Chile enfrenta la elección más ajustada de su historia reciente
viernes, 15 de diciembre de 2017
Los candidatos luchan por los votantes radicales en una carrera sorprendentemente estrecha.
Diario Financiero - Santiago
El resultado final de la elección más competitiva en la historia reciente de Chile depende de la participación, en un país en que muchos votantes están desilusionados de la política tradicional.
Apenas hace un mes, una victoria para el multimillonario Sebastián Piñera en las elecciones presidenciales del domingo parecía asegurada, lo que impulsaba una fuerte racha alcista en la bolsa local este año, tras seis años de estancamiento.
Pero un desempeño sensacional de los candidatos más radicales de la izquierda y derecha en la primera vuelta electoral el mes pasado sembró la duda sobre la carrera.
El resultado -Piñera logró 36,6%, en comparación con las predicciones que apuntaban a 44%, mientras Alejandro Guillier, un expresentador de televisión, quedó segundo con 22,7%- derribó al mercado, que se derrumbó casi 10% en las semanas siguientes.
"La derecha ganará con abstención, la izquierda ganará con votos", dice Sergio Bitar, un asesor de Guillier, cuyas posibilidades de triunfar se están volviendo cada vez más creíbles.
El candidato representa el núcleo de la dividida coalición de centroizquierda de la presidenta Michelle Bachelet, que implementó un programa de reformas muy criticado, con el objetivo de reducir la desigualdad, y presidió cuatro años de estancamiento económico.
Vitales para ambos candidatos son los votantes de la coalición radical de izquierda Frente Amplio, que sorprendió a los escépticos al lograr 20,3% de los votos, más del doble de las predicciones de las encuestadoras.
"Muchos votarán por Guillier porque no quieren que Piñera gane, pero muchos no votarán", dice Javiera Parada, una figura líder del Frente Amplio, estimando que este grupo podría representar cerca de 30% de los votantes de su coalición. "Podrían ser el 30% que decida la elección".
Si Piñera, amigable con los negocios, logra la victoria que los inversionistas estaban esperando, tras convertirse en el primer líder de centroderecha en ganar la presidencia desde la caída de la dictadura de Augusto Pinochet, en 1990, se uniría a Mauricio Macri, como otro empresario exitoso convertido en presidente en América Latina.
También sería la segunda vez que suceda a Bachelet en el poder, tras haberla reemplazado luego de su primer período entre 2005 y 2010. Representaría el más reciente giro hacia la derecha en la región, a medida que la "marea rosa" de gobiernos de izquierda que llegó al poder durante el boom de los commodities comienza a retirarse.
"Habría algo de un giro a la derecha, pero también habría un retorno a la norma, porque Piñera representa el ethos de la Concertación antes de que se convirtiera en la Nueva Mayoría: mercados abiertos con una fuerte política social", dice David Gallagher, presidente de Asset Chile, un banco de inversiones, en referencia a la coalición de centroizquierda que ha dominado la política chilena desde el retorno de la democracia.
Pero Enrique Correa, un asesor político, argumenta que hay relativamente poca diferencia entre Piñera y Guillier. "No hay mucho en juego en esta elección. Ambos candidatos son en realidad muy cercanos al centro político, y aunque se veían muy distantes en la primera vuelta, sus propuestas programáticas en la segunda vuelta son bastante similares", dice.
Él argumenta que a pesar del estancamiento del crecimiento, los pilares de la economía chilena -un banco central independiente, un sistema financiero robusto y su apertura al comercio internacional- siguen siendo sólidos.
En tanto, la mayoría de los chilenos están relativamente satisfechos, aunque el crecimiento de la clase media debido al boom de los commodities ha dejado a algunos con temor de volver a caer bajo la línea de la pobreza. Esto explica la fuerte demanda en Chile por mejor salud, educación y pensiones que han marcado el debate nacional en los años recientes.
Pero debido a las nuevas fuerzas como el Frente Amplio que emergieron en las elecciones legislativas paralelas del mes pasado -luego de la reforma electoral de Bachelet, que introdujo representación proporcional y ayudó a poner fin a casi tres décadas de dominación bipartidista- la fragmentación del congreso adelanta una nueva era para la política chilena.
Eso, combinado con un deterioro de la confianza en la élite política y empresarial y una falta de capacidad para construir consensos, podría ser problemático, dice Correa.
"Estas solían ser las fortalezas de Chile. Probablemente, incluso con las nuevas demandas del nuevo siglo, sería bueno volver a la tarea agotadora de construir la confianza y los consensos, especialmente cuando Chile está tan cerca de convertirse en un país desarrollado".