Finanzas

Focalizar el gasto público para reducir más la pobreza

Mauricio Hernández Monsalve

Los mejores resultados en la pobreza no solo estuvieron basados en factores monetarios, que son muy importantes, indudablemente, pero no son los únicos. Esto es, sin crecimiento económico, sin incrementar el salario real promedio y sin aumentar la productividad laboral ningún avance significativo en reducir la pobreza es posible. Pero, existieron otros aspectos multimodales que fueron implementados por la política pública, con mayor o menor éxito relativo.

Se mejoró el acceso a bienes públicos, a una mejor vivienda, a educación y a salud. La educación se volvió gratuita. La salud se aseguró, se redujo el gasto de bolsillo y es subsidiada para 50% de la población. De hecho, como resultado, se redujo de forma considerable la desigualdad medida con el coeficiente de Gini. 

Sin embargo, falta mucho. La meta global de varias instituciones mundiales que se han pronunciado contra la pobreza es que en 2030 no haya pobres. Hoy en día, 9% de la población mundial es pobre. Esto significa que más de 650 millones de personas están en esta condición, de los cuales 13,2 millones están en Colombia. Y, de ellos, 4 millones en condición extrema de pobreza. 

Las mejoras adicionales en pobreza, hasta llegar a cero, serán cada vez más difíciles. No solo porque ya se ha reducido a umbrales bajos, sino también porque el producto interno bruto y los ingresos fiscales de los próximos años crecerán a una tasa mucho más moderada. Los menores precios internacionales de las materias primas, la menor tasa de inversión privada y la reducción del PIB potencial exigirán de la política pública más creatividad y eficiencia.

En esta línea se ubica la actualización del modelo del Sisbén. Ya está en marcha desde la anterior administración del DNP y debe ser continuado por el nuevo director, quien hizo parte de todo el programa como subdirector. Es elemental que los subsidios del Estado lleguen a los verdaderos necesitados, en vez de intensificar las desigualdades que aún subsisten en Colombia. 

Sin embargo, no es suficiente con esto. Dado que la tasa de pobreza en las zonas rurales del país es mucho más elevada, aún se ubica en 38,6%, la política debe tener un énfasis prioritario en las regiones más rurales. Tenemos un atraso de más de medio siglo en las carreteras que conectan los centros de producción agrícola con los centros poblados de consumo. Los productos de nuestro país pueden llegar a ser más caros que los importados por la ausencia de estas vías interiores o por la mala calidad de las existentes. Este rubro debe ser sin duda una priorización eficiente del gasto público.

Además, el uso del suelo en Colombia no es eficiente. La ganadería es extensiva y se lleva a cabo en tierras que son más aptas para la agricultura. Hace falta profundizar en sistemas de riego, mejora y optimización de las semillas y en la tecnificación del campo. Incluso, todo esto podría incentivar el retorno de los hijos educados a las fincas agrícolas (al menos de forma parcial) por el mayor retorno de la actividad rural.  

Finalmente, en las zonas urbanas es necesario mejorar los sistemas de transporte público, que sean extensivos e incluyentes, que permitan a cualquier persona desplazarse por toda la ciudad con el pago de una única tarifa. 

Las medidas aquí propuestas no son exhaustivas, ni mucho menos. Deben ser combinadas con otras labores de índole social y económica para reducir la pobreza. Pero, lo que sí quiere dejar claro esta columna es que en el nuevo entorno económico, con menores recursos fiscales a la vista, solo la priorización y la eficiencia del gasto podrán seguir reduciendo a buen ritmo la tasa de pobreza.