Yale hizo un cambio en su política de acceso. Hay que volver a ser un estudiante 'de 10'
domingo, 17 de marzo de 2024
La reconocida universidad hará obligatorio incluir en las solicitudes los resultados de lo que se conoce como exámenes estandarizados
Expansión - Madrid
Ser un estudiante sobresaliente vuelve a ser importante para entrar en una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Yale ha dado un giro en su política de acceso y a partir de ahora volverá a tener en cuenta las notas de los candidatos, hasta el punto de que hará obligatorio incluir en las solicitudes los resultados de lo que se conoce como exámenes estandarizados, la versión norteamericana de lo que en España se conoce como Ebau o Evau (en función de cada región), la antigua Selectividad.
La decisión acaba de anunciarse y se aplicará de forma inmediata para todas las promociones que inicien el curso a partir de otoño de 2025 -cuyas candidaturas se presentan ya este año-. Hasta ahora, incluir o no los resultados de estos exámenes era algo totalmente voluntario, como pasa en la mayoría de las universidades privadas estadounidenses, como Harvard. Levantar este requisito se hizo especialmente popular durante la pandemia, aunque la tendencia ya venía forjándose tiempo atrás.
Sin embargo, la decisión de Yale podría marcar un antes y un después para otras instituciones docentes del país, con sus políticas de acceso bajo constante escrutinio, ante la sospecha de que benefician a unos alumnos sobre otros, ya sea por cuestión racial o de procedencia social. Incluso el Tribunal Supremo el año pasado puso fin a la discriminación positiva en los procesos de admisión, obligando a las universidades a buscar otras fórmulas para fomentar la diversidad en sus aulas. Precisamente, aquí es donde encaja la decisión adoptada por Yale.
Según ha explicado la institución, el hecho de realizar estos exámenes de forma voluntaria y decidir si adjuntar los resultados o no en las solicitudes de acceso podría estar perjudicando a los estudiantes de familias con bajos ingresos. ¿Por qué? Tras analizar las matriculaciones de años anteriores, Yale ha detectado que los candidatos con menos poder adquisitivo tienden a ocultar sus notas cuando no son de matrícula de honor, aunque obtengan sobresalientes. Y al final, aunque remitir o no las notas fuera voluntario, lo cierto es que es difícil demostrar con otros méritos que se trata de un alumno brillante si no se presentan las notas.
El caso de Yale no es único. De hecho, se trata de la segunda universidad de la conocida Ivy League que toma esta decisión. Hace unas semanas, lo hizo Dartmouth, argumentando exactamente lo mismo. Otras, como Columbia o Harvard siguen dejando libertad a los candidatos para hacer este tipo de exámenes y no presentar sus resultados si no creen que les beneficien.
A día de hoy, esta es la opción más popular, que siguen alrededor de 80% de las universidades de EEUU. En el lado extremo se encuentra la Universidad de California, que cuenta con una política ciega en lo que se refiere a notas y exámenes de acceso, que no se tienen en cuenta ni siquiera cuando los candidatos presentan los resultados libremente.
Polémica
La decisión de Yale o Dartmouth tampoco está exenta de polémica, teniendo en cuenta precisamente que las instituciones docentes empezaron a flexibilizar sus requisitos de entrada para fomentar la igualdad de oportunidades. Aunque acceder a estos exámenes estandarizados es fácil para cualquier alumno de Estados Unidos, la realidad es que muchos de los que aspiran a estudiar en una universidad de elite contratan preparadores personales para ayudarles a conseguir los mejores resultados en estas pruebas. De hecho, hay toda una industria que ha florecido en torno a los procesos universitarios de admisión.
Por ejemplo, un profesor particular gana de media más de US$200 por hora. Incluso hay profesionales dedicados exclusivamente a escribir la carta de presentación que cobran US$45 la hora (los más baratos, US$11 por página, pero en estos casos se trata de una redacción estandariza, sin personalizar en función del candidato).
En ese contexto, el número de detractores de los exámenes estandarizados fue en aumento y las universidades empezaron a optar por no exigirlos, con el fin de ayudar a los candidatos con menos recursos. Sin embargo, el experimento parece no estar dando los resultados adecuados. Es más, los nuevos estudios apuntan precisamente en la dirección contraria. No solo los de Yale o Dartmouth.
Por ejemplo, un grupo de economistas de Harvard publicó hace una semanas un informe en el que decían demostrar que las notas de estas pruebas ayuda a identificar loa estudiantes más brillantes de rentas más bajas. Según sus conclusiones, un sobresaliente en un test estandarizado de un alumno menos privilegiado "puede indicar un alto potencial".
Y ahí es donde hace hincapié Yale, que echa en falta que los candidatos incluyan sus notas en las solicitudes, porque a un mismo nivel en las calificaciones, estaría dispuesto a aceptar antes por su alto potencial a los que proceden de institutos con menos recursos académicos o los que no han podido contar con preparadores personales en las pruebas de acceso.
Precisamente, cuando no hay notas, a la hora de seleccionar, se atiende a otros criterios, como los cursos o seminarios avanzados a los que haya asistido el alumno, actividades extracurriculares y otras actividades que, en definitiva, benefician a las familias con más recursos, que son quienes pueden pagar esa formación paralela.
Qué es un examen estandarizado
Para entrar en una universidad de élite en Estados Unidos era habitual presentar las calificaciones de lo que se conoce como un examen estandarizado. Al menos, así era hasta la pandemia. Ahora, en la mayoría de los casos se trata de una prueba voluntaria y, en caso de realizarla, el candidato decide si adjunta o no los resultados a solicitud de acceso. En España, lo más parecido a este tipo de examen es la Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad, Ebau, aunque en algunas Ccaa se llama Evaluación para el Acceso a la Universidad, Evau, la antigua Selectividad.
La gran diferencia es que en EE.UU. existen varios tipos de exámenes estandarizados privados que están homologados por los centros educativos. Uno de los más aceptados es Scholastic Aptitude Test, SAT, que cuenta ya con casi un siglo de historia a sus espaldas y que cada año hacen alrededor de dos millones de estudiantes. La prueba dura tres horas y evalúa tanto las competencias lingüísticas como matemáticas. La prueba cuesta entre US$60 y US$100 dólares ($55 y $92 euros). En el mismo rango se mueve American College Testing, ACT, otro de los más reconocidos.
Pruebas de acceso
Yale flexibilizó su política de acceso durante la pandemia y levantó la obligación de presentar los resultados de las pruebas de acceso. Desde entonces, el número de solicitudes prácticamente se ha duplicado, hasta alcanzar casi las 60.000 al año, y su ratio de aceptación está en 4%.
Ahora, siguiendo los pasos de Dartmouth (universidad que también pertenece a la Ivy League), vuelve a exigir que los candidatos presenten sus notas de corte, lo que se conoce como exámenes estandarizados (similar a la EVAU madrileña).
Alrededor de 80% de las universidades de EEUU, como Harvard o Columbia, mantiene la voluntariedad de remitir las calificaciones en los procesos de admisión. El número de candidatos que hacen las pruebas ha descendido 22% desde que las universidades flexibilizaron sus requisitos de entrada durante la pandemia. Cuando no hay notas, las universidades tienen en cuenta otros criterios, como actividades extracurriculares o asistencia a otros cursos y seminarios, lo que favorece a las clases más altas.