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Los avances del Atlántico
La cultura, motor del desarrollo post-2030
jueves, 23 de octubre de 2025
Ejemplos como el Carnaval de Barranquilla nos muestran cómo la cultura puede responder a los grandes desafíos globales
Juan José Jaramillo
Director de Carnaval de Barranquilla
El desarrollo no se mide solo en cifras. La verdadera riqueza de una nación está en su capacidad de crear, preservar y compartir cultura. En los últimos años, el mundo ha comprendido que existe una fuerza tan poderosa como la economía o la ciencia, capaz de transformar territorios, generar empleo y fortalecer identidades. Esa fuerza es la cultura.
El exsecretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, afirmaba que “la cultura abre el alma al diálogo y a la convivencia”. Y es cierto: mirarnos a través de sus ojos es resignificar lo que somos, darle sentido a nuestra manera única de entender el mundo y promover que las nuevas generaciones sientan orgullo por sus raíces, mientras abrazamos la posibilidad de construir territorios más pacíficos y sostenibles.
Tras la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible (Mondiacult 2025), la Unesco hizo un llamado histórico: reforzar las políticas culturales, proteger a los artistas y estudiar la viabilidad de incluir un objetivo específico para la cultura en la agenda de desarrollo post-2030.
Reconocerla como un ODS autónomo no es un gesto simbólico, es un acto de justicia con lo que verdaderamente impulsa el progreso humano. La cultura no puede seguir siendo un complemento, debe ser el tejido que articula las transformaciones sociales, económicas y ambientales del mundo.
Ejemplos como el Carnaval de Barranquilla nos muestran cómo la cultura puede responder a los grandes desafíos globales. A través de la protección del patrimonio, la transmisión de saberes y el fortalecimiento de las economías creativas, se generan soluciones inclusivas y profundamente humanas.
En Colombia, las industrias culturales y creativas representan 3,2% del PIB y más de 600.000 empleos, una cifra que iguala sectores tradicionales como construcción o transporte. Cada peso invertido en cultura retorna más de tres veces en beneficios sociales y económicos, según estudios del BID. En este contexto, el Carnaval de Barranquilla se erige como un modelo de sostenibilidad y desarrollo.
En 2025 generó $880.000 millones en impacto económico y 193.000 empleos directos e indirectos, movilizando una cadena de valor de más de 33.000 hacedores y cerca de 25.000 personas entre equipo logístico, seguridad, salud, vendedores y colaboradores.
Esa es la cultura como sistema productivo, una verdadera industria de creatividad, alegría y cohesión social. A través de esta fiesta declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, Colombia demuestra que es posible hacer de la cultura un dinamizador social y económico a gran escala.
Mientras el mundo redefine sus prioridades post-2030, la cultura emerge como el eje que conecta la educación, la sostenibilidad, la inclusión y la resiliencia. Integrarla como nuevo ODS no solo es coherente, es urgente.
Si queremos construir un futuro verdaderamente sostenible, debemos mirar hacia la cultura y hacia los carnavales, no como decoración de los planes de gobierno, sino como un compromiso real y tangible con las comunidades. El reto es reafirmar la cultura como pilar estratégico del desarrollo y entender que el progreso comienza donde nace el espíritu creativo de los pueblos.