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Choferes y repartidores de apps conducen hacia su reconocimiento formal ante la ley

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En México los jornaleros digitales, como se les ha llamado, demandan su clasificación como trabajadores, pagos justos y prestaciones

El Economista - Ciudad de México

Aunque hay discrepancia entre los colectivos en el reconocimiento de la relación laboral con las plataformas digitales, coinciden en pedir pagos justos, acceso pleno a seguridad social y no limitar la flexibilidad de trabajo.

La lucha por los derechos laborales nunca ha sido fácil, menos cuando tu ocupación rompe las formas tradicionales del trabajo, tanto que no te quieren llamar trabajador o trabajadora. Pero, quienes laboran en las plataformas digitales de transporte y reparto se han organizado y los puntos en torno a los que se han unido son seguridad social y flexibilidad.

Este movimiento obrero es internacional y su avance, dispar. En México los jornaleros digitales, como se les ha llamado, demandan su clasificación como personas trabajadoras, reconocimiento de la relación laboral, flexibilidad para ejecutar sus servicios, pagos justos y prestaciones, entre otras peticiones. Esto, de manera general, pues hay posturas opuestas.

Todo indica que las autoridades laborales no dejarán pasar esta ola mundial y están asumiendo su responsabilidad. La titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), Luisa María Alcalde, ha dicho que presentarán ante el Congreso una propuesta de reforma para garantizarle derechos a esta población. Para ello, ha mantenido diálogo con empresas y trabajadores.

En Ni Un Repartidor Menos agruparon sus demandas en tres ejes: derechos laborales; no violencia, acoso y discriminación, y movilidad segura. Para la Unión Nacional de Trabajadores por Aplicación (Unta), por su parte, “todo empieza con el reconocimiento de la relación laboral y de ahí se desprenden un montón de derechos”.

Sergio Guerrero, secretario general de la Unta, explica que eso “podría ocurrir sin una reforma, como pasó en Reino Unido o Suiza, donde los tribunales establecieron que los conductores de Uber son empleados”.

Es en este punto donde hay un desacuerdo entre las organizaciones. “Empezar por la seguridad social es una muy buena opción, porque nos va a beneficiar a todos. Para los puristas lo laboral” sería lo principal, dice Saúl Gómez, fundador y vocero de Ni Un Repartidor Menos, pero este modelo de trabajo “no tiene una sola manera de regulación”.

El dirigente considera que México puede sentar un precedente, generando derechos laborales a partir de la seguridad social. “La reforma no será perfecta, pero la seguridad social es un avance y lo más importante es conservar la flexibilidad”.

No obstante, “si dejamos a un lado el reconocimiento de la relación laboral, se enfriará este tema y no habrá manera de hacerles cumplir (a las empresas) sus obligaciones básicas”, dice Salvador Godínez, líder de la Unión de Trabajadores de Plataformas Digitales, Pasajeros y Alimentos de México (Sutram). “Estamos ante monstruos económicos que pueden hacer lo que quieran si les damos espacio”.

Sergio Guerrero sostiene que el vínculo laboral es lo que realmente mejoraría “la calidad de vida de los trabajadores por aplicación. Y esperamos que la flexibilidad no sea la moneda de cambio, porque realmente nos interesa conservarla. Después vendrían otros derechos, como el aguinaldo, vacaciones, el descanso”.

Las empresas han señalado que una “mala” regulación podría terminar con la flexibilidad. “Ése ha sido el discurso para espantar a las autoridades y a los trabajadores y frenar la reforma. Pero con la tecnología correcta se puede mantener la flexibilidad”, apunta.

Propuestas formales sobre la mesa
“Lo primero que queremos es la seguridad social en sus cinco esquemas”, subraya Saúl Gómez. Con ello, quienes sufran de algún accidente “pueden tener una pensión. También pensamos en el retiro, porque no toda la vida queremos o podemos ser repartidores, debemos tener la expectativa de llegar a cierta edad y retirarnos con dignidad”.

Desde el inicio de la pandemia, “72 compañeros han muerto” sin que tuvieran la atención adecuada y dejando sus familias sin ninguna seguridad, agrega. “Todo esto cambiaría con la seguridad social” y el modelo híbrido que aprobaron en Chile podría funcionar en México, considera.

En la Unta, su segunda petición es el acceso pleno a la seguridad social, “que no se trata solamente del servicio médico, sino que es ahorro para el retiro, crédito para la vivienda, incapacidades pagadas y otros beneficios”.

Las organizaciones gremiales ya le han planteado sus propuestas a la Stps. En agosto, 25 colectivos, entre ellos Unta y Sutram, entregaron un “Manifiesto de piso mínimo” con 10 puntos básicos que piden sean incluidos en el proyecto oficial. La semana pasada, en tanto, el movimiento Ni Un Repartidor Menos presentó el proyecto de un nuevo capítulo para la legislación laboral.

Algunas propuestas son la definición de las personas trabajadoras de plataformas digitales con tres categorías: eventuales, medio salario y salario completo; que la remuneración se fije por día, orden de trabajo, tiempo de conexión, boletos vendidos o kilómetros recorridos y que se extienda el alcance de las disposiciones legales contra el acoso sexual y la discriminación para quienes laboran en aplicaciones.

