Cartier contra Tiffany: una de las guerras del lujo más importante en la actualidad
jueves, 7 de abril de 2022
Cartier se enfrenta a Tiffany por robo de secretos, Bernard Arnault demanda a François Pinault. Así son las guerras más glamurosas.
Expansión - Madrid
La angelical Audrey Hepburn podría ser la protagonista de una nueva película: La batalla de los diamantes. Audrey trabaja como ayudante de dirección en la firma francesa Cartier, un puesto poco glamuroso pero con acceso a información muy sensible. Su sueño obsesivo siempre ha sido entrar en Tiffany -como quedó genialmente reflejado en el filme Desayuno con diamantes- y no para hasta que lo consigue. Primero roba del escritorio de su jefe los dossieres secretos de la estrategia de Cartier en alta joyería, los copia con su teléfono móvil -imagínense la escena en el cine- y luego se los pasa a Tiffany a cambio de su contratación.
En la vida real, Audrey Hepburn se llama Megan Marino y su historia es la base de una multimillonaria demanda presentada en un tribunal de Manhattan por la marca francesa Cartier contra su competidora norteamericana Tiffany. Cartier -que pertenece al grupo suizo Richemont- acusa a Tiffany de robarle planes confidenciales sobre sus colecciones de alta joyería, cuyas piezas tienen precios de entre 50.000 y un millón de dólares. La empresa denunciante argumenta que les arrebataron a Megan Marino en "una operación desesperada de Tiffany" por relanzar su división de joyería, que quedó diezmada tras la salida de varios directivos después de que Tiffany fuese adquirida por LVMH.
La batalla de los diamantes puede dar para una serie de Netflix, ya que Megan Marino sólo duró cinco semanas en Tiffany. La despidieron por incompetente y ella se vengó destapando todo el complot. "La dirección de Tiffany -ha dicho Megan Marino- estaba más interesada en contratarme como fuente de información confidencial de Cartier que como gerente de alta joyería".
Detrás de estas misteriosas maniobras está la poderosa mano del dueño de LVMH, Bernard Arnault, que se hizo con Tiffany a finales de 2020 tras una enrevesada batalla empresarial y judicial. Arnault primero lanzó una opa sobre Tiffany por 15.000 millones de euros, luego la retiró con el argumento de la pandemia y finalmente se logró quedar con la prestigiosa casa de la Quinta Avenida por una cifra muy inferior: 13.500 millones.
Bernard Arnault -que es el tercer hombre más rico del mundo tras Elon Musk y Jeff Bezos- ha creado su imperio del lujo a base de unas millonarias adquisiciones que, como en el caso de Tiffany, muchas veces han estado rodeadas de polémica, como fue el caso de las compras de Christian Dior y Bvlgari. A Arnault le gusta vencer siempre, aunque a veces le ha ganado el pulso su gran rival François Pinault, fundador del grupo Kering. Ambos mantienen una dura y glamurosa pugna en el mundo del lujo desde hace años, y han protagonizado sonados enfrentamientos a lo largo de sus vidas que les ha llevado a verse las caras ante los tribunales.
Como ocurrió con la batalla por Gucci. Arnault inició las hostilidades al lanzar una opa hostil sobre la firma italiana de productos de lujo. Para hacer frente al asalto, la familia Gucci pidió ayuda a François Pinault, que acabó ganando la batalla. El dueño de LVMH, enfurecido por la derrota, presentó una demanda acusando a Pinault de haber comprado acciones de Gucci de forma ilegal.
Pocos meses después, Pinault volvió a hacer morder el polvo a Arnault al hacerse con Yves Saint Laurent, una firma francesa emblemática que LVMH llevaba tiempo intentando sumar a su cartera de marcas. Estas dos derrotas espolearon a Arnault, que se lanzó a una frenética carrera de adquisiciones y que le llevó a comprar 100 empresas en 10 años. Así creó el líder del lujo con marcas como Loewe, Louis Vuitton, Christian Dior, Bvlgari, Givenchy, Guerlain, Céline, Zenith, TAG Heuer, Hennessy, Moët & Chandon, Dom Pérignon y, por supuesto, Tiffany.
Su principal competidor es François Pinault, que a través de Kering cuenta con enseñas no menos glamurosas como Gucci, Yves Saint Laurent, Balenciaga, Bottega Veneta, Boucheron y Alexander McQueen. El tercer gran grupo de lujo es Richemont, muy especializado en relojes de alta gama con marcas como Cartier, Montblanc, Jaeger-LeCoultre, Chloé, Piaget, Van Cleef, Vacheron, IWC y Baume & Mercier.
Para estos gigantes del lujo son más valiosos los secretos empresariales de la competencia que los diamantes que contemplaba Audrey Hepburn en el escaparate de Tiffany. Incluso aunque esos secretos sean tan pueriles como unos pantalones oscuros, anchos y de tela acolchada. Es lo que enfrentó en 2009 a dos emblemas del lujo que aún hoy permanecen en manos de sus creadores: Armani y Dolce & Gabbana. El diseñador italiano Giorgio Armani aseguró que sus colegas Domenico Dolce y Stefano Gabbana le habían copiado los pantalones acolchados y les afeó públicamente: "Ahora copian, mañana ya aprenderán". La respuesta de los también diseñadores italianos Dolce & Gabbana fue muy contundente: "Seguramente nos queda aún mucho por aprender, pero no de él".
El espionaje en el mundo del lujo también ha salpicado a otros sectores como el de belleza, la alta hostelería e incluso la Fórmula 1. L'Oréal fue sancionada por enviar espías para conocer los secretos del éxito de los exclusivos centros de belleza Guinot. Los hoteles Starwood demandaron a Hilton por arrebatarle 100.000 archivos confidenciales con sus planes estratégicos. Y la escudería McLaren fue condenada por robar los planos del monoplaza que iba a lanzar Ferrari.
Curiosamente, la marca del cavallino era la preferida de Audrey Hepburn. La actriz poseía un glamuroso Ferrari 250 GT Cabriolet, que fue vendido por un millón de euros en una prestigiosa casa de subastas de París.