Ambiente

Biodiversidad para un sistema de producción alimentario climáticamente resiliente

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Andrés Vargas

Director del departamento de Economía de Uninorte

La producción de alimentos es una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad y emisión de GEI. A su vez, la producción de alimentos depende de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que de ella se derivan. La capacidad de producir alimentos en suficiente cantidad, calidad y variedad, para garantizar la seguridad alimentaria, se soporta en la salud de los ecosistemas. Esta capacidad está siendo disminuida por prácticas agrícolas y efectos del cambio climático. La variabilidad climática, eventos, extremos, modificaciones de los patrones estacionales, y cambios de largo plazo en temperatura y precipitaciones, impactan de manera negativa la producción de alimentos, las condiciones de vida de los productores, y comprometen la seguridad alimentaria de la población. En este sentido, el sistema de producción alimentario requiere transformarse con miras a alcanzar los objetivos simultáneos de protección de la biodiversidad, mitigación y adaptación al cambio climático, y seguridad alimentaria. Esto requiere ir más allá de considerar ajustes técnicos y/o la incorporación de tecnologías emergentes, como la agricultura de precisión. Es necesario modificar el manejo de las tierras agrícolas, buscando una mayor integración de la biodiversidad dentro los sistemas de producción. Sistemas basados en la biodiversidad, como agroecología o manejo de bosques y pesquerías basados en ecosistemas, lucen promisorios para combatir la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, y el uso no sostenible del suelo.

El tránsito de sistemas productivos de monocultivo e intensivos en agroquímicos hacia otros basados en la biodiversidad no necesariamente compromete la capacidad de producción de alimentos. Evidencia reciente muestra que al menos 50% de los alimentos a nivel global son producidos por productores pequeños en menos de 25% de la tierra arable, y que las granjas pequeñas tienen en promedio rendimientos más altos y albergan más biodiversidad (1). Esto es de especial relevancia para Colombia, donde aproximadamente 60% de las unidades de producción agropecuaria son inferiores a 5 ha y 93% de los productores son personas naturales, de los cuales 95% se considera campesinos (2). A pesar de que los pequeños productores tienen una mayor diversificación productiva, la evidencia para Colombia sugiere una tendencia progresiva a la consolidación de monocultivos (3). Detrás de esta dinámica puede mencionarse la búsqueda de integración en mercados, oportunidades de corto plazo por la disponibilidad de agroquímicos, políticas públicas, configuración de paisajes adecuados para la mecanización de la producción, entre otros.

El tránsito requiere identificar alternativas viables, situadas en el contexto, compresión de las barreras para el cambio, entendiendo que estas tienen que ver con conductas del productor, pero también con la estructura de incentivos del entorno. Más fundamental aún, la transformación no puede operar sobre una aceptación incuestionable de los fines que debe servir el sistema de producción. La productividad no debe ser la única métrica para evaluar el éxito. Si se incorporan los objetivos simultáneos de seguridad alimentaria y conservación de la biodiversidad, la resiliencia del agroecosistema se valorará en términos de su capacidad para alcanzar estos objetivos en un escenario de cambio climático. Más, no menos, biodiversidad es el camino.

1 V. Ricciardi, Z. Mehrabi, H. Wittman, D. James, and N. Ramankutty, “Higher yields and more biodiversity on smaller farms,” Nat Sustain, vol. 4, no. 7, pp. 651–657, 2021, doi: 10.1038/s41893-021-00699-2.

2 Dane, “Encuesta Nacional Agropecuaria 2019.” 2020.

3 J. Leibovich, J. J. Perfetti, S. Botello, and H. Vasquez, “El proceso de transformación agrícola en Colombia: un análisis microeconómico,” Bogotá D.C, 2010.

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