La huelga en Ryanair amenaza con provocar un nuevo caos aéreo en Europa
viernes, 6 de julio de 2018
Los tripulantes de cabina de España, Portugal, Italia y Bélgica pararán sus actividades durante el próximo 25 y 26 de julio.
Expansión - Madrid
Ryanair se la juega este verano. El conflicto laboral que se ha ido enquistando en los últimos meses ha cristalizado en una convocatoria de huelga histórica que amenaza con paralizar los vuelos de la aerolínea low cost irlandesa en cuatro de sus principales mercados -España, Portugal, Italia y Bélgica- en plena temporada estival.
Los tripulantes de cabina (TCP) de esos países cumplieron ayer su amenaza: pararán el 25 de julio en España, Portugal, Bélgica e Italia y al día siguiente en los tres primeros mercados. La medida auspiciada por los sindicatos Sitcpla y USO (España), Snpvac (Portugal), Uiltrasporti (Italia) y CNE-LBC (Bélgica) sigue la estela del colectivo de pilotos en Irlanda, que parará el martes 12 de julio y al que podrían seguir comandantes de otros países -ya hubo paros parciales a finales del año pasado-.
En España, están llamados a la huelga más de 1.800 TCP -4.000 sumando los cuatro países-. Italia es el segundo mercado para Ryanair, que cuenta con 86 bases repartidas por el Viejo Continente, mientras que España, donde la irlandesa es líder por volumen de pasajeros, es el tercero. En el caso de Irlanda, se estima que la huelga de pilotos afectará al 7% de los vuelos de la compañía.
Derechos laborales
La cuestión de fondo es la reclamación, por parte de la plantilla, para que la compañía dirigida por Michael O'Leary, mejore sus condiciones laborales, se ajuste a la normativa vigente en cada país en materia de contratación y reconozca a los representantes elegidos por cada sindicato para negociar un convenio colectivo.
Según USO, el 75% de la plantilla de Ryanair está contratatada a través de empresas de trabajo temporal, sujeta a la legislación irlandesa, sin salario base y cobrando sólo por las horas de vuelo, con la consiguiente inestabilidad laboral. La compañía, por su parte, se defendió ayer asegurando que "las demandas de los TCP no tienen sentido, ya que ganan hasta US$47.000, más del doble del salario fijo; trabajan con un calendario de cinco días de trabajo y tres seguidos de descanso; reciben formación gratuita y una bonificación por uniformes de 400 euros al año; e incentivos del 10% por vender productos a bordo del avión", entre otras.
Ryanair sostiene que las negociaciones están abiertas y ha citado a los sindicatos a una reunión el miércoles para desconvocar los paros. En pararelo, Sitcpla y USO acudirán a una conciliación en el Servicio Interconfederal de Mediación y Arbitraje (Sima). Por su parte, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (Aesa) recordó ayer que los pasajeros que vayan a viajar en avión esta temporada estival tienen derecho a información, asistencia y reembolso o transporte alternativo si su vuelo se retrasa o cancela.
Nueva etapa
El enfrentamiento con los sindicatos podría poner en jaque a Ryanair por segundo año consecutivo. En 2017, la aerolínea sufrió la mayor crisis operativa de su historia. Un grave error en la planificación de los descansos de sus pilotos obligó a la low cost a cancelar, de la noche a la mañana, unos 20.000 vuelos y a desembolsar US$29 millones para compensar a los 700.000 pasajeros afectados. El traspiés supuso, además, un cambio histórico: la aerolínea irlandesa tendió la mano a los sindicatos por primera vez en 32 años y se avino a negociar mejoras salariales para sus pilotos y TCP para apalacar el descontento.
Ryanair cuenta con 86 bases operativas distribuidas por Europa y el norte de África y, a 31 de marzo de 2017, contaba con 13.026 empleados. En su último ejercicio fiscal, concluido el 31 de marzo de 2018, Ryanair ganó US$1.705 millones, un 10% más. Los ingresos subieron un 8%, hasta 7.151 millones, gracias, entre otros factores, al aumento del 9% en su tráfico de pasajeros, que superó los 130 millones anuales.
En 2017 Lufthansa desbancó a Ryanair como aerolínea líder en Europa por volumen de pasajeros. No obstante, la low cost sigue intratable en España, donde mes a mes amplía su distancia respecto a Vueling e Iberia, sus principales competidores.