Cultura
Hacia el corazón de la tierra
A la mar
lunes, 22 de diciembre de 2025
Este es un viaje de ciencia, de país, de descubrimiento… pero también un viaje íntimo, de confrontarse con uno mismo
Angélica Arango
Zarpamos. Tras dos meses de espera, el amanecer es un poco distinto, seguros de que por 85 días no veremos edificios, casas ni carros, el comienzo de este día es el inicio de una travesía.
A primera hora, el muelle en la Base Naval de Cartagena esta cubierto por una mezcla de brisa, algunas voces entrecortadas y abrazos que quisieran ser eternos. El ARC Simón Bolívar, firme y majestuoso, espera como un guardián, como lo que es, el laboratorio más grande del mar, listo para llevarnos al extremo más misterioso del planeta: la Antártida.
Mientras subimos a bordo, la emoción se confunde. No es miedo, sino la conciencia clara de lo que estamos a punto de vivir. No cualquier persona tiene el privilegio de escribir su propio renglón en la historia de la exploración colombiana; hoy nosotros damos ese trazo.
Y es que cuando digo nosotros me refiero a esta nueva familia que hoy nace. Ricardo Avella, el realizador de esta expedición que detrás de su lente está listo para narran con imágenes lo que muchas veces las voces no pueden. Fabián Rodríguez, que no se separa ni un segundo de un oso que le dio su hija “Mimi”, que además de cuidarlo lo acompaña a editar y poner en su mente la creatividad necesaria para hacer magia.
Y estamos Esteban y yo, que nos hemos vuelto además de periodistas, en una dupla para transmitir toda la información con la que nos encontraremos. Esteban, es un joven apasionado, espero aprender de él más de lo que él se imagina.
Tras algunos minutos, llegó el momento de despedirnos, las lágrimas quedan atrás y las banderas se mueven mientras el buque inicia su movimiento lento, de fondo la canción de “Encanto”, símbolo del buque científico.
Este es un viaje de ciencia, de país, de descubrimiento… pero también un viaje íntimo, de confrontarse con uno mismo. Los cuatro, cada uno tan diferente, miramos ya de lejos a Cartagena, sabiendo que nos veremos hasta en algunos meses, con ese mismo paisaje, con ese mismo viento.
En cubierta todos guardamos un instante de silencio. No porque alguien lo pidiera, sino porque la inmensidad obliga el momento. Ser parte del 0,5 de colombianos que llegarán al continente blanco lo amerita.
La tripulación trabaja con calma pero con una energía distinta; cada gesto, cada mirada lleva una mezcla de orgullo y responsabilidad. En los pasillos, los tripulantes comentan sus expectativas: los glaciares, la fauna, los misterios climáticos que esperan registrar. Otros, simplemente, respiran profundo, sabiendo que se aproximan semanas de trabajo duro, frío extremo y un paisaje que no perdona errores.
El mar se expande como si quisiera tragarse todo, esa línea delgada entre el cielo y el agua nos invita a seguir firmes con el propósito que se nos encomendó: Representar a un país que le apuesta a la investigación y al conocimiento. Por formar parte de una misión que va más allá de nosotros mismos.
Hoy zarpamos. Hoy dejamos la comodidad por la incertidumbre. Hoy comienza la travesía que nos llevará al borde del mundo. Y, aunque no lo sepamos aún, también al borde de una nueva versión de quienes somos. La Antártida nos espera. Y nosotros vamos hacia ella, hacia el corazón de la tierra.