Finanzas

Planeación financiera

James Loveday

Planear cómo afrontar el futuro cobra especial relevancia en una época en donde no se puede dar nada por sentado.  ¿A qué me refiero?  Probablemente para nuestros abuelos el futuro era, visto en perspectiva, una prolongación relativamente lineal del presente; es decir, más predecible.  Sin embargo, los tiempos modernos han traído cambios más profundos y que se desenvuelven en periodos relativamente cortos.  Basta con poner el ejemplo laboral: hace unas décadas era casi impensable que uno cambiara de trabajo cada 5 años o menos.  Hoy no es extraño encontrar esta realidad.

La impredictibilidad del futuro pudiera llevarnos a concluir que cualquier planeamiento es un ejercicio absurdo dado que “cada vez es más difícil ver frente a nuestras narices”.  Todo lo contrario. La planeación es más importante que nunca.  Déjenme explicar este punto con una imagen: si soy un navegante en un mar donde no hay grandes olas ni corrientes, y el viento es estable, debería llegar al destino de mi travesía sin tener que realizar mayor esfuerzo.  Ahora bien, si navego en un mar con corrientes y vientos cambiantes, y con el riesgo de que aparezcan olas imprevistas, es muy importante no sólo tener claro las coordenadas de mi punto de llegada, sino qué planes de contingencia tengo en caso de que la corriente cambie o una ola intempestivamente golpee contra mi embarcación.  La planeación financiera es justamente esa hoja de ruta y los planes de contingencia que debiera manejar en la travesía de la vida. 

La planeación financiera parte por esas coordenadas del punto de llegada de las que hablé.  En términos más concretos, dichas coordenadas son los objetivos que una persona plantea, y que pueden ser de corto, mediano o largo plazo.  Aunque algunos crean que dicha planeación abarca sólo los de largo plazo; lo cierto es que abarca todos los plazos.  La razón es bastante sencilla: tanto el corto, como el mediano y el largo plazo los une el presente, y los objetivos en distintos plazos son influenciados por el conjunto de decisiones que la persona tome (o no) desde el hoy.  Estos objetivos (inclusive los de corto plazo), no son fijos, dado que las circunstancias cambian, tanto personales como del entorno.  Pero ello no quiere decir que un ejercicio de planeación sea irrelevante.  Por el contrario, el entorno nos obliga a evaluar continuamente dicha hoja de ruta así como tener la flexibilidad de plantear los cambios que sean pertinentes.

En una planeación financiera, los objetivos dependen de un tema monetario que se requiere para alcanzarlos (de lo contrario sobraría el término “financiero”), lo cual implica un sacrificio en el presente con el fin de alcanzar las metas futuras.  En otras palabras, el ahorro está presente, así como la necesidad de invertir dichos recursos para obtener los resultados esperados.

Expuesto así, la planeación financiera parece un tema sencillo.  Si bien los principios en los que se basa efectivamente lo son, lo cierto es que el diablo se encuentra en la implementación.  En efecto, sin una disciplina y un seguimiento continuo, como seres humanos podemos dejar los planes de lado y terminar preocupándonos sólo por el presente. 

Hay un componente que generalmente no le damos la importancia debida y tiene que ver con los riesgos a los que estamos expuestos y, por ende, con los planes de contingencia que necesitamos para no alejarnos demasiado de nuestros objetivos.  Hay riesgos que podemos evitar, como un cáncer pulmonar y la decisión de no fumar; hay otros que podemos mitigar, como accidentes graves y la decisión de no hacer deportes de alto riego, para mencionar ejemplos puntuales.  Sin embargo, hay riesgos que no podemos evitar ni mitigar.  La buena noticia es que podemos protegernos de muchos de ellos con seguros a costos razonables. 

Si bien el tema de seguros es tan amplio que merece una columna exclusiva, es importante recalcar que son un elemento clave dentro de una planeación financiera completa: aquella, como mencioné, que no solo incluye las coordenadas del punto de llegada y las distintas rutas posibles, sino también los planes de contingencia que debemos tener para evitar que un mal tiempo se interponga en nuestra travesía.