La tasa de cambio: ¿cura o enfermedad?
sábado, 12 de marzo de 2016
Juan Pablo Espinosa
No obstante, la evolución de la tasa de cambio no deja tranquilos a los analistas, los empresarios y las autoridades, ¿por qué esta incomodidad? Una primera razón es que con la depreciación no se ha logrado cerrar el desequilibrio externo. Detrás de esto hay factores como la fuerte caída en los precios de las materias primas y las dificultades económicas de nuestros principales socios comerciales.
Pero lo más preocupante es que los volúmenes de comercio exterior no están respondiendo a la mayor devaluación. Técnicamente, lo que la evidencia muestra es que en Colombia no se están cumpliendo las condiciones Marshall-Lerner.
Esto refleja el hecho de que las exportaciones están concentradas en bienes básicos y que hay limitaciones productivas en muchos sectores. Por lo tanto, el peso podría seguirse depreciando y aún así no se daría un salto cuantitativo en las exportaciones, ni se dejarían de importar bienes que Colombia no está en capacidad de producir.
En segundo lugar, el fortalecimiento del dólar ha venido acompañado de alta volatilidad. Las grandes fluctuaciones de la tasa de cambio afectan las decisiones económicas y generan incertidumbre. El ejemplo más claro es el de un exportador que, a pesar de la oportunidad que representa vender al exterior a un dólar por encima de $3.000, no está dispuesto a invertir para producir más, porque teme que a la vuelta de un tiempo la tendencia de la moneda se revierta y su negocio pierda.
Al respecto, hicimos un análisis econométrico que concluye que el actual régimen de alta volatilidad cambiaria va a continuar por un buen tiempo.
Por último, está el dilema que tiene el Banco de la República. Los ajustes a las condiciones para activar las subastas de opciones de desacumulación de reservas revelan que la cotización del dólar es un elemento complejo para la política actual del Emisor.
En particular, el debilitamiento del peso contribuye a evitar un mayor desequilibrio externo, pero también acentúa la inflación de los bienes transables. Por lo tanto, aunque una corrección de la tasa de cambio sería deseable desde la perspectiva inflacionaria, complicaría el objetivo de reducir el déficit en cuenta corriente.
Estas reflexiones nos llevan a afirmar que si hoy tuviéramos una tasa de cambio administrada, como hasta finales de los noventa, el desplome de los precios del petróleo hubiera causado un impacto económico mucho mayor. Sin embargo, la devaluación tampoco ha sido la panacea que esperábamos. Para que en el futuro la flotación cambiaria genere más beneficios que efectos adversos es indispensable que Colombia avance en su reconversión productiva y reduzca su dependencia de las materias primas. Solo así lograremos superar muchos de los desafíos macro que hoy enfrentamos.