Infraestructura

Bogotá, una ciudad inviable

Sandra Jarro

Inicialmente, es preciso hacer una reflexión en torno a tres preguntas sobre la capital del país: qué ciudad soñamos, qué esperamos de ella y sobre todo qué estamos dispuestos a ceder para hacer de Bogotá nuevamente la Atenas Suramericana.

¿Con qué soñamos? Con una ciudad que nos enorgullezca, que nos invite a ver crecer, generación tras generación, en ella. ¿Qué esperamos? Que sea ordenada, segura, dimensionada y por qué no… bonita. Y, ¿qué estamos dispuestos a ceder?  Es ahí donde todo se complica, porque el ser humano olvida que para tener, hay que entregar y ceder. Ninguna de las grandes ciudades del mundo está diseñada para satisfacer las “necesidades” del mal llamado “burgués”, es decir no tienen como prioridad las personas que se movilizan en vehículo propio para ir a trabajar -eso dejémoslo claro-.

Miremos por ejemplo a Nueva York, Shanghai, París, Sao Paulo, Sydney o Ciudad de México, todas estas capitales tienen algo en común: el uso del vehículo particular es penalizado. ¿Cómo? Las vías son insuficientes, hay cobro de peajes urbanos, los parqueaderos tienen un alto costo. ¿Cuál es entonces la diferencia en temas de movilidad entre ellos y nosotros? Sus alternativas variadas de transporte masivo. Buses amplios, metro y tranvía, siempre más de una alternativa en funcionamiento.

Entonces, ¿cuál es el problema en Bogotá si tenemos buses -de varios colores y nombres- y hasta Transmilenio?.

En este punto es necesario destacar varias falencias del sistema de transporte masivo:

Confiabilidad: Ni buses ni articulados son confiables en sus horarios, una persona puede esperar 10 minutos a que pase una ruta específica de bus o esperar 35 y tener que tomar un taxi porque la ruta esperada nunca llegó.  Esa incertidumbre en los horarios lo convierte en inestable y poco atractivo.

Inseguridad: Ver cómo en los articulados de Transmilenio los usuarios deben exponerse a ser robados (a menos que suban en un vagón exclusivo en el que sólo puedan ingresar cámaras de televisión y guardaespaldas). La inseguridad y la falta de acciones efectivas, sin olvidar el acoso y manoseo que puede padecer una mujer en estos articulados, convierten al sistema en un medio de transporte inviable.

Incomodidad: Es necesario agregar que los nuevos buses son cómodos, higiénicos (sin cojinería). Sin embargo, para el Transmilenio los innumerables vendedores ambulantes la convierten en incómoda.

Sí, debemos aprender a ceder, a entregar carriles para uso exclusivo del transporte masivo pero sin desconocer la adecuación, el civismo y la preparación de otras alternativas; es decir, podemos ceder siempre y cuando el transporte masivo tenga suficiente capacidad, seguridad, comodidad y confiabilidad para motivar a los usuarios a que dejen en casa su vehículo.

También es necesario mejorar las opciones que tenemos y en paralelo avanzar en nuevos diseños de sistemas que permitan aliviar el pesado tráfico. La solución podría ser el metro o un segundo nivel de una avenida principal como lo tiene México D.F. en su periférico. Pero, ¿podemos imaginarnos cómo sería en la situación actual una obra de tal magnitud en la Carrera Séptima, por ejemplo? Un verdadero caos.

Necesitamos tener en la ciudad una visión sistémica del tema, es decir que vean el panorama completo, sin que la individualidad prime sobre la colectividad, sin intereses particulares, con objetividad y conocimiento experto.

Buscar asesores idóneos que nos ayuden con urgencia porque este tema pasó de prioritario a urgente hace años. Y lo más importante, que mandatarios y gabinetes recuerden que Bogotá… es de todos.