Editorial

No se puede esperar que la normalidad regrese igual

Pocas cosas se mantendrán inalteradas cuando pase la crisis generada por el Covid-19, mientras tanto hay que aceptar lo nuevo

LR

El mundo no va a volver a ser el mismo cuando la normalidad poco a poco regrese a unas sociedades temerosas por largo tiempo; habrá cambiado la manera como nos conectamos en la dimensión física; las redes sociales serán más importantes que ahora; los sistemas de pago digitales le asestarán un golpe definitivo a los billetes; la seguridad social en su faceta de salud se potenciará con nuevas preocupaciones, productos y servicios; la higiene y la asepsia serán imperativos en tiendas, restaurantes y hoteles; la comida sana con trazabilidad de su origen tendrá nuevos valores; y la esquiva curación de la voluminosa información que se consume será una realidad.

Es solo una muy corta lista de los negocios y productos que se abrirán paso unas vez esté pasada la cuarentena en poco menos de 15 días, pero mientras eso llega podemos mirar en prospectiva un segundo portafolio de buenas ideas y noticias que se han generado en este tiempo de crisis sanitaria y económica. Muchas cosas llegaron para quedarse y se convertirán en prósperos negocios. Es el caso del fortalecimiento de las actividades de salud como la producción de fármacos colombianos, la fabricación de simples utensilios clínicos y médicos como tapabocas, guantes, geles y jabones antibacteriales, que curiosamente eran importados y a los cuales poca o ninguna importancia se les brindaba. Era casi inaceptable que un país como Colombia fuera incapaz de producir materiales fundamentales para la seguridad sanitaria, hoy comprometida o desnudada por el Covid-19.

Pero la mayor herencia que nos puede dejar la crisis del coronavirus no es una distinta al despertar de la solidaridad y la generosidad de los colombianos para con los más necesitados de la sociedad. Son centenares de iniciativas a lo largo y ancho del país que buscan ayudar a los desprotegidos, a aquellos que no tienen un salario fijo mensual, que están por fuera del sistema de salud, a esas personas que están solas o abandonadas. La ayuda ha brillado no solo entre los profesionales con individuos, sino en las grandes corporaciones que incluso han transformado su quehacer diario para enfocarlo en ayudas: ingenios que producen alcohol; tiendas de confección de moda que hacen vestidos para personal médico; y hasta procesadoras de comida que hacen jabones. Es la nueva piel del país que no puede mudarse a una normalidad que no será la misma.

La gran enseñanza de este momento de la historia es básica: la casa, la familia, el agro, su trabajo y el entorno inmediato son los mayores tesoros que una persona puede tener; consciencia que ha evaporado el “escapismo” característico de las últimas generaciones marcadas por salir corriendo del país cuando los problemas se venían encima. El Covid-19 obligó al mundo a refugiarse en sus pequeños tesoros muy finitos que le harán revaluar el sentido de lo material.

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