Literatura

#Con-texto | El empresario no nace, se hace: anécdotas más ilustrativas de José Sallés

Fue emprendedor y empresario en los sectores financiero, hotelero, de distribución, logística y transporte.

Lewis Acuña

Entre los ritmos rápidos, los bailes ágiles y las coloridas luces; la oportunidad de oro llegaba con los compases lentos, los pasos cadenciosos y la penumbra. No podía ser de otra forma, eran de oro por su escasez y los breves acordes que marcaban el inicio de esa carrera por dar con la pareja ideal antes de que fuera a la pista con alguien más.

Las salas de baile en la España de los años 70 eran el corazón de la conquista. Mujeres y hombres jóvenes se ponían sus mejores galas para deslumbrar al gran amor de sus vidas, si acaso el destino jugaba a su favor. Había que confiar toda la suerte a una sola pregunta: ¿bailas?

José María Sallés, si acaso fuera hoy el baile, se presentaría como un español que apenas supera los 60 años, los 1,63 de estatura y después de muchos fracasos, un caso de éxito.

Emprendedor y empresario en los sectores financiero, hotelero, de distribución, logística y transporte. Cofundador en 1996 de la primera plataforma B2B en internet de bolsas de carga y camiones. Ahora patrón de la fundación Mereze, conferencista, inversionista, mentor de empresas y startups.

La suya es una de esas magnéticas historias sobre alcanzar los sueños que tanto inspiran y a las que tanto se aspira. De eso se trata su libro “El empresario no nace, se hace”, su vida en las anécdotas más ilustrativas de cómo tropezó bailando en el mundo de los negocios hasta aprender de memoria los pasos y entregarse con los ojos cerrados a la danza del éxito.

Saltó a la pista a los 13 años. Era 1971 -otros tiempos- y se presentó al puesto de “botones” en lo que hoy sería una entidad bancaria. Compitió contra otros 300 pequeños aspirantes por un puñado de puestos. Fue uno de los elegidos. A los 18 ya era director de una de las oficinas. A los 28 ya tenía la vida resuelta en un altísimo cargo y murió.

Yo soy igual que un muerto -dijo entonces-. La única diferencia que hay es que un muerto hace peste y yo no”. Los últimos años se había dedicado a leer con pasión biografías y asistir a conferencias de empresarios exitosos hasta que algo en su interior explotó y lo hizo consciente de la lucrativa rutina que terminó por asfixiarlo.

Más de cinco empresas y 37 años después, hoy podemos leer su propia biografía de gran empresario en la que repite que una de sus lecciones más valiosas es que “el éxito es la suma de oportunidad y preparación”.

Pero esa la aprendió en la pista de baile cuando tras preguntar innumerables veces ¿bailas? Escuchó un tímido y anhelado “sí” de la joven con la que completa 39 años de casado y a quien considera su verdadera conquista en la vida.

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