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Los retos que tendrá el nuevo Parlamento Europeo tras elecciones de este domingo

Reuters

Las elecciones darán nuevas caras para solucionar a corto plazo temas como acuerdos comerciales con Estados Unidos

Expansión - Madrid

La nueva eurocámara que nazca de las elecciones de mañana condicionará el futuro de la UE. El auge de partidos euroescépticos puede poner en riesgo la cristalización de importantes reformas en plena desaceleración, entorpecer la negociación comercial con EEUU y lastrar la futura relación con Reino Unido.

Los todavía 28 Estados miembros se precipitan hacia unas elecciones que servirán de termómetro del respaldo al proyecto europeo en un momento en el que éste nunca había estado tan respaldado y tan amenazado al mismo tiempo. Y lo hacen hostigados por una desaceleración que pone en evidencia la escasa preparación ante posibles shocks económicos; con un país, Reino Unido, descabezado tras la dimisión de Theresa May y con un pie fuera del club; y ante una UE cuestionada por el auge de partidos populistas y de extrema derecha que amenazan con granjearse una porción de escaños no deseñable y obstaculizar la aprobación de reformas urgentes.

Las de mañana son las segundas elecciones más grandes del planeta, sólo después de los comicios indios, celebrados la semana pasada. Pero a pesar de los intentos de las instituciones europeas por movilizar el voto, estas elecciones fracasan en participación: El 62% que llegó a registrarse en 1979 ha caído hasta el 43% en las últimas (2014). Una desmovilización que proyecta un resultado polarizado y fraccionado, con una eurocámara incapaz de hacer frente a los retos y amenazas que acechan al viejo continente.

Europa se ha convertido en el epicentro del softpower en una era en la que triunfan las tácticas intimidatorias y los outsiders de la corrección política. Paralelamente, la crisis económica y la migratoria, los efectos colaterales de la globalización y la transformación tecnológica, que agudizan la desigualdad y abonan el populismo, han ido erosionando la confianza de los ciudadanos en que las instituciones sean capaces de reformular el proyecto europeo.

Una minoría cada vez mayor de los más de 400 millones de votantes de la región parece lo suficientemente desilusionada como para votar por partidos que quieren derrocar la unión de 62 años de Europa. La paradoja es que, al mismo tiempo, la UE no había estado tan respaldada como ahora desde 1982, según el Eurobarómetro. Y lo más alarmante, hay una mayoría de ciudadanos europeos que cree "muy probable" o "bastante probable" que el bloque se desmorone en dos décadas.

Hasta ahora, el Partido Popular Europeo y los socialdemócratas ocupaban el 55% de la Cámara, una mayoría suficiente a la hora de aprobar políticas. Y aunque las encuestas proyectan que el Parlamento continúe controlado por partidos proeuropeos, estas elecciones marcarán el fin del bipartidismo, al perder estos grupos por primera vez la mayoría combinada. Una derrota que podrían absorber las fuerzas euroescépticas, a las que las últimas proyecciones otorgan el 29% de los votos (ECR, EFDD y ENF, ver gráfico adjunto).

Si estas formaciones suman más de un tercio de los 751 diputados, podrían dificultar importantes nombramientos, como la presidencia de la Comisión, lo que provocaría un bloqueo político; o entorpecer proyectos clave, como el presupuesto comunitario, las negociaciones comerciales con EEUU, en plena guerra comercial, la futura relación con Reino Unido, o el nuevo marco de defensa, con un ejército común, y de competencia en el Mercado Único. El Parlamento no legisla, pero tiene poder de veto sobre casi todos los acuerdos de comercio e internacionales, y su voto es decisivo en la mayoría de las leyes de la UE y su presupuesto.

Necesidad de consenso
Pero, según fuentes comunitarias, la viabilidad de la institución no dependerá tanto de la cantidad de escaños que reciban los partidos populistas -no parece que vayan a ponerse de acuerdo en nada, más allá de su euroescepticismo-; cuanto de la capacidad de coordinación del resto de formaciones. Además, aunque inicialmente las fuerzas populistas pudieran estar infladas por la presencia del partido del Brexit, al que las últimas encuestas otorgan 32 de los 73 escaños en liza en Reino Unido; estos abandonarían el Parlamento una vez consumado el Brexit. Parte de estos escaños (46) se asignarán a países que están subrepresentados, entre ellos España, pudiendo rebajar la presión eurófoba. De los 751 diputados se pasaría a 705.

