Legislación

Justin Trudeau anda suelto en Davos, Suiza

Reuters

Justin Trudeau tiene 46 años, pero parece 10 años más joven. Tiene pinta de actor y desempeña su papel a la perfección: líder joven renovador con un toque de irreverencia.

Cronista - Buenos Aires

Davos, Suiza. Justin Trudeau tiene 46 años, pero parece 10 años más joven. Tiene pinta de actor y desempeña su papel a la perfección: líder joven renovador con un toque de irreverencia. Viste de traje, pero con happy socks, unos calcetines azules que brillan como si tuvieran luz propia. Sus zapatos tienen algo de nieve, como si quisiera que se note que llegó caminando en un pueblo que está tapizado de nieve. Habla claro y sabe llevar a su público, con sonrisas que más parecen de conductor de televisión que de primer ministro.

En el WEF empezó con una noticia: ya hay acuerdo en el TPP. Hizo una pausa para recibir los aplausos y de ahí se encaminó en una charla que bordó en torno a tres temas: la responsabilidad de los privilegiados en un mundo fracturado, la necesidad de reformular el libre comercio y la obligación de profundizar las medidas a favor de la igualdad de las mujeres en el mundo profesional.

Todos los que estamos aquí somos privilegiados y por ello tenemos enormes responsabilidades. debemos preguntarnos qué estamos haciendo y que deberíamos hacer. Sus palabras eran escuchadas con atención, por unas 1,200 personas que habían llenado el auditorio principal del Foro Económico Mundial.

Habla en inglés, pero repite las ideas principales en francés. “Su mensaje funciona porque es guapo e inteligente”, me dice una empresaria que está sentada a mi lado. Podríamos decir fan o groupie. El auditorio está lleno de ellas. “A mí me parece cursi”, responde el marido de la fan de Trudeau. “¿Qué opinas tú?”, me preguntan. Les pido un tiempo y aprovecho para oír lo que el canadiense tiene que decir del libre comercio.

Hay que reconocer que algunas de las críticas tienen razón, dice Trudeau: ha creado riqueza, pero ésta ha sido para beneficio de pocos y, en algunos casos, en perjuicio de muchos.

“Como líder de un proyecto progresista creo que el libre comercio debe dar respuesta a las críticas que se le hacen en materia de su impacto en el medio ambiente, en la sociedad y en los mercados laborales. Creo que es posible que los tratados de libre comercio incorporen elementos que resuelvan o mitiguen esos problemas”. Habla del TPP, del TLCAN y del Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea.

No explica cómo resolvería esos puntos de tensión o fracturas, pero eso importa poco, porque lo dice de una forma articulada. El marido de la fan vuelve a la carga: “imagínate que tuviera 80 años o la apariencia de Danny deVito, ¿seguirías diciendo lo mismo?”, le pregunta a su mujer que no lo escucha: está tomando fotos, como muchas mujeres en el auditorio.

Cuando Trudeau habla de ellas, el mensaje es otra cosa: políticamente correcto, pero también seductor. El premier no mira a nadie en particular, pero sonríe a la derecha, a la izquierda , a lo lejos y cerca. No mira al suelo ni para arriba. “Lograr la equidad de los salarios es apenas el primer paso. Hay muchos obstáculos para que ellas consigan un trabajo o asciendan. Eso es un asunto de justicia, pero también una forma de producir más riqueza y aprovechar un potencial creativo”. Habla del #Metoo y cosecha otro aplauso. La pareja a mi lado se ha reconciliado. “Me gustaría reencarnar en el Trudeau ése”, dice él. Ella sonríe. Podría apostar que piensa en Justin. Salen de prisa. No hay tiempo para explicarle que así no funcionan las leyes de la reencarnación.

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