Cultura

La unión de los océanos

Estamos cerca al otro lado del mundo, el paso marítimo comercial más importante del planeta: el canal de Panamá

Esteban Pérez

Después de zarpar de Cartagena y navegar por un día sobre el mar Caribe, llegamos a un punto de fondeo, un lugar frente a Colón, en Panamá, donde permanecimos por 4 días sobre las aguas que separan el Atlántico del Pacífico.

Llegamos el 7 de Velitas. En Colombia las familias encienden el fuego para inaugurar la Navidad, aquí en el buque ARC Simón Bolívar el ritual es otro, aprender a convivir con dos nuevas realidades, la forma soterrada en la que el océano hace tambalear el mundo y con la nueva familia que empezamos a construir, los leopardos marinos, en e medio del mar, nuestro polo a tierra.

El fondeo fue quirúrgico. Una maniobra precisa, casi silenciosa, que nos dejó frente a la inmensidad panameña. Desde ese mismo instante el buque se sintió menos como un medio de transporte y más como un hogar flotante. Estos cuatro días han servido para adaptarnos a la rutina militar que por las siguientes semanas tendremos que cumplir.

Los cuerpos se acoplaron a los pasillos, al viento salado, a las pitadas constantes. Hay tiempo para mirar al mar sin prisa, para conversar sin urgencias, para sentir con vértigo y paciencia el estar tan lejos y tan cerca de todo a la vez.

Estamos cerca al otro lado del mundo, el paso marítimo comercial más importante del planeta: el canal de Panamá. Esperamos cuatro días por la autorización, cuando llega el silencio de la espera se convierte en movimiento. Esa tarde el buque cumplió con uno de los hitos más importantes de la expedición antártica, atravesar el paso que divide al mundo.

Las esclusas se abrieron como puertas míticas. Primero las tres de Gatún, luego las de Pedro Miguel, y finalmente, las de Miraflores. Son 9 horas, entre ascensos y descensos que impactan a toda la tripulación.

Nueve horas que no se pueden medir, ni largas, ni cortas, pero sí cadenciosas y necesarias. Fue un cruce en cámara lenta hacia el otro lado del continente, que nos recibió casi a la media noche para vernos continuar en nuestra travesía hacia el continente blanco. En ese momento, ya en el Pacífico, sentí una mezcla de alivio y vértigo, como si hubiésemos dejado algo atrás y ganado algo nuevo sin darnos cuenta.

Atrás quedó el Atlántico, el fondeo, la espera, y la ansiedad, ahora desde cubierta, el horizonte se ve más grande y más imponente, en el ambiente ya se sienten los fuertes vientos y el frío, pero todo nos conduce a nuestro primer destino, Valparaíso en Chile, donde descansaremos en tierra por unos días, y luego continuar hacia el corazón de la tierra.

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