Brasil

Petróleo sigue pesando más que la transición energética en los países de Latinoamérica

Gráfico Lr

Mientras Lula impulsa nuevas exploraciones petroleras en el Amazonas, Petro busca acelerar el fin de los combustibles fósiles

Alejandra Rico Muñoz

A las puertas de la próxima cumbre climática de la ONU, Luiz Inácio Lula da Silva ha intentado proyectarse como un referente mundial en la lucha contra el cambio climático. Desde que retomó la presidencia, el mandatario ha resaltado los avances en la reducción de la deforestación del Amazonas, uno de los compromisos más emblemáticos de su gobierno.

Pero su discurso ambientalista recibió un duro golpe. Pocas semanas antes de la COP30 —que se celebrará en la ciudad amazónica de Belém—, el Ejecutivo brasileño dio luz verde a la petrolera estatal Petrobras para realizar exploraciones de crudo cerca de la desembocadura del Amazonas, decisión que desató críticas entre los movimientos ecologistas.

El mandatario alegó que su país no puede darse el lujo de ignorar una fuente de riqueza mientras el mundo siga dependiendo del petróleo.

El episodio reabre un debate global: cómo avanzar hacia la transición energética sin dejar atrás a los países que aún dependen de los hidrocarburos. Casi tres cuartas partes de las estrategias nacionales presentadas ante la próxima COP mencionan la idea de una “transición justa”, aunque el concepto se interpreta de maneras muy distintas.

Si bien existe un consenso sobre la necesidad de reducir la producción de combustibles fósiles, muchas economías emergentes se niegan a asumir el costo de hacerlo primero. Estados Unidos, por ejemplo, continúa siendo el mayor productor y consumidor de petróleo del mundo sin comprometerse con una reducción sustancial de su demanda.

En el otro lado de la moneda, el presidente Gustavo Petro ha intentado posicionar su política ambiental como un ejemplo a seguir para América Latina. “Estamos listos para dejar atrás el carbón y el petróleo”, afirmó en su discurso de posesión en agosto de 2022. “Cuidaremos nuestra tierra, nuestros mares y cielo. Colombia será una potencia mundial de la vida”.

Desde entonces, su gobierno suspendió la aprobación de nuevos contratos de exploración de hidrocarburos, incrementó los impuestos al sector fósil y busca fortalecer una economía sustentada en el turismo, la agricultura sostenible y las energías limpias.

Pero la apuesta de Petro se enfrenta a un contexto global más complejo. En los últimos años, el impulso por abandonar rápidamente los combustibles fósiles se ha debilitado en buena parte del mundo en desarrollo. Varios países emergentes han mostrado resistencia a reducir su dependencia del petróleo y el gas.

La decisión del gobierno brasileño de autorizar exploraciones petroleras en la desembocadura del Amazonas desató una fuerte reacción entre ambientalistas e integrantes de comunidades indígenas. Organizaciones como Greenpeace y otras siete ONG interpusieron una demanda para frenar el proyecto, argumentando que la licencia vulnera derechos y pone en riesgo un ecosistema de enorme valor ambiental.

Desde el Ejecutivo, la defensa ha sido clara: explotar los yacimientos de petróleo en aguas profundas permitirá obtener recursos para financiar programas sociales y proyectos de energía limpia.

El panorama en América Latina

The Financial Times realizó un sondeo en América Latina sobre las diferentes posturas en la transición energética. Por ejemplo, Argentina acelera la producción en el gigantesco yacimiento de Vaca Muerta, mientras la estatal mexicana Pemex trabaja para reabrir antiguos pozos y aumentar la oferta. En contraste, países más pequeños como Chile y Uruguay destacan por su avance en energías renovables, aunque sus economías tienen un peso menor en la región.

En el Caribe y el norte de Sudamérica también se impone la lógica extractiva. Venezuela, con las mayores reservas de crudo del planeta, encuentra en la expansión petrolera un punto de coincidencia entre el presidente Nicolás Maduro y su opositora María Corina Machado. Surinam, que se había presentado como un país con emisiones negativas de carbono, planea iniciar su primera producción de crudo en alta mar en 2028, de la mano de la francesa TotalEnergies. Guyana, cubierta en su mayoría por selvas, ha visto multiplicar casi por cinco el tamaño de su economía entre 2019 y 2024 gracias al auge petrolero.

En Colombia, por su parte, la producción de Ecopetrol alcanzó 745.000 barriles diarios en el primer trimestre de este año, y la meta para 2025 se mantiene en un rango similar, entre 740.000 y 750.000 barriles. De ese total, cerca de 537.200 barriles se destinan a la exportación.

Un dato que no es menor si tenemos en cuenta que el presidente de la estatal petrolera, Ricardo Roa, informó que por cada dólar que varíe el precio del brent se ven impactados tanto el Ebitda como la utilidad neta de Ecopetrol y dijo que si el precio cambia hacia arriba o hacia abajo, el impacto en el ebitda es de $740.000 millones mientras que la incidencia que tendrá en la utilidad neta es de $370.000 millones.

Pese a esas cifras, ningún país petrolero de la región ha asumido con tanta determinación la meta de alcanzar emisiones netas cero como Colombia bajo el gobierno de Gustavo Petro. Sin embargo, su ambicioso giro verde contrasta con el camino elegido por la mayoría de los productores latinoamericanos, que aún apuestan por aprovechar sus reservas fósiles antes de dar el salto definitivo hacia una economía baja en carbono.

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