Conozca los rostros de los millonarios con el título de "hechos a sí mismos"
domingo, 20 de octubre de 2024
Este listado tiene la particularidad de que los empresarios que lo componen pasaron por difíciles circunstancias a lo largo de su vida
Expansión - Madrid
Amancio Ortega y Carl Icahn levantaron dos compañías desde cero gracias a su astucia. George Soros sobrevivió al Holocausto ocultando su identidad y Oprah Winfrey vivió en la pobreza y sufrió todo tipo de abusos en su infancia.
¿Es posible pasar de vender batas a controlar la mayor empresa de España por capitalización? ¿Pudo un superviviente del Holocausto fundar una de las mayores firmas de inversión de la historia? ¿Se puede ser la presentadora de televisión favorita de los estadounidenses tras sufrir una infancia traumática?
La respuesta a todas estas preguntas es sí. Hay personas que han logrado hazañas y han superado retos imposibles para muchos. Sus vidas podrían perfectamente protagonizar series de televisión. Así ha ocurrido con Oprah Winfrey, la estrella de la pequeña pantalla en Norteamérica, cuya niñez es sinónimo de sufrimiento.
Huir de dictaduras, ser víctima del racismo, quedarse huérfano o ser madre adolescente son otros obstáculos superados por empresarios que nacieron en familias sin tradición empresarial, donde la preocupación diaria no era el comportamiento de un valor en Bolsa, sino cuadrar gastos para llegar a fin de mes.
Por ejemplo, el fundador de WhatsApp, Jan Kaum, vio cómo tras emigrar a EE.UU desde la URSS a su madre le diagnosticaron cáncer y necesitaron de ayudas públicas para salir adelante.
La historia de éxito de Amancio Ortega
Cualquiera que haya vivido en la ciudad de A Coruña en los años 50 asegurará tener en su retina la imagen de un joven Amancio Ortega repartiendo camisas sobre una bicicleta. Podría ser él, el fundador de Inditex, o cualquier mozo de su quinta en aquella ciudad atlántica de la posguerra, con poco más de 120.000 habitantes a la que había llegado por destinos del tren.
Hijo de ferroviario, nacido en el pueblo leonés de Busdongo de Arbas en 1936, llegó a la ciudad gallega con doce años y pronto se puso a trabajar como repartidor en la afamada camisería Gala. Escaló a dependiente y encargado de tienda para más tarde seguir los pasos de sus hermanos mayores, Antonio y Josefa, en La Maja, otro de los emblemas del comercio textil de la ciudad. Allí conoció a la que fue su primera mujer, Rosalía Mera, que, junto a Primitiva Renedo -la esposa de su hermano Antonio- fueron las autoras de los patrones y cosidos de las primeras batas de boatiné que fabricó GOA desde 1963.
Así daba la primera puntada: con buen diseño, la bata se convertía en el 'abrigo' de casa, la moda al alcance de cualquiera. La segunda apenas tardó doce años, cuando además de producir, Amancio Ortega piensa que por qué no también comercializar sus propias prendas, y abre la primera tienda Zara en la calle Juan Flórez de A Coruña.
Antes de lanzarse al mercado internacional, Ortega agrupa todas las sociedades bajo el paraguas de Inditex, que debuta en Bolsa en mayo de 2001 con una valoración de menos de 10.000 millones de euros (US$11.000 millones). Entonces se desveló la imagen de aquel emprendedor que tenía como mano derecha a José María Castellano, consejero delegado y vicepresidente del grupo hasta 2005.
Hoy su capitalización bursátil roza los 170.000 millones de euros (US$171.000 millones), está presente en los cinco continentes, tiene 5.667 tiendas y un canal online que pone a prueba su logística para mantener sus prendas a la última moda en cuestión de días. El mundo parecería habérsele quedado pequeño si no fuera porque año a año Inditex se supera a sí mismo, ahora bajo la presidencia de su hija Marta Ortega Pérez y la dirección de Óscar García Maceiras, su consejero delegado. Sus ventas de casi 36.000 millones de euros en su último año fiscal completo supusieron un 10,1% más, y su beneficio aumentó el 22,6%, a 5.300 millones.
El 'timonazo' hacia una vida empresarial de Diane Hendricks
Diane Hendricks posee una fortuna de casi US$22.000 millones gracias a ABC Supply, la empresa de materiales de construcción para tejados que cofundó con su difunto marido y que ella ha dirigido con rotundo éxito en solitario desde 2007. A sus 77 años sigue estando muy implicada en el día a día de la empresa. Pero el camino hasta convertirse en una de las mujeres más ricas de EE.UU. no fue nada sencillo.
Hendricks nació en una granja de Osseo, Wisconsin, y desde pequeña tuvo claro que no quería pasar el resto de su vida trabajando allí. Sin embargo, sus planes sufrieron un serio traspié cuando se quedó embarazada con 17 años. Decidió casarse con el padre del niño y mudarse con él a 320 kilómetros de su pueblo natal, pero el matrimonio sólo duró tres años.
Tras el divorcio, Hendricks, madre soltera, tuvo que trabajar como camarera en un Playboy Club de la zona. En cuanto pudo, se convirtió en vendedora de casas, lo que le sirvió para conocer al que más tarde sería su marido, Ken Hendricks. Su primer negocio juntos consistió en comprar 200 casas antiguas, reformarlas y alquilarlas a universitarios.
En 1982 pidieron un préstamo de US$900.000 en el que pusieron de garantía todo lo que tenían para comprar dos tiendas de materiales de construcción. Confiaban en que su buen servicio con el cliente sería la clave del éxito, como así fue, ya que en cinco años ya facturaban US$140 millones.
El legado de Ralph Lauren en la moda
Ralph Lauren nació en Nueva York poco después de que sus padres, inmigrantes bielorrusos, cruzaran el Atlántico para huir de la Segunda Guerra Mundial. Se asentaron en el Bronx, donde el futuro diseñador de éxito tuvo que soportar burlas constantes por su apellido de entonces, Lifshitz, cuya segunda sílaba se pronuncia como 'mierda' en inglés. Él y sus hermanos lo cambiaron por Lauren casi por casualidad. Principalmente porque les gustaba cómo sonaba.
Ya en Secundaria empezó a trabajar en una tienda de guantes para hombre y así conseguir ingresos extra. En el anuario del instituto escribió que su ambición era ser millonario, algo que dijo que fue una broma, pero uno de sus hermanos aseguró que desde joven "siempre estaba tratando de conseguir más". Tras servir en el ejército, empezó a vender corbatas en Brooks Brothers durante las Navidades, empresa que dejó para fichar por Abe Rivetz.
En sus viajes como vendedor se dedicó a pensar en nuevos diseños, más anchos y coloridos. A pesar de no ser un dibujante excelso, sabía cómo combinarlos a la perfección. "Quiero lo que llevas puesto", le decían sus clientes. Fichó por Beau Brummell, que aceptó fabricar sus diseños, pero le faltaba aún un nombre para la marca. Pensó en algo británico, como rugby o críquet, pero le gustó más polo, aunque no había asistido a un partido de este deporte en su vida.