Nacen los colectivos gremiales en el sector

Saúl Gómez comenzó a trabajar en las plataformas a finales de 2016. “Venía de otro lugar igual de carente de derechos”, de lunes a domingo laboraba en un negocio de venta de pisos laminados con un salario de 1,200 pesos semanales. Cuando en su primer día como repartidor ganó poco más de 4,000 pesos, sintió “que ahí era”.

La historia de Sergio Guerrero en las apps inició en 2018. Estudiaba en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) y trabajaba en una cafetería de Starbucks, pero la jornada laboral ahí le dificultaba acudir a clases. Así que renunció, con su finiquito se compró una bicicleta y se anotó a una aplicación como repartidor. Su ingreso creció y tenía una gran flexibilidad de horario.

Para ambos, al principio todo fue casi perfecto. “Pero pronto me di cuenta de lo riesgoso que es este trabajo y que no tenemos ningún tipo de prestación, ni siquiera servicio médico”, dice Sergio Guerrero. “Me quise empapar de información y me encontré con investigaciones y jurisprudencias internaciones que nos reconocen como trabajadores”.

Eso le dio las bases para comenzar a organizarse con otros compañeros y en julio de 2021 la Unta recibió el registro sindical oficial. La Fundación Friedrich Ebert (FES) les ha acompañado en este proceso.

En tanto, Ni Un Repartidor nació de la muerte de José Manuel Macías Flores en un accidente vial. El accidente de su compañero fue difícil para Saúl Gómez y muchos más, pero lo canalizaron en la organización. “Primero era un grupo para ayudarnos en caso de accidentes u otros problemas”. Lo siguiente fue conocer sobre derechos laborales y exigirlos, para lo cual han recibido apoyo de la organización Nosotrxs.

“En Sutram iniciamos a finales de 2019 “ante los abusos de las aplicaciones, la falta de seguridad y la muerte de muchos compañeros en accidentes cuyas familias no recibieron ninguna indemnización”, cuenta Salvador Godínez. “Conseguimos hacer eco en varias organizaciones ya agrupadas en diferentes partes del país y actualmente somos 10,000 somos compañeros”.

Para crear la Unta la primera lucha fue interna, pues para exigir derechos laborales “se necesita que los compañeros se vean a sí mismos como trabajadores. Al principio, había quienes se concebían como freelancer, emprendedores, trabajadores independientes”, cuenta Sergio Guerrero.

Ha sido, una batalla ideológica, dice. El discurso neoliberal diluyó la conciencia de clase, “bajo el engaño que cada quien puede ser su propio jefe” y con ello la responsabilidad de las empresas desaparece, comenta. Si a eso se suma “el desprestigio de la organización sindical en general, convencerlos de que el sindicato es la vía para defender los derechos laborales fue muy difícil”.

La otra dificultad de la organización colectiva es que no cuentan con un centro de trabajo, lo que impide en cierta forma que puedan coincidir en un punto para intercambiar opiniones y experiencias.

Para Saúl Gómez, por su parte, “a la gente no le interesa tanto estar sindicalizada, lo que quiere es trabajar. Antes de hablar de sindicalización, “tenemos que conseguir derechos que después puedan pelear esas organizaciones”.

También considera que la Stps “no revisa a detalle” el cumplimiento de la reforma laboral para democratizar los sindicatos. La opacidad y corrupción en esas organizaciones prevalecen, opina. “En este momento ese modelo (el sindicalismo) no nos representa. Necesitamos seguir construyendo los derechos que necesitamos defender antes de ir a un modelo sindical”.

El atractivo se empieza a difuminar

La bonanza de los primeros años terminó, al menos para la parte trabajadora. Llegó más gente y las empresas bajaron los bonos y los pagos, dice Saúl Gómez. Los ingresos que reciben ahora ya no son los 4,000 pesos diarios que podían llegar a ganar en un día.

“Por una parte, antes no había tanta mano de obra, entonces, era bien pagado relativamente. Pero el servicio se fue encareciendo para los clientes y los pagos para los trabajadores se fueron reduciendo”, dice Sergio Guerrero.

El algoritmo también juega un papel. “Nos hemos dado cuenta que para los trabajadores nuevos hay cierto ritmo de trabajo mayor al de quienes llevamos tiempo. Eso funciona como gancho para atraer a más personas. Recuerdo que cuando recién llegaron las aplicaciones gente renunció a sus trabajos para dedicarse a esto por los buenos ingresos”.

Al respecto, Salvador Godínez dice que “últimamente las aplicaciones nos cobran muchísimas comisiones”. Por ejemplo, la opción de elegir viajes que les queden rumbo a sus casas, la cual utilizan cuando están próximos a terminar su jornada, le “quita casi todo lo que le cobran al pasajero”.

La tarifa dinámica, en la que los viajes pueden llegar a doblar su costo de un momento a otro, “no nos beneficia realmente a nosotros. Casi todo eso se lo quedan las empresas”. En general, calcula, por cada 100 pesos, las aplicaciones se quedan hasta con 70 pesos.

Por todo eso, Sergio Guerrero, líder de la Unta, insiste: “Sabemos que tal vez nuestras propuestas serán diluidas en este proceso de diálogo social. Pero algo innegociable para nosotros es el reconocimiento de la relación laboral”.

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