Hacienda
¿Cómo pinta 2025?
Razones para un optimismo moderado
viernes, 1 de noviembre de 2024
José Manuel Restrepo Abondano
El anuncio reciente del FMI de elevar las proyecciones de crecimiento económico del país a 1,6% para el presente año y a 2,5% para 2025, señalan que el panorama pinta mejor que el de los últimos dos años, sin que vaya a tratarse de un desempeño extraordinario.
La independencia del Banco de la República, unas condiciones más propicias para la inversión privada, así como la persistencia de pesos y contrapesos institucionales, a pesar de los factores de incertidumbre que subsisten, serán hechos decisivos en la configuración de este mejor panorama.
En términos de inflación, las perspectivas son auspiciosas porque la economía se acercará al rango meta del Banco de la República, para ubicarse alrededor de 5,4% en 2024 y de 3,8% en 2025, de acuerdo con las proyecciones más autorizadas. De esta manera, se estarían gestando condiciones para recuperar la capacidad adquisitiva de la población en el curso de los próximos 12 meses.
Las proyecciones de un crecimiento más significativo y estable crean también condiciones más favorables para un mejor comportamiento del consumo interno, así como para la recuperación de las carteras de crédito. Incluso en el frente del empleo, con un mejor comportamiento del crecimiento, podría haber una menor afectación, al menos en las cifras desestacionalizadas, para retornar a niveles de 10% en las tasas de desempleo.
No hay duda, sin embargo, que las mejores perspectivas económicas se encuentran asociadas, en gran medida, con la resiliencia del sector empresarial del país, en todos sus tamaños, que mantiene vivas las apuestas por una recuperación, a pesar de las señales equívocas que ha enviado el Gobierno Nacional en materia de acciones urgentes para la reactivación.
La fortaleza de las instituciones del país, en una coyuntura política desafiante, envía algunas señales para el optimismo. La férrea defensa que las Cortes han hecho del marco institucional vigente; el esfuerzo del Congreso por detener iniciativas que pueden ralentizar la inversión privada; y el rol activo del Comité de la Regla Fiscal, seguirán gravitando como un balance decisivo para evitar los cantos de sirena de cierto “progresismo” mal entendido.
No obstante, en los próximos meses podría pintarse un panorama muy negativo. Si de aquí al cierre del presente año se aprueba una reforma tributaria que flexibilice la regla fiscal, se generaría un impacto negativo sobre la tasa de cambio, la prima de riesgo país e incluso sobre el escenario de inflación y de tasas de interés. A ello es necesario agregar el riesgo sobre la inversión privada, que tendría impactos nocivos en el empleo y en el recaudo tributario. Y eso, sin considerar los efectos ya estimados de una reforma laboral regresiva que podría representar la pérdida de más de 450.000 empleos según estimaciones autorizadas del Banco de la República. Se trata, sin duda, de preocupaciones de fondo que no es posible minimizar en la presente coyuntura.
El desempeño de la economía va a estar mediado, además, por la urgencia de atender frentes clave para la estabilidad económica, entre ellos el de la seguridad territorial y el de la seguridad energética. El manejo errático de la llamada “paz total” por parte del gobierno nacional ha generado zozobra en muchas regiones del país que habían visto mejorar en el pasado reciente su seguridad, especialmente en las áreas rurales. Entre tanto, el déficit ya anunciado de un 17% en la provisión de gas para el 2025, tendrá efectos aún imprevisibles sobre las empresas y las familias, especialmente aquellas de más bajos ingresos.
En síntesis, creo que 2025 será un año con un mejor desempeño que el presente y el anterior, aunque con algunos asuntos críticos que pueden afectar el comportamiento de la inversión privada. En todo caso, si se despejan las dudas en los frentes institucional, fiscal, energético y de seguridad, podría ser un año positivo.