El futuro de la construcción
viernes, 29 de marzo de 2019
Es muy claro entonces que las viviendas y construcciones del futuro deberán ser sostenibles, es decir, que cierren su ciclo de vida con materiales y procesos eficientes ambientalmente
Aída Sanes Orrego
De esta forma se confirma que la expansión urbana en el mundo seguirá aumentando aceleradamente en las próximas décadas, sobre todo en países en desarrollo, como lo indican las cifras de la ONU. Por tanto, el futuro se vivirá en megaciudades con un crecimiento urbanístico vertical y presión sobre los recursos, ya que seremos muchos más habitantes en menos espacio.
En la actualidad, la construcción es una de las actividades industriales que más impacta el ecosistema, ya que, aproximadamente, se le destina al año 40 % de las materias primas del mundo, 17 % del agua potable y 25 % de la madera cultivada. Además, el consumo de energía eléctrica para el sector asciende a un tercio del total mundial, incluyendo la obtención de los materiales, el uso de las construcciones y la disposición final de los residuos de las obras. Por lo tanto, la construcción es responsable de un tercio de las emisiones de CO2 relacionadas con el uso de energía en el mundo y también uno de los mayores generadores de gases de efecto invernadero. Asimismo, produce 30 % de los residuos sólidos mundiales, sin mencionar otros impactos significativos en el suelo, el aire y la salud, entre otros, que se han triplicado en las últimas décadas. (Acevedo, Vasquez & Ramírez, 2012).
Con este panorama la construcción y la arquitectura han venido alineándose con el concepto de sostenibilidad, es decir, se replantea todo su ciclo productivo buscando un equilibrio ambiental, económico y social, lo que genera aún más retos, ya que el futuro significa también mejorar la calidad de vida de todos los habitantes de las ciudades.
La estrategia mundial para mejorar las prácticas en esta industria es entender el ciclo de vida de las construcciones y establecer buenas prácticas. Esto se logra cerrando los ciclos bajo el principio de la “cuna a la cuna”, para lo cual el modelo de la economía circular propone entender la construcción a partir de diferentes etapas: desde la obtención de las materias primas, pasando por la elección de materiales mucho más sostenibles por sus procesos de obtención y transformación, hasta la etapa de producción en la que deben elegirse técnicas más eficientes ambientalmente. Se debe fortalecer la etapa de uso, en la que se deben mejorar los consumos de recursos como agua y energía, entre otros; y la de disposición final, en la cual se debe lograr la disminución de los residuos e, idealmente, evitar su generación.
Es muy claro entonces que las viviendas y construcciones del futuro deberán ser sostenibles y ecoeficientes, es decir, que cierren su ciclo de vida con materiales y procesos eficientes ambientalmente. Durante su vida útil facilitarán el ahorro de energía, e incluso promoverán el uso de energías limpias; estarán apoyadas en los procesos bioclimáticos, generando ahorro en el consumo de agua con sistemas de recirculación y captadores de lluvia y niebla; estarán en línea con el concepto de las huertas urbanas y los jardines verticales y las construcciones no generarán emisiones, purificarán el aire y tendrán para todo esto apoyo tecnológico.
El reto de este planteamiento radica en lograr ofrecer este tipo de vivienda para toda la población, ya que para 2030 la cifra de personas en pobreza extrema podría ascender a 800 millones (cifras del Banco Mundial). Las viviendas tendrán que ser entonces económicas, de fácil acceso y en espacios reducidos. La sostenibilidad incluye necesariamente a los habitantes y al urbanismo sostenible, pues busca el bienestar y la felicidad de las personas, en pro de su desarrollo.