Argentina

Qué mira Wall Street de la deuda argentina y por qué es un caso único en el mundo

Reuters
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La curva de deuda soberana de Argentina está invertida y con tasas muy altas en términos comparativos con las de otros países

Cronista - Buenos Aires

La curva de deuda soberana de un mercado emergente habla mucho de las expectativas que tiene el mercado sobre la económica de ese país y su capacidad de pago. Tanto el nivel como la forma que tiene una curva explican el grado de estrés o relajamiento financiero que está transitando dicho país.

La curva de deuda soberana de Argentina podría convertirse ya en un caso de estudio, ya que es una de las pocas curvas que muestra severo estrés financiero en la actualidad.

Casi no hay curvas que anticipen un severo riesgo de default como si lo está anticipando el caso argentino. El mercado ve riesgos considerables de default en la deuda local y por ello es que la Argentina está prácticamente fuera del mapa de los inversores.

Cuando se analizan los bonos de mercados emergentes, el mercado está juzgando permanentemente la capacidad de pago de cada país y la curva soberana suele dar pistas sobre ello. Para que un país tenga mayor capacidad de pago resulta clave que muestre síntomas de crecimiento económico.

Caso contrario, de sufrir crisis económicas severas o largas en el tiempo, es esperable que el país en cuestión tenga menos recursos para hacer frente a sus compromisos económicos.

Por lo general, una curva de deuda suele tener pendiente positiva, con los vencimientos más cortos rindiendo en niveles más bajos que los vencimientos más largos. Estos últimos deberían operar con mayores tasas de rendimiento ya que tienen implícitamente mayor incertidumbre en relación a la probabilidad de pago que un vencimiento más corto.

De esta manera, al tener más incertidumbre en el plazo más largo, tiene sentido que el mercado exija tasas más altas a medida que pasa el tiempo. Además, por el factor tiempo que impacta en el valor del dinero futuro, los vencimientos más largos deberán tener rendimientos más elevados.

Esto es lo que ocurre en Chile, que opera con tasas cercanas al 1% en el corto plazo y del 3,5% en el extremo más largo.

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