarrollo en el país. Menos de 0,47% del Producto Interno Bruto (PIB) se destina a estos rubros. Entre 2003 y 2012, la inversión en ciencia y tecnología creció 10 puntos básicos al pasar de 0,35% a 0,45%. 

El país, tal y como lo plantea el empresario Carlos Alberto Plata, promotor de 18 patentes internacionales, debe dar un salto hacia la economía del conocimiento y la innovación, y aprovechar  que el mundo globalizado privilegia los productos de alta intensidad tecnológica. 

No podemos desconocer que el mejor termómetro de la innovación son las patentes. En invención de productos y servicios que traspasan fronteras no somos muy representativos y por eso este trabajo no debe reducirse al Gobierno de turno. Debe existir una política pública de largo aliento y con la participación del sector privado.