Crisis de Jóvenes

Natalidad y educación, naciones amenazadas

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Laura Fuerte

Las familias de ocho hermanos no solían ser atípicas en la Colombia de finales de siglo, una época en donde la educación no era la norma, no por falta de demanda sino por falta oferta. Hoy, sin embargo, este panorama es cada vez más raro, no solo en Colombia sino en el mundo.

Hemos experimentado un desplome colosal de 57% en la tasa de fertilidad mundial desde su pico en 1963 y aunque la educación todavía sigue siendo un bien al cual muchos aspiran, cada vez son menos los que nacen para aspirar a ella, y a pesar de que impulsar la natalidad y la educación es una tarea cada vez más costosa económicamente, es cada vez más importante hacerlo.

Actualmente, los gobiernos alrededor del mundo luchan contra la amenaza del decrecimiento de la población el cual se estima inicie cerca de 2030, punto en el cual la población no será suficiente para reemplazar a las siguientes generaciones. Por una parte, este fenómeno genera una creciente presión en las finanzas públicas a través de un aumento en la carga pensional, pero adicionalmente requiere nuevos rubros inimaginables para el Estado.

Así, no es sorpresa encontrarse hoy con políticas en países desarrollados (donde este fenómeno es más marcado) con más asignación de recursos para incentivar la natalidad como: subsidiar costosos procedimientos de concepción asistida, devolución de impuestos por cada hijo y subsidios al cuidado infantil y hasta la educación universitaria.

Más aún, este fenómeno no solo amenaza el futuro sino el también el pasado. Ante la caída en natalidad se arriesga la inversión de varias décadas en recursos hacia la educación, y colegios y universidades no observan ajenos este acontecimiento. Precisamente, éstos se vienen preparando para adaptarse a las limitaciones que implican menos estudiantes, respuesta que por el momento parece estar enfocada en una mayor oferta de cursos, más flexibilidad y diversidad para atraer al mayor número de posibles candidatos.

Al mismo tiempo, mientras algunos gobiernos intentan reducir los costos de tener un hijo con políticas como los subsidios a la educación, en su contra juegan, otros factores más intangibles.

Estamos observando un cambio en las expectativas de los individuos sobre el concepto de familia y en la concienciación de la labor parental, mayores posibilidades laborales para las mujeres que las motiva a postergar la maternidad. Y al parecer, éstos también influencian severamente los incentivos a la natalidad, pues aún con grandes incentivos económicos, en países como Singapur la natalidad sigue cayendo. Eso sin añadir, que recientemente también se ha encontrado que el factor biológico está limitando nuestra capacidad de reproducirnos.

Sin embargo, este fenómeno no solo preocupa a dirigentes y actores educativos por sus efectos particulares. La preocupación va más allá, pues se amenaza la misma existencia como nación en un futuro. Si hay menos bebés habrá menor demanda de bienes y servicios y también una menor oferta de trabajo en el futuro. Así, si el poder económico (el cual se entreteje con otros como el político) viene de la cantidad de bienes y servicios que se producen y consumen, ¿qué poder se tendrá si no hay quién consuma y quién produzca?

La economía enseña que mientras más escaso es un recurso, más valioso es, y ante el panorama no queda duda que las personas y por ende los estudiantes son y serán cada vez más valiosos.

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