Finanzas

Bloomberg quiere que todos los traders empiecen a utilizar gafas 3D

Bloomberg

Expansión - Madrid

Al menos, tendrán que hacerlo aquellos que usen esos populares terminales de Bloomberg que ofrecen a los profesionales acceso a información y análisis al instante de los mercados de valores. Son empleados por inversores de todo el mundo, que normalmente utilizan varias pantallas para acceder a la vez a todos los datos que necesitan a través de las claves que van insertando en un teclado.

Prototipo

Pero todo esto podría ser pronto parte del pasado. La idea de Bloomberg al incorporar las gafas en 3D al terminal es que el inversor pueda ver simultáneamente veinte de esas pantallas, que se podrían incluso controlar a través de movimientos corporales, permitiendo que los inversores tengan libres las manos para hablar por teléfono. Cada una le mostraría determinada información, pudiendo así acceder a ella rápidamente sin incómodos cambios manuales de pantalla.

¿Futurista? De momento, se trata sólo de un prototipo que parece que presentará esta semana la empresa (fundada por el exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg) en la celebración del The Bloomberg Next Big Thing Summit.

La maqueta funciona por ahora con vídeos en lugar de con información en tiempo real y se conforma con un ratón para navegar a través de la veintena de pantallas, pero todo apunta a que el control a través de gestos será sólo cuestión de tiempo.

¿Precio?

De lo que no se sabe nada todavía es de su precio. Actualmente, 315.000 clientes en todo el mundo pagan a Bloomberg US$22.000 anuales (16.200 euros) por el alquiler de cada terminal.

Muchos lo abonan sin dudarlo, pues dicen que no podrían vivir sin ella y sin los miles de millones de dólares que mueve en todo el mundo. Otros se quejan de su precio y de las pocas opciones del mercado: además de Bloomberg, que controla un tercio del negocio de información económica, están Thomson Reuters, que gestiona otro tercio, y pequeñas firmas especializadas que se reparten el resto. Y hay quien no sabe ni lo que vale pues lo paga su empresa, y no tiene más remedio que convivir con ella y, pronto, con sus nuevas gafas virtuales.