El peor escenario sería un Parlamento con las manos atadas que fracase en las necesarias reformas comunitarias. Esto podría seguir espoleando movimientos populistas que a su vez dificultarían la toma de decisiones.

El primer reto que deben afrontar los nuevos eurodiputados es cómo mantener el crecimiento económico y el empleo durante una década. Aunque las economías europeas han dado muestras de recuperación en el primer trimestre de 2019, con un crecimiento medio del 0,4% del PIB, 2018 cerró con señales de agotamiento, con un país, Italia, entrando en recesión, y otro, Alemania, salvándose por poco. Además, aunque la tasa media de paro es la más baja desde 2000 (6,4%), en países como Grecia, España o Italia continúa en el doble dígito, con altas cuotas de temporalidad. Y los países con más paro y menos renta tienden a tener peor opinión de las políticas de la UE.

Si algo evidenció la última recesión es el fracaso en la unión monetaria y la consiguiente falta de convergencia de las economías de sus socios. Un problema que amenaza a la cohesión social. España es un ejemplo: Aunque la economía ya supera el PIB precrisis, es el tercer país con más desigualdad de la UE, superando a Rumanía, según el Eurostat.

Para evitar una nueva crisis de deuda, la integración europea debe completarse con la unión fiscal, una reforma que no llegó a cristalizar en la última legislatura. Pero con el eje franco-alemán en horas bajas y sus dos principales abanderados, Emmanuel Macron y Angela Merkel, en una crisis reputacional que amenaza su liderazgo, el primero; y a punto de ser relevada en el liderazgo de su partido, la segunda; el nuevo mandato tiene menos papeletas de conseguirlo en esta nueva etapa.

La última recesión y sus secuelas se han visto agudizadas por la crisis migratoria, que desde 2015 ha puesto de manifiesto graves deficiencias en el sistema de reparto y asilo. De nuevo, la falta de coordinación entre los Estados ha agravado las tensiones, gestando el caldo de cultivo de discursos excluyentes que han llegado al poder de países como Italia, Hungría o Polonia. "No puede ser que Italia, España, Grecia y Malta asuman todas las peticiones. Necesitamos una ley de asilo que reparta la responsabilidad", señalan fuentes de la Comisión.

El escenario podría agravarse si los Estados europeos no hacen frente al reto de la transformación digital, al que ya llegan tarde, y que requiere una estrategia coordinada en educación, empleo e innovación. De las 20 grandes empresas tecnológicas, no hay ninguna europea. La automatización, por otro lado, podría acabar con el 14% de los empleos en España, según la OCDE. Porcentaje que se dispara al 40% del mercado laboral en países como Eslovaquia.

Mientras, EEUU y China compiten por el control de la futura red de 5G (una fachada que esconde la lucha por la hegemonía global), carrera en la que Europa ni siquiera ha participado. Deberá encontrar, eso sí, cuál es su rol en el nuevo escenario geopolítico, con una política exterior firme ante los abusos de otras potencias.

La acuciante necesidad de políticas que ayuden a frenar el cambio climático es el gran reto que la UE debe liderar a nivel global, después de que EEUU se retirara del pacto por el clima. Ayer se movilizaron 1.500 ciudades de 114 países, muchos europeos, en una protesta por el clima. También urgen medidas que favorezcan la igualdad de género.

Presupuesto europeo
Por último, el nuevo Parlamento deberá decidir a qué destinará el Presupuesto comunitario. "Ya hemos completado la etapa de asfalto y cemento. Hay que hacer otro tipo de gasto", afirman fuentes comunitarias. Se refieren a políticas de empleo para jóvenes y de innovación. Reorientar el gasto sin dejar dos políticas muy europeas, como son la PAC y la de cohesión.

Los errores en el proyecto europeo se han producido precisamente por falta de consenso suficiente, y los avances requieren de coordinación. El Mercado Único ha permitido aumentar el PIB europeo un 1,8% en los últimos 10 años, con un gasto de sólo el 0,05% del PIB. "Hemos visto una Europa de las policrisis", explicó hace unos meses un representante de la Comisión Europea, en un encuentro con periodistas en el que se encontraba este diario. La crisis, el rescate de Grecia, los atentados terroristas, el auge del populismo, el Brexit, la llegada de Trump al poder... "y la principal conclusión es que Europa ha aguantado mucho más de lo que muchos catastrofólogos pensaban".

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