No perder Escocia es el gran desafío que tiene ahora el Rey Carlos III de Inglaterra
sábado, 10 de septiembre de 2022
la presión desde Escocia para que se permita otra consulta será enorme sobre la nueva primera ministra de Inglaterra, Liz Truss
Expansión - Madrid
Una prueba del respeto general que existía en Reino Unido hacia la Reina Isabel II se vivió en el referéndum de secesión de Escocia en 2014. Los independentistas, lejos de proponer la creación de una nueva república al norte de Gran Bretaña, mostraron su intención si ganaban de mantenerse bajo la monarquía. Según el politólogo John Curtice, ese mensaje pretendía atraer a los votantes moderados que necesitaban los nacionalistas.
Pero la Reina, muy vinculada a Escocia como refleja que la muerte le sorprendiera en el castillo de Balmoral, hizo una sutil intervención en defensa de la unión durante la campaña, alejándose de su traidicional neutralidad política. "Espero que la gente piense muy cuidadosamente sobre el futuro", dijo a la salida de misa en Balmoral el domingo previo al referéndum, a preguntas de un feligrés.
No está claro cuantos votos movió Isabel II, pero el caso es que los escoceses decidieron seguir en Reino Unido, con 55% a favor del statu quo y 45% por la secesión.
Pero el Gobierno escocés de Nicola Sturgeon vuelve a la carga. En su opinión, el Brexit ha cambiado el equilibrio institucional, pese a que fue rechazado por los escoceses, lo que justifica una nueva consulta el próximo año. El objetivo de la líder independentistas es que se celebre el 19 de octubre de 2023.
De momento, el Gobierno británico se niega a admitir este nuevo referéndum, al entender que el de 2014 dejó el asunto zanjado por un largo tiempo y el país afronta ahora asuntos más importantes, como la inflación y la crisis económica.
Pero la presión desde Escocia para que se permita otra consulta será enorme sobre la nueva primera ministra, Liz Truss. Y esa presión puede aumentar tras el fallecimiento de Isabel II. El nuevo Rey Carlos III de Inglaterra no es tan popular en las tierras altas, aunque también es un asiduo de Balmoral y no duda en ponerse la tradicional falda escocesa.
Según Andrew Neil, veterano experiodista de la BBC, "la Unión afronta probablemente un mayor peligro ahora que la Reina no está. El Rey Carlos quiere Escocia tanto como la Reina, pero simplemente no tiene su autoridad".
Otro frente para el nuevo monarca será el de Irlanda del Norte, donde tras el Brexit sigue creciendo el número de voces que reclaman la anexión de esa provincia británica a la República de Irlanda.
Menos polémicas
Carlos III, que durante su etapa como Príncipe de Gales se mostró muy activo a la hora de polemizar sobre distintos asuntos (desde la arquitectura hasta el medio ambiente, pasando por la producción agrícola), ha dicho en varias ocasiones que su actitud como Rey cambiará, evitando entrar en discusiones para mantener su neutralidad y ser visto como el monarca de todos.
Pero en el caso de Escocia e Irlanda, el riesgo de secesión pone en peligro la estructura constitucional no escrita de Reino Unido, por lo que seguro que al menos muestra un fuerte interés en el asunto. El papel, más que intervenir directamente, será reforzar su popularidad en esas regiones, dejándose ver con frecuencia con visitas a diversos estamentos políticos y sociales.
Año de penurias
A corto plazo, más que por sus viajes, la popularidad del nuevo jefe de Estado vendrá marcada por las potenciales penurias económicas que se ciernen sobre sus súbditos.
Evidentemente, la política económica la marca el Gobierno, que deberá asumir el desgaste principal que suponga el periodo de elevada inflación y parón económico que afronta Reino Unido. Pero si sufren los comunes, parte de su frustración puede ir dirigida al monarca, si ven que no comparte o muestra empatía con esas dificultades. Una de las rémoras de Carlos III es que es visto como más frío y distante que su madre, imagen que en los últimos años ha intentado mejorar conforme asumía más funciones de representación del Estado.
Cierto alivio para los británicos ha llegado con la decisión de Truss, nada más llegar al poder, de limitar las facturas energéticas. Según Capital Economics, esta medida puede hacer que la inflación alcance un pico del 11% en octubre de este año, frente a 14,5% que esta firma preveía antes. Pero el país no se librará de la recesión, con una caída del PIB de 0,5%.
Falta de productividad
Este parón del crecimiento va a mantener a Reino Unido en una línea preocupante para muchos economistas, que avisan de la pérdida de productividad que sufre el país desde la crisis financiera de 2008, agravada por el Brexit.
Al analizar los 70 años de reinado de Isabel II, el fuerte impulso económico y de los mercados que disfrutó Reino Unido en las primeras décadas ha dejado paso a un panorama estancado e incierto. Según Barclays, los retornos reales anuales de los inversores en Bolsa británica han pasado de 13,2% de la década de los ochenta con Margaret Thatcher a 1,2% en 2001-2011, y a 4,7% en 2011-2021.
Reflejo de esa pérdida de competitividad es la libra, que ha pasado de los US$2,75 de 1952 a los US$1,15 actuales. Carlos III no puede intervenir en los mercados, pero si sabe defender la estabilidad constitucional del Reino Unido ayudará a frenar ese declive.