El impacto de las altas temperaturas

Entre las llamas y la responsabilidad

Juan Miguel Vásquez

Iniciando 2024, los incendios forestales en Colombia son una amenaza acentuada por el Fenómeno El Niño. La realidad preocupa, especialmente en la región Andina y Orinoquía, en donde alcanzan niveles alarmantes. Este escenario, lejos de ser solo un inconveniente ecológico, se convierte en una seria amenaza para la biodiversidad y un acelerador de los efectos adversos del cambio climático.

Los incendios forestales no solo son un desastre ambiental, son impulsores de la deforestación. Según el Ministerio de Ambiente, la degradación de los ecosistemas boscosos afecta, en promedio, 42.000 hectáreas cada año, con consecuencias que perduran durante décadas.

Enfrentar esta problemática requiere una estrategia integral de prevención. La conciencia ciudadana y la colaboración entre diferentes sectores e instituciones de la sociedad se vuelve imprescindible. Hoy, hacemos un llamado claro a la responsabilidad individual y colectiva, instando a evitar la realización de fogatas, la quema de basuras y cualquier acción irresponsable en zonas forestales. Debemos aportar todos desde nuestros campos de acción, por lo que, a gremios, comunidad educativa, propietarios de predios rurales, medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales, y entidades nacionales y regionales nos asiste repensar la estrategia de educación, prevención y mitigación. Ocurridos los incendios, desafortunadamente el campo de acción es menor toda vez que muchos de nosotros solo podemos enviar nuestras mejores energías a los organismos de prevención y atención de desastres quienes hacen un trabajo fabuloso y meritorio, llegando a lo heroico.

En esta estrategia educativa y de retirar la desinformación, también es esencial desmentir algunos mitos que rodean a estos incendios. La creencia de que especies introducidas como el eucalipto y el pino son las principales culpables debe ser reconsiderada. Análisis de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional sede Medellín indican que estas especies, adaptadas a la frecuente aparición de incendios, no son la raíz del problema. Durante su fase de crecimiento, tanto los bosques plantados como los bosques naturales producen biomasa que es material combustible, como apenas es lógico. En el caso de los bosques plantados monoespecíficos se detecta una mayor susceptibilidad a la propagación de incendios, aspecto distinto a decir que tienen mayor susceptibilidad a la ignición, básicamente porque la materia orgánica fresca acumulada en el suelo de estos es más homogénea y, por ende, su factor de combustión es diferente al de ecosistemas diversos, generando menos resistencia a la propagación de las llamas. Así, una ignición inducida o accidental no depende de la especie, sino de las condiciones de humedad antecedentes en el bosque, es decir, no hay una relación de causa-efecto por las especies allí existentes, sean estas nativas o introducidas como el pino y eucalipto. Los bosques plantados han cumplido históricamente funciones muy importantes, en ecosistemas actuando como corredores biológicos que facilitan el tránsito de algunos animales hacia los bosques naturales, y en términos sociales y económicos siendo proveedores de la madera que requiere el país. En conclusión, enfrentar los incendios forestales en Colombia es un desafío colectivo que requiere una respuesta unificada. La prevención, la educación y la colaboración son esenciales para revertir esta problemática y proteger nuestro patrimonio natural. Debemos unir esfuerzos entre la sociedad civil, el gobierno y las instituciones ambientales, ello es clave para garantizar un futuro sostenible para el país y las generaciones venideras.

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