¡La verdadera inclusión que genera progreso!
martes, 12 de marzo de 2019
Si está buscando empezar a ahorrar es necesario que haga una planificación que incluya dentro de esta disciplina, que también se vea evidenciada en la elección del método con el que quiere guardar unos pesos
Leopoldo Romero
Ahorrar es a veces una pretensión llena de expectativas pero una acción difícil de ejecutar. Y no porque los colombianos desconozcamos el valor que significa guardar recursos o planificar el uso de nuestros excedentes de liquidez para afrontar las épocas de ‘vacas flacas’, sino porque muchas veces los ingresos no son suficientes, o porque desconocemos las alternativas que facilitan esta tarea.
Ahora, lo que sí es innegable es que la disciplina y planificación deben ser los pilares fundamentales para ahorrar. Las metas que nos trazamos -ya sea bajar de peso o aprender un nuevo idioma-, requieren de nuestro esfuerzo y dedicación. Una vez alcanzamos el objetivo trazado entenderemos que valieron la pena, mientras que si fracasamos en el intento tal vez nos demos cuenta de que faltó el empeño necesario o utilizamos mal los recursos que teníamos para lograrlo.
Entender las alternativas para ahorrar se nos vuelve una necesidad ante tanta confusión que genera la oferta de productos. El ahorro debe ser un elemento de progreso siempre, ya sea desde la decisión de planificar usando una alcancía o guardando los billetes debajo del colchón.
Y pareciera que cuando nos ponemos serios frente a la determinación de ahorrar, lo primero que pensamos son en las alternativas que ofrece el sistema financiero formal. Pero resulta que en nuestro país existen alternativas de ahorro que cumplen con la finalidad de progreso y bienestar por más que no consistan en productos ofrecidos por dicho sistema y que permiten, entre otras cosas, que personas que no tienen acceso a una cuenta bancaria puedan aspirar a progresar a través del ahorro. Es obvio, además, que antes de la aparición de los bancos ya existía la intención de guardar recursos para afrontar el incierto futuro.
Es más, existen varios ejemplos, en diferentes épocas y latitudes, que demuestran que las comunidades se organizan entre sí para poder entregar recursos a las personas que los necesitan.
Colombia, claro, no es la excepción a la regla. En nuestro país existen opciones para que las personas puedan autofinanciar la compra de bienes y servicios. A través del ahorro programado, las comunidades pueden elegir opciones que se ajusten a sus singularidades, ya que no todas las personas pueden o quieren acceder a un crédito bancario, teniendo en cuenta los costos que estos generan.
Las llamadas ‘Natilleras’ son un ejemplo muy tradicional -sobre todo en Antioquia- de cómo familiares y amigos se ponen en sintonía para alcanzar un objetivo común a partir del ahorro programado. En ellas, las personas acuerdan unas reglas del juego (cuotas, periodicidad, multas, celebración de eventos) que se deben cumplir para que al final cada uno de los participantes reciba su ahorro más unos pesos extra por su rentabilidad. Es, por decirlo de otra manera, una especie de cooperativismo primario que busca mejorar los ingresos de pequeños grupos.
Como esta, existen también otras alternativas de ahorro programado que fomentan la inclusión y cohesión social, ya que no solo permiten el acceso de individuos sin acceso al sistema financiero tradicional, sino que además fortalecen los lazos entre las personas que en ellas participan.
Vale la pena evidenciar y dar a conocer a las personas alternativas para que el ahorro deje de ser una utopía para convertirse en una realidad que genere progreso e inclusión. La discusión de estas herramientas permitirá no solo desmitificar algunos demonios que se han construido alrededor de estos sistemas, sino que abrirá el abanico de opciones para estimular el consumo de los colombianos.