¿Qué no estamos viendo?
martes, 17 de marzo de 2015
Manuel García
La cuestión básica de la situación es que nos acostumbramos, a vivir de un solo bien y que esto representaba nuestro mayor producto de exportación. En casi todos los casos, este producto no tenía ningún valor agregado, pues es un bien básico. Recuerdo en los 90, cuando asistí a la universidad, que la premisa era la siguiente: los países que se quedan en bienes básicos son pobres, los países que generan valor agregado son ricos. Así, los libros de texto exponían la realidad de porqué era necesario invertir en tecnología, producir bienes de valor agregado, etc.
Para mi poca fortuna académica siguiente, los bienes básicos empezaron a ganar valor al tiempo que el valor agregado de los países ricos los llevaba a la bancarrota: ¿qué más valor agregado que una compañía tecnológica? Pero las compañías tecnológicas empezaban a caer en varios casos.
Y así vivimos durante la primera década de este siglo, en el cual el precio de los bienes básicos subía y subía, y los países que producían estos bienes, descuidando todo lo demás, ganaban mucho dinero. Y claro, la teoría económica, que habíamos aprendido en los 90, quedaba, digámoslo en términos sencillos, revaluada.
Esto, a su vez, facilitaba la vida de muchos gobiernos: producir bienes básicos no necesita una preparación (intelectual) muy grande en su componente de su producción, por lo cual las metas educativas eran totalmente aplazables. Diferente a la historia de los asiáticos, en los cuales la inversión en educación fue un punto esencial de su proceso de crecimiento económico. Aquí no hacía falta: sacar petróleo o algunos minerales, no requiere una mano de obra altamente calificada. Porque el dinero relativamente fácil de extraer nos lo da las entrañas de la tierra.
En algunos casos, los países ahorraron; en la mayoría, derrocharon. Y ese derroche se debe empezar a sentir en los próximos años: deudas públicas crecientes, déficits que se deben expandir, y, nuevamente, los ojos inquisidores de los bancos internacionales sobre la región. No puede ser de otra forma, porque para nuestro infortunio, en el promedio estamos al igual que a principios de los 90. O incluso, estamos peor, pues ya sacamos una gran parte de los recursos que son no renovables, lo que quiere decir que dilapidamos unos bienes que no volverán, pero no hicimos cosas que nos garanticen un mejor futuro.
Ahora bien, toca compensar la caída del precio de los bienes básicos de alguna forma. Muchos gobiernos llaman a la inversión, al gasto público, entre otros. Eso está muy bien, pero una cosa es gasto público con los fondos de reserva llenos, otra muy diferente sin ellos. En este caso, América Latina, ¿cómo están tus fondos? Y siempre se encuentra alguna esperanza a la que aferrarse, la de moda en muchos países, es que los chinos vengan con los bolsillos llenos a invertir desaforadamente.
Pero los chinos tienen claro lo que necesitan, y ellos no invierten por gastar su dinero sin pensarlo: tontos, no son. Los chinos le dan dinero a quien tiene alguna forma de pagarlo, pues aunque tienen una forma de gobierno que muchos aún asocian con “regalar” el dinero, la verdad es que son altamente pragmáticos: algunos gobiernos en América Latina piensan que los chinos, por oponerse a la “potencia imperialista” (léase Estados Unidos), van a venir y darnos dinero sin ton ni son. No es así, y no será así.
Entonces, podría ser probable que veamos mayores emisiones de deuda, rebajas de calificación, problemas y más problemas, porque, tal parece, se viene una época nueva de vacas flacas. Y después del derroche, de la exuberancia (quizá más irracional de la que alguna vez pensó un antiguo presidente de la Reserva Federal), va a llegar una cruel realidad: la que nos muestra que, a pesar de todo, los textos clásicos de economía, tenían algo de razón.
Porque era imposible que hubiéramos aprendido mal…es más factible que alguien no está diciendo la verdad completa.