Cultura
Hacia el corazón de la tierra
La navegación de Angélica
viernes, 26 de diciembre de 2025
Compartir los días buenos y los difíciles, reírnos cuando el mareo nos gana y apoyarnos cuando el cansancio pesa, hace que todo sea más llevadero
Angélica Arango
“La navegación te costará un poco” fue la frase que escuché semanas antes de embarcarme en el buque ARC Simón Bolívar….
La experiencia no es lineal. Cada día es distinto, incluso contradictorio. Hay jornadas que se sienten interminables, cuando el mar se mueve con fuerza, el buque se mueve de más, y el cuerpo no termina de adaptarse. El mareo apareció sin pedir permiso, tanto, que hasta las tareas más simples requieren un esfuerzo adicional. En esos momentos, el océano impone su carácter y nos recuerda que no estamos en tierra firme.
Aprender a caminar por los pasillos mientras el buque se balancea se vuelve un reto cotidiano y dormir se convierte en el va y ven de ideas mientras conciliamos el sueño. El mar no da tregua y uno entiende que navegar también es aprender a resistir, a escucharse y a aceptar los límites del cuerpo.
Pero así como hay días difíciles, también existen otros que parecen un regalo. Jornadas en las que el océano se calma, las olas son suaves y el buque avanza con serenidad. En esos momentos encuentro paz. Mirar el horizonte, ver cómo el sol se refleja en el agua y escuchar el sonido constante del mar se vuelve casi terapéutico. El tiempo parece detenerse y, por un instante, todo encaja. Es ahí cuando entiendo por qué vale la pena estar aquí. Por qué vale la pena continuar con el sueño.
Esta navegación es, sin duda, un reto. Un desafío personal y profesional que nos saca de la zona de confort y nos enfrenta a lo desconocido. Estar tantos días lejos de casa, adaptarse a una rutina distinta y convivir en un espacio reducido exige paciencia, disciplina y fortaleza emocional. No es solo una travesía por el océano, también es un viaje interno.
Asumir este reto con valentía ha hecho la experiencia aún más significativa. No estamos solos frente al mar. Compartir los días buenos y los difíciles, reírnos cuando el mareo nos gana y apoyarnos cuando el cansancio pesa, hace que todo sea más llevadero. En medio de la inmensidad del océano, la compañía se vuelve ancla.
Navegar en el ARC Simón Bolívar es aprender a convivir con el movimiento constante, con la incertidumbre y con la belleza del mar. Es aceptar que habrá días de lucha y otros de calma, y que ambos hacen parte del camino. Seguimos avanzando, asumiendo el reto, paso a paso, ola tras ola, sabiendo que esta experiencia nos está marcando para siempre.