Seis meses sin Airbnb en Nueva York y el alquiler de apartamentos sigue en subida
sábado, 30 de marzo de 2024
Desde que la ciudad puso coto a Airbnb, más de 15.000 viviendas han abandonado el alquiler vacacional y vuelto al tradicional
Expansión - Madrid
El precio medio de una habitación de hotel en Nueva York ha escalado 11% en el último año, ante la ausencia de competencia de apartamentos turísticos privados, que prácticamente han desaparecido, incapaces de cumplir con la nueva regulación.
Medio año ya desde que Nueva York diera un golpe casi mortal a Airbnb en la ciudad. Tiempo más que suficiente para hacer un primer balance. Objetivo de la medida: aumentar el número de inmuebles para alquiler a largo plazo y contener el alza de los precios en la Gran Manzana. Realidad del mercado: los alquileres en 2024 siguen en escalada libre.
En promedio están a US$4.300, es decir, un 3% más. Prácticamente en línea con la inflación, y eso gracias a que los estudios y los bajos sin ventanas para una persona prácticamente mantienen precio (mínimo US$3.500 al mes en Manhattan). Para una familia, la factura mensual se dispara. Un apartamento de tres dormitorios cuesta ahora 15% más que hace un año: alrededor de US$10.500.
Y eso que desde que la ciudad puso coto a Airbnb, más de 15.000 viviendas han abandonado el alquiler vacacional y vuelto al tradicional. Pero las estadísticas muestran otra cosa. La cartera de apartamentos disponibles para vivir a largo plazo no ha aumentado. Más bien todo lo contrario. Cada vez hay menos, mientras la demanda sigue subiendo. Entonces, ¿dónde están los inmuebles que han desaparecido de Airbnb? Una gran parte han dado el salto a WhatsApp y grupos de amigos, tanto en Facebook como en Craiglist. La economía sumergida vive una época dorada a la sombra de los grandes rascacielos.
En otros casos, muchos dueños de pisos turísticos han pasado a competir directamente con los negocios de alquiler de apartamentos para ejecutivos para estancias superiores a 30 días, que es el límite que ha establecido la nueva regulación y que en una ciudad como Nueva York tiene su propio mercado, hasta hace poco exclusivamente controlado por agencias inmobiliarias y firmas de servicios para expatriados.
Los grandes beneficiados de sacar del mercado 15.000 apartamentos turísticos han sido las cadenas hoteleras de la ciudad, que en los últimos tres meses han disparado los precios.
Paradójicamente, incluso anuncian sus habitaciones en Airbnb, cuyas búsquedas ya ofrecen más resultados de hoteles que de pisos turísticos. Algunas cadenas reconocen que han triplicado sus reservas gracias a la plataforma.
El precio medio de una habitación de hotel en Nueva York se sitúa en casi US$400 dólares, prácticamente 11% más que hace un año. Es exactamente lo mismo que puede costar un apartamento entero con varios dormitorios en Airbnb, donde además hay otras opciones más económicas. Una habitación privada ronda los US$157 por noche. El problema es que prácticamente no existe oferta.
A día de hoy, hay disponibles menos de 3.300 viviendas turísticas, 85% menos que hace un año debido a la nueva regulación, que exige desde una licencia especial para los propietarios hasta convivir con los inquilinos. Y, lo más curioso es que mientras los hoteles suben precios, los caseros particulares que han encontrado la forma de seguir usando Airbnb han tenido que bajarlos. De media, cobran 2% menos. ¿Por qué? Porque los clientes no se fían de que los anuncios y las reservas sean legales.
Y razón no les falta, porque la picaresca abunda. En primer lugar, compiten contra un mercado negro donde no se pagan impuestos y, por tanto, las tarifas son más asequibles. Sin embargo, quienes necesitan de la plataforma para encontrar clientes, pero no cuentan con la licencia pertinente, optan por dejar mensajes encriptados al buen entender y mejor disposición del potencial inquilino que busca un alojamiento privado y no solo una habitación en un piso compartido. "Yo vivo en el apartamento, pero lamentablemente no podremos vernos, ya que siempre estoy paseando al perro".
Los más precavidos avisan de las normas de la casa. La más importante: no se abre la puerta a desconocidos, no vaya a ser una inspección sorpresa. Segunda regla: si algún vecino curioso pregunta, mejor fingir que se trata de una visita familiar y no de turistas en Nueva York. Tercera regla: si las dos primeras fallan, dar la voz de alarma y el casero se presentará en 15 minutos en el apartamento. Una utopía en una ciudad como Nueva York, salvo que realmente viva en el mismo edificio. ¡Demasiado estrés para estar de vacaciones!