Ocio

¿De qué hablan cuando hablan de Sombras de Grey?

Iván Bernal Marín

El libro ‘Las 50 sombras de Grey’, de E.L. James, es el primero de una especie de cuento de hadas contemporáneo en forma de trilogía, que supo mezclar los ingredientes necesarios para convertirse en un fenómeno editorial.

La receta ganadora se podría resumir así: una pizca de fantasía en el personaje que funciona como príncipe, y otra de confesión juvenil e inseguridad en la protagonista; unos gramos de fábula para una chica torpe y desafortunada que es tocada de repente por la providencia, y otros de tormento y suspenso para dotar de un lado oscuro a un tipo que se presenta como la encarnación de todos los deseos femeninos. Y, para darle el toque final de actualidad, kilos y kilos de erotismo y prácticas sexuales intrigantes, narrados con un microdetallismo cinematográfico que no deja ni la más mínima sensación a la imaginación.

Funciona a la perfección, sin siquiera acercarse a la más mínima pretensión de metáforas o demostraciones de manejo de técnicas narrativas o preciosismo literario. “Dejándome como una masa temblorosa de embravecidas hormonas femeninas”, es una de las pocas figuras que se puede encontrar en los primeros capítulos, e ilustra bien el efecto que busca suscitar en las lectoras. Por eso encontrará cadenas, satín y látigos, pero nada que verdaderamente escandalice.

Es tan simple y directo como puede ser, con diálogos intercalados con las impertinencias que se le vienen a la mente a la estudiante universitaria Anastacia Steele. Y con una acuciosa descripción de cada gesto de Christian Grey, el atlético y joven dueño de un imperio empresarial. En promedio, cada dos páginas se le recuerda al lector lo abismalmente atractivo que es. Pero la curiosidad le gana a la cursilería, y lo sexual supera la torpeza empalagosa. Parecen las páginas de un diario, una confidencia que logra despertar el voyeurismo de cualquiera. Más cuando este príncipe le revela a su cenicienta que no hace el amor, sino que ‘folla duro’. Y a continuación la hace pasar a su ‘cuarto de juegos’.