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La educación como competencia inconsciente
lunes, 12 de agosto de 2019
José Aparicio
Décadas de estancamiento en materia educativa en buena parte de la Región Caribe nos podrían llevar a pensar que aún estamos en la etapa de incompetencia inconsciente, una de las cuatro propuestas por el psicólogo Noel Burch para explicar el camino que seguimos los seres humanos para volvernos expertos en cualquier cosa. Desde el modelo de Burch, luego de esta etapa, que es el nivel inicial en dicho proceso, se puede avanzar hacia la incompetencia consciente, la competencia consciente, y por último, a la etapa
más avanzada y deseable: la competencia inconsciente.
Según los más recientes datos del ICFES, en la región Caribe el 52% de las instituciones privadas se ubican en las categorías A y A+, pero sólo el 6% de las oficiales alcanzan estas categorías. En contraste, el 53% de ellas están en categoría D, mientras que en Bogotá, sólo un 2% se clasifican en este, el nivel más bajo. Esta realidad es aún más crítica en el Caribe para las zonas rurales. Según un análisis de 2018 del Observatorio de Educación de la Universidad del Norte, el porcentaje de instituciones públicas rurales clasificadas en categoría D llega hasta el 82%.
Pero una vez reconocemos conscientemente nuestra incompetencia, surge la pregunta ¿es posible avanzar hacia los siguientes escalones de la competencia? La experiencia de Barraquilla en la última década demuestra que sí. En 2008, solo una IED de esta ciudad se clasificaba en el nivel A, y el porcentaje de Instituciones en nivel D, era del 69.5%. En 2018, treinta y tres IED se clasificaron en A y A+; y las instituciones categorizadas en D, disminuyeron al 21%.
Estos resultados se consiguen cuando se hace una apuesta clara por la educación, con el decidido apoyo de la administración pública, con el diseño de planes de mediano y largo plazo, la inversión necesaria, la conformación de un equipo técnico idóneo que tenga continuidad en su labor, pero, sobre todo, con la creación de alianzas con los actores claves en el área para hacer de la educación un proyecto común.
Desafortunadamente un peligro de alcanzar esta etapa de la competencia consciente, puede ser, que lo realizado se perciba como algo extraordinario y no ordinario, como un mérito que debe ser especialmente reconocido por la ciudadanía. Se corre entonces el riesgo de que el impacto mediático por la novedad de los logros educativos se agote, y migre el interés y la inversión hacia áreas de mayor rédito.
Por ello, hay que promover que todos (no sólo nuestros dirigentes políticos) avancemos hasta el nivel de la competencia inconsciente, que es aquel estado en el que lo aprendido y lo alcanzado, se hace ahora de manera natural, espontánea, no calculada o planeada.
Merecemos acostumbrarnos a una educación de calidad para todos. A esperar como natural, que en los planes de desarrollo, la educación aparezca como la primera de las prioridades. Que en las universidades públicas y privadas las licenciaturas sean consideradas tan importantes como las demás profesiones. Que los empresarios no duden en apoyar con becas la formación de profesores tanto como la de médicos e ingenieros. Que los padres de familia apoyen a sus hijos e hijas, si desean ser abogados, pero también si deciden ser educadores.
Ojalá sea 2025 el año en que Colombia sea la más educada. Para lograrlo, la tarea no debe ser sólo de un presidente, ministro, gobernador, alcalde o secretario de educación.
La meta la alcanzaremos cuando todos logremos ubicar a la educación, ojala
inconscientemente, en el primer lugar de prioridad de nuestros discursos, pero sobre todo, de nuestras decisiones como políticos, empresarios, rectores de universidad, padres de familia, periodistas o ciudadanos.