El BCE se resigna y acepta el modelo de presidencias ejecutivas de BBVA y Santander
viernes, 28 de septiembre de 2018
González tuvo que presentar al supervisor dos escenarios para su proceso de sucesión
Expansión - Madrid
El anuncio lanzado por BBVA de que Carlos Torres será el sustituto de Francisco González en la presidencia ejecutiva no solo supone la culminación de un proceso lanzado a inicios de este año y una señal de continuidad en la gestión de la entidad vasca. Es, también, una aceptación implícita del Banco Central Europeo (BCE) al modelo de presidencias ejecutivas tan presente en los dos grandes bancos españoles.
Un hito relevante dentro del proceso de sustitución de González se encontraba en el visto bueno del supervisor a los planes propuestos por BBVA. La intención del banquero, que en 2019 cumplirá 75 años, era mantener en el futuro la estructura actual de presidencia ejecutiva; pero el BCE es más favorable a un organigrama en el que el presidente del consejo de administración lo ocupa una figura institucional sin poderes directivos, que recaen en estos casos en el consejero delegado.
Fuentes del sector señalan que BBVA ha estado meses en conversaciones con Fráncfort para llevar a cabo sus planes de sucesión. Aunque el escenario central para González y los suyos era nombrar a Torres presidente ejecutivo, el BCE, a través de sus equipos de inspección, manifestó repetidamente a la entidad que mantener el modelo actual no era lo ideal. La negativa inicial del supervisor a aceptar esta estructura propuesta llevó al segundo grupo bancario español a preparar otro escenario de sucesión alternativo en el que Torres continuaría siendo consejero delegado, aunque en este caso con plenos poderes, y a la vez se nombraría un nuevo presidente no ejecutivo.
BBVA, según fuentes conocedoras del proceso de sucesión, se amparaba en que la decisión de nombrar a un nuevo presidente ejecutivo es legal según el marco normativo español. Como el BCE no dispone de poderes para forzar un cambio de modelo de gobernanza, se vio obligado a acatar la decisión del banco vasco. El supervisor esperaba que la entidad aprovechara la oportunidad de la sucesión para adecuar su modelo a los estándares recomendados por las autoridades, pero desde BBVA defendieron la continuidad como parte de su cultura corporativa.
Este modelo de organización alternativo contaría con un presidente de reconocido prestigio y que cumpliese un papel más institucional, aunque siempre con la potestad de liderar el consejo y, por tanto, los nombramientos de la cúpula ejecutiva. «Un fichaje reciente como el de Jaime Caruana, procedente del Banco de Pagos Internacionales de Basilea, cumplía, a priori, con el perfil para un puesto así», señala un alto responsable del sector próximo al proceso de sucesión en BBVA. El segundo escenario finalmente no tuvo que activarse, aunque esta misma fuente indica que los responsables del supervisor único no dieron una respuesta positiva al plan inicial del banco hasta hace pocas semanas.
Menos poder en la presidencia
Un organigrama sin presidente ejecutivo es el modelo que impuso Fráncfort, por ejemplo, a CaixaBank cuando la entidad catalana sustituyó a Isidro Fainé en 2016. Dos años antes, sin embargo, el supervisor bancario europeo no pudo obligar a renunciar a la presidencia ejecutiva a Ana Botín cuando sucedió a Emilio Botín, ya que Fráncfort no ejercería una supervisión directa sobre el banco hasta dos meses después del cambio en la cabeza de la entidad. Fuentes financieras aseguran que el hecho de que el principal competidor de BBVA haya podido mantener esta estructura ha facilitado que el BCE haya optado por permitir al banco vasco también una estructura similar.
La estructura básica de BBVA se asemeja a la que mantiene Santander. El banco cántabro cuenta con Ana Botín como presidenta ejecutiva, en un modelo de organización que acaba de reafirmarse después de que este martes la entidad anunciara la llegada de Andrea Orcel (procedente de UBS) como nuevo consejero delegado a partir del 1 de enero, en sustitución de José Antonio Álvarez, que pasará a ser vicepresidente del grupo.
A falta de conocer el nombre de quien desempeñará, a partir del 31 de diciembre, el puesto de consejero delegado de BBVA (el nombramiento se producirá a lo largo del cuarto trimestre), la estructura de la cúpula ejecutiva del banco mantendrá su forma actual: Torres ejercerá, como lo ha venido haciendo su antecesor desde 2000, como presidente del consejo de administración del banco con máximos poderes ejecutivos. Por debajo en el organigrama se situará el consejero delegado, a quien le reportarán la mayor parte de los miembros de la alta dirección (González se reserva las áreas de Control y Estrategia).
Aunque la figura del presidente no ejecutivo se está extendiendo en el sector bancario español (Jordi Gual en CaixaBank, Pedro Guerrero en Bankinter y Pedro Manuel Rivero en Liberbank, son tres ejemplos), lo cierto es que entre los mayores bancos el modelo de presidencia ejecutiva continúa siendo la norma: además de los casos de Santander y BBVA, Bankia cuenta con José Ignacio Goirigolzarri y Sabadell, con Josep Oliu.
Mención aparte merece el caso de Unicaja. La entidad malagueña diseñó un proceso de sucesión de su anterior presidente ejecutivo, Braulio Medel, acorde a las preferencias del BCE: Manuel Azuaga, hasta entonces segundo de a bordo, se haría con la presidencia, que sería ejecutiva solo durante un periodo de transición. La idea inicial era que, pasado un tiempo y una vez que se hubiera encontrado un consejero delegado adecuado, sería éste quien acapararía los máximos poderes. Sin embargo, el pasado mes de mayo el consejo de administración de Unicaja ratificó a Azuaga en su posición, lo que le permitirá ostentar responsabilidades ejecutivas de forma indefinida, en un movimiento que contó con el apoyo del supervisor, según fuentes próximas al mismo.