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Exponen los ancestros de los violines en la muestra ‘En busca del sonido perdido’

Colprensa

La fascinación que todavía le producen instrumentos como la zanfona a Giuseppe Paolo Cecere es palpable. Se hace evidente cuando le da vueltas a la manivela de ese dispositivo que, más que un artículo del pasado, parece uno del futuro.

El músico, luthier, especialista en instrumentos antiguos y director de la muestra “En busca del sonido perdido”, que se exhibe en el marco del Festival de Música de Cartagena, explica que las girondas -como se le conoce en Italia a este extraño instrumento, a la vez melódico, armónico y de percusión- medían hasta dos metros, necesitaban de dos personas para su interpretación y se tocaban solo en las iglesias.

En esta exhibición que usualmente alberga uno de los castillos de la ciudad de Gorizia, Italia, el espectador viaja a través de la historia de la música occidental. Tal vez de Oriente también, pues instrumentos como la gaita y el laúd presentes allí pueden rastrearse hasta civilizaciones tan antiguas como la mesopotámica y la india. Crines, tripas, sedas, plumas, maderos y cañas han hecho parte del repertorio de materiales para lograrlo. Dice Cecere que para lograr este amplio catálogo de sonidos del pasado se reconstruye a través de la pintura y algunos modelos que han llegado inexplicablemente hasta nuestros días. Es el caso de una lira otoniana momificada que da origen a la que hoy está a la vista del público cartagenero entre la Plaza San Pedro y la Plaza de la Aduana. “¿Por qué no ir al sonido que el autor tenía en la cabeza?”, se pregunta entonces el músico italiano.

Reconstruidos, la mayoría de ellos funcionalmente sonoros, se pueden ver liras, flautas, zampoñas, ceteras, arpas, cítolas y rebabas, los “antepasados” de las violas y los violines. Respetando los materiales de entonces, maderas como el olmo y el áchero, Giuseppe Paolo Cecere ha logrado traer de vuelta los sonidos de los principales instrumentos desde que se inventó la escritura musical.