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Estos son los beneficios de Monopolio y Catán para los empresarios

En ambos juegos algunas opciones de inversión pueden ser tentadoras -y hasta sencillas-, pero eso no significa que sean las mejores

Salomón Asmar Soto

Los amantes de los negocios seguramente habrán jugado alguna vez Monopolio, o la sensación de los últimos 30 años: Catán. Estos juegos de mesa, en apariencia sencillos, han otorgado lecciones valiosas a comerciantes, empresarios y hasta a presidentes de cómo funcionan los intercambios de bienes en la vida real.

Por ejemplo, en Monopolio, cuya idea de juego se remonta a 1903, los jugadores deben ser rápidos a la hora de reconocer oportunidades, algo que tiene un valor muy alto en los negocios de la vida real.

En los escenarios del juego de mesa, algunas opciones de inversión pueden ser tentadoras -y hasta sencillas-, pero eso no significa que sean las mejores. Así como hay que ser rápidos para agarrar buenas oportunidades, el juego también enseña paciencia, sobre todo si en el comienzo no tenemos mucha suerte.

En Catán, uno de los juegos más populares en la actualidad, los jugadores deben construir poblados y carreteras entre las casillas del tablero, que van generando ciertos recursos a lo largo de la partida. El principal reto está en que no todos pueden tener disponibilidad de estos, por lo que están obligados a comerciar.

Aquí está el meollo del juego, ya que una carta de piedra, por ejemplo, no cuesta lo mismo que una de ladrillos, o de trigo, dependiendo las necesidades de cada uno de los jugadores. Esto, en el contexto empresarial, puede enseñar que las circunstancias hacen que ciertos recursos -o bienes- tengan un valor más elevado, a pesar de que en el papel sean iguales a los demás.

De vuelta a Monopolio, otra lección clave para los negocios es saber priorizar el rendimiento al lujo.

Por ejemplo, en el tablero las propiedades más costosas -en la última fila- son también en las que menos caen los jugadores, por lo que representan una menor renta. Estadísticamente, las propiedades rosadas y naranjas, de la segunda hilera, entregan menos dividendos, pero estos son más frecuentes.

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