Internet Economy

Tecnología en función de trabajar por el país

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Jaime Galvis

Enfrentamos tiempos de grandes incertidumbres, desde la inflación, la disrupción de las cadenas logísticas, los ataques de los ciberdelincuentes, las nuevas formas de trabajo, o la guerra en Ucrania. Para resolver muchos de ellos, la tecnología es la única fuerza deflacionaria que permite hacer más con menos, y pasar de la resiliencia que desarrollamos en la pandemia a la persistencia que nos permita movernos con agilidad, innovación y eficiencia,

Pero la tecnología no tiene por qué limitarse a ayudar a volver a las empresas más competitivas. Hay que ponerla también al servicio de los grandes desafíos de la sociedad: ayudar resolver la inequidad, a generar más oportunidades, a habilitar un modelo de desarrollo que sea sostenible e inclusivo y a desarrollar un campo más productivo que prospere en armonía con el planeta.

Nuestro capital natural y social son privilegios alrededor de los cuales podemos construir bienestar económico responsable y sostenible. Somos el segundo país más biodiverso del planeta y, según la FAO, ocupamos el puesto 25 entre 223 países con mayor potencial de expansión del área agrícola sin afectar el área del bosque natural. Tenemos 22 millones de hectáreas aptas para la agricultura y sólo trabajamos seis millones.

Y no solo tenemos tierra, tenemos agua: somos el sexto país del mundo con mayores recursos hídricos, y esta es una combinación potente. Podemos aprovechar todo este potencial, usar la tecnología para hacerlo de manera sostenible e incluyente, y generar beneficios para nuestros campesinos.

La tecnología nos permite hacer más con menos en el campo. Y es urgente, pues seremos casi 10.000 millones de personas para 2050 y eso requerirá que doblemos la producción de alimentos. Con inteligencia artificial y aprendizaje automático basados en los millones de datos que produce un cultivo -PH, uso de herbicidas, control de plagas, temperatura, humedad, luminosidad- los agricultores pueden irrigar y usar pesticidas solo cuando es necesario, cosechar en el momento preciso, detectar plagas a tiempo y disminuir el desperdicio, que equivale a 1/3 de los alimentos producidos.

La tecnología ayuda a ahorrar dinero en insumos, a ser más sostenibles, a aumentar la producción, mejorar la calidad.Es bueno para el agricultor, bueno para el planeta.

Para habilitarlo, hay que cerrar las brechas de conectividad de las zonas rurales. Ya existen tecnologías que permiten llevar internet a bajo costo hasta los lugares más remotos, utilizando las antenas de la radio y televisión que ya cubren prácticamente todo el territorio nacional. Gracias a estas soluciones, 190 escuelas, 40 centros comunitarios y 180.000 campesinos en nueve departamentos tienen internet de alta velocidad transmitido a través de los espacios en blanco del espectro electromagnético.

Allí, la conectividad es solo un medio para lograr un propósito: las comunidades rurales usan internet para educarse, tecnificar sus cultivos, acceder a la salud, conectarse con cadenas productivas.

Además de hacer más con menos en el campo, generar un desarrollo sostenible y bienestar para los campesinos, nuestros ecosistemas tienen un potencial único para capturar carbono y contribuir a resolver el problema global del cambio climático. Gracias a las plataformas tecnológicas, Colombia ya es en un receptor de bonos de carbono, que entregan 80 centavos por cada dólar transado a pequeños cultivadores, dan asesoría para mejorar sus prácticas agroforestales y mejorar la productividad de sus cultivos mientras liberan al planeta de las amenazas del cambio climático.

Es cierto que no hay soluciones mágicas para construir un país más equitativo, sostenible y próspero. Aunque es la aspiración de todos, nadie tiene la fórmula única. La solución la tenemos, tal vez, sumando los aportes de todos para potenciar nuestro mayor patrimonio y mejor oportunidad en siglos: nuestro campo.